Desde la familia debemos potenciar un uso adecuado de la tecnología fomentando hábitos positivos, hablando sobre tecnología, o compartiendo momentos de vida tecnológica en familia. También debemos tener muy presente que somos modelos de conducta para nuestras hijas e hijos aunque pueda parecer que no en esta etapa y, por ello, debemos reflexionar sobre el uso que hacemos de la tecnología y valorar si debemos hacer algún cambio.
Que en la adolescencia haya exposición a riesgos en Internet, no implica que vayan a sufrir daño. La magnitud del daño estará directamente relacionada con su competencia digital y el apoyo que le demos desde la familia en el uso de las TIC. Debemos entender el atractivo que supone en la adolescencia ver salidas profesionales en el ámbito tecnológico haciendo cosas que les gustan. Por lo tanto, es bueno debatir sobre su viabilidad sin desacreditarlas, aprovechando la motivación que suponen para desarrollar competencias digitales y fomentando el pensamiento crítico sobre los riesgos que implican.
Creando normas propias para nuestra familia, adaptando lo digital a nuestros valores, dando el mejor ejemplo posible y buscando alternativas de tiempo digital que no sea solo pasivo, entendiendo las consecuencias y los límites.
Con aprendizaje sobre maneras positivas de participar, con la conciencia de que detrás de una pantalla hay una persona y con la certeza de que compartir y crear es bueno, pero también de que hay límites y que nuestra responsabilidad es fundamental.
Con diálogo y conversación reales y con predisposición a aprender acerca del mundo digital, sabiendo que después de equivocarse viene aprender de los errores. Acostumbrándonos a explicar qué nos gusta (o no) y por qué
Si asumimos que la tecnología es una parte de nuestra vida y propiciamos experiencias para disfrutar de ella en familia, les ayudaremos a que entiendan las pantallas como un elemento de convivencia y como una continuación de la identidad
Ser buenos modelos para sus hijos e hijas: aprendemos más de lo que vemos que de lo que nos dicen.
Parar y reflexionar: cómo queremos educar, qué queremos transmitir, qué modelo queremos ser para nuestras hijas e hijos.
Aumentar las competencias de hijos e hijas: capacidad de toma de decisiones, inteligencia emocional, intelectual y social, capacidad crítica,…
Fomentar un estilo educativo democrático: grandes dosis de control y de afecto.
Expresar respeto y valoración constante tanto con palabras como con hechos (asignándole responsabilidades).
Fomentar los valores prosociales (solidaridad, paz, tolerancia,…).
Promover actividades saludables de ocio.
Promover actitudes y comportamientos claros ante el consumo o ante la conducta de riesgo.
Cómo no romper la comunicación con un adolescente
Es un clásico escuchar la dificultad que supone comunicarse con un adolescente. Pero ¿a qué se debe?… Veamos, los adultos queremos que hablen, escuchen y sientan como si tuviesen diez años más, o diez años menos, esto sería más cómodo para nosotros, pero… eso no va a pasar.
La adolescencia es una etapa de la vida altamente sexualizada. Esta sexualización se prolonga a lo largo de la juventud a través del despertar de los deseos, de las primeras ocasiones de satisfacer esos deseos, del aprendizaje de habilidades de acercamiento y seducción, de la adquisición de competencias sexuales o amatorias, etc.
No hay que esperar a la adolescencia para empezar a hablar sobre sexualidad. En todas las etapas de la vida existen aspectos de los afectos y la sexualidad para cultivarla y vivirla de la manera más plena posible. Esto es, aprendiendo a sentirse satisfecha o satisfecho tanto con lo que se hace como con lo que no, a encontrarse a gusto con nuestro cuerpo, a saber que el placer guarda relación con muchas cosas, con la piel y los comportamientos, pero también con los deseos, con la coherencia y con la intimidad. Enamorarse conlleva aprendizajes de fuerte trascendencia a nivel psicológico:
Estudiamos su realidad, actuamos en el ámbito educativo a través de nuestros programas escolares de temáticas muy diversas como la prevención de conductas de riesgo, ciudadanía digital, discurso de odio, diversidad y prevención de estereotipos negativos, etc. y aportamos formación y recursos a padres, madres y educadores para acompañarles en su labor educativa.