Volver a esta tierra donde nací y crecí me genera todo tipo de sentimientos. Sus olores, sus sabores, el amor por mi familia, mis recuerdos, el mar, me hacen sentir que soy de aquí, pero al mismo tiempo hay una parte de mí que no lo es. He migrado incorporando otros olores, otros sabores, otros amores (Ochy Curiel).
*Alba Rodríguez
Lo primero que sientes cuando aterrizas en Bogotá es el olor a tierra mojada. En Bogotá llueve todos los días y a cambio de un paisaje verde y frondoso hay que aguantar un poco de agua. Luego, al salir del aeropuerto de “El Dorado” y adentrarse en las ciudades, lo segundo que sientes es el olor a comida que se mezcla con el sonido de música(s) por todas partes. En Colombia hay comida en cada esquina y música en cada casa. El “rebusque”, es decir, la capacidad de crear trabajo informal en ausencia de subsidios de desempleo, hace que los colombianos y colombianas vendan en cada esquina arepas, empanadas, frituras de toda clase, muchos tipos de frutas y jugos por doquier. Así que las calles huelen a comida, a ese maíz que creativamente se puede convertir en múltiples formas y nos ha alimentado desde épocas precolombinas.