El año 2017 se ha cerrado con una tasa de paro juvenil que desciende pero a un ritmo muy lento. Hay 268.000 parados menores de 25 años.
Un estudio del CRS sobre Adolescencia y Juventud constata que la mayoría de los propios jóvenes han rebajado sus expectativas y deseos en relación al mercado laboral
Mientras el Plan de Garantía Juvenil sigue sin ofrecer los resultados esperados, las comunidades autónomas se han empleado a fondo para intentar generar nuevos empleos
Terminó el año 2017 y un nuevo periodo en el que los datos del paro registrado en las oficinas de empleo siguen sin ser del todo positivas para los más jóvenes. Es uno de los colectivos que más han sufrido la crisis económica y el que, como herencia, debe pelear con las consecuencias de un mercado laboral que se ha transformado y una calidad en el empleo que, según los agentes sociales, ha derivado hacia la temporalidad y la precariedad. La juventud española es consciente del contexto que le ha tocado vivir. Así lo reflejan varios estudios del Centro Reino Sofía (CRS) sobre Adolescencia y Juventud sobre sus expectativas laborales. Y así lo han visto claro también desde algunas administraciones autonómicas que han puesto en marcha medidas, unas más eficaces que otras, para conseguir que estos datos de desempleo no terminen por marcar a toda una generación.
Según las cifras del Ministerio de Empleo y Seguridad Social al cierre del ejercicio del año, hay un total de 268.406 parados menores de 25 años en el país. Supone una bajada de casi el 9% con respecto a diciembre del año pasado, pero la recuperación se produce a un ritmo muy lento. El porcentaje de jóvenes desempleados puede apreciarse mejor en los últimos datos de la Encuesta de Población Activa (EPA): hasta el mes de septiembre se mantenía en un 36%, una de las tasas más altas de la Unión Europea.
Pero las cifras también son personas. Jóvenes que son mayoritariamente conscientes de la falta de oportunidades y de que será su versatilidad la que les garantice un puesto de trabajo. El estudio ‘Jóvenes y empleo, desde su propia mirada’, del CRS, constata esa visión negativa de su futuro laboral: un 74% de ellos considera bastante o muy probable tener que trabajar de lo que sea, un 67% tener que depender económicamente de su familia, y más de la mitad cree que deberá marcharse al extranjero para trabajar en los próximos dos años.
Aunque mayoritariamente se muestran dispuestos a esforzarse en conseguir escapar de un destino generacional bastante negativo mediante la formación, existe un grupo importante que parece haber asumido un horizonte desesperanzador para ellos: esperan poco del futuro, creen escasamente en sus posibilidades y aceptan resignados una perspectiva donde la inclusión laboral es de mera supervivencia.
Quizás la conclusión más importante debe referirse a que, más allá de lo ya conocido de que la crisis ha afectado especialmente a los más vulnerables, el impacto negativo no sólo ha quebrado el presente sino que ha condicionado la base de las expectativas, la autoconfianza y los recursos de esos jóvenes más vulnerables. Dicho de otra manera: las personas menos preparadas, las clases sociales con menos recursos, han sufrido una merma coyuntural en su calidad de vida y, sobre todo, más allá de eso, un cercenamiento en sus expectativas, que los condenan a la resignación, a la renuncia a superar la crisis, a una vida ‘low cost’.
Pese a todo ello, siguen confiando de manera abrumadora en su formación como la mejor vía para encontrar trabajo: casi 3 de cada 4 entrevistados la consideran una herramienta útil de cara a su inserción laboral, siendo mayoría (54%) los que sostienen la versión más positiva. Son muchos menos en proporción los que declaran una confianza baja en el valor de los estudios como instrumento para encontrar empleo (14,4%) y, una parte muy poco significativa (6,5%), afirma que no servirán directamente para nada. Esta premisa está directamente relacionada con el hecho de que muchas política públicas se hayan centrado en facilitar la formación y las cualificaciones profesionales.
Sucede así con el ya famoso Plan de Garantía Juvenil del Gobierno. Es una iniciativa europea que busca facilitar el acceso de los jóvenes al mercado de trabajo y que gestiona el Gobierno desde hace casi cinco años. Los beneficiarios son jóvenes con nacionalidad española o europea, menores de 30 años. En el marco de la Garantía Juvenil se establecen bonificaciones para los trabajadores por cuenta propia o autónomos, para la contratación por medio de un contrato de formación y aprendizaje y se mantienen las ventajas previstas para los contratos a tiempo parcial con vinculación formativa. Como hemos visto, este plan apenas se ha vislumbrado en las cifras del desempleo entre los jóvenes, como sí lo han hecho otras medidas a nivel autonómico o local.
Lo que no han provocado estas iniciativas es que cambie la visión juvenil sobre la política. El mencionado estudio desvela que una buena parte de los jóvenes opina que la actuación de las diferentes administraciones para favorecer el empleo es escasa, que o no “hacen nada” o “hacen, pero poco” (porcentajes que superan el 50% de entrevistados). Si sumamos a los que declaran que las medidas son “insuficientes”, en torno al 80% de jóvenes critican con mayor o menor dureza su papel.
Esta visión negativa se acentúa en los jóvenes de mayor edad, en los que sólo alcanzaron el nivel obligatorio de enseñanza, en los que sólo trabajan, en los de clase baja y media baja, y en lo que están en paro. Además, la investigación ha detectado un claro déficit informativo sobre ayudas y programas públicos de formación para el empleo de este tipo de programas entre los jóvenes: muy pocos entrevistados declaran tener abundante o suficiente información de los programas públicos (23.8%). La calificación de escasa es la mayoritaria (casi el 53%), seguida de la respuesta ninguna (21.4%).
¿Y en cuanto al futuro? La mitad de los jóvenes (49%) considera que las condiciones del empleo en España seguirán igual, por un 32% que considera que mejorarán y un 13% que afirma que empeorarán. Teniendo en cuenta la difícil situación del mercado laboral en nuestro país, las expectativas no son muy halagüeñas. Lo que se cree que tendrá un mayor nivel de dificultad será encontrar o mantener un trabajo que les guste (66% lo ve así) y formar un hogar o familia (63%). Las demás opciones también se perciben como difíciles y son mayoría quienes piensan que les será muy complicado conseguir autonomía en cualquier aspecto.
Tampoco el emprendimiento, pese a su promoción como fórmula de éxito, es una opción que arrasa entre los deseos de los jóvenes. El 73,6% de 16 a 29 años prefieren el empleo por cuenta ajena frente a la posibilidad de tener su propio negocio Por el contrario, sólo un 11,5% prefiere trabajar por cuenta propia y un 10,4% también tiene esta preferencia pero no se cierra la posibilidad de trabajar por cuenta ajena como plan alternativo. En definitiva, hay una preferencia clarísima por el trabajo como empleado que se manifiesta en su mayor expresión cuando el 50% de los jóvenes afirman que esa es su única opción en el caso de que se pudiera elegir.
Los principales motivos que aluden los jóvenes para trabajar por cuenta ajena (ya sea como opción exclusiva o preferente) giran en torno a la seguridad y estabilidad, fundamentalmente económica. Entre ellos se encuentran la búsqueda de la “estabilidad” y “seguridad” que tanto se anhela (un 52% prefiere trabajar por cuenta ajena por este motivo) o de un “sueldo fijo” (un 70% elige también esta opción). No hay que descartar otros motivos, como la sensación -generalmente muy real- de menor dedicación de un empleo por cuenta ajena (horarios fijos, el 33%) o la protección de las coberturas sociales a este tipo de trabajadores (27%).
El escenario no es fácil y en la precariedad se dibuja el mayor lastre para el futuro laboral. Así lo dibuja también la organización de Jóvenes de CCOO en la campaña #PrecarityWar, donde denuncian que los bajos salarios y los horarios imposibles que se están produciendo principalmente en sectores como la hostelería, los ‘contact center’, el comercio, el sector financiero y los seguros. Con ello quieren hacer un llamamiento a estos trabajadores para que se unan en la lucha para poder derrotar a la precariedad. «Que se reconozcan a sí mismos como los superhéroes y las superheroínas que sabemos que son, que se empoderen y se unan a nuestra organización para librar batalla. Porque la precariedad no es una condición ni una categoría profesional, es un virus para el que existe vacuna».
El sindicato hace especial hincapié en las mencionadas tasas de desempleo juvenil y a las causas apuntadas también añade las becas abusivas, que no responden a su objetivo: la formación. Según afirma, la realidad que esconden muchas becas es un vínculo laboral, del cual las empresas se benefician económicamente.
En definitiva, el escenario que tantos jóvenes españoles tienen por delante sigue siendo complicado pese a que se sucedan los titulares que hablan de recuperación económica. Para que eso sea así, la garantía laboral para las generaciones venideras debería ser una premisa obligatoria antes de cantar victoria.
¿Existen métodos de investigación social de primera y de segunda división? ¿Por qué nos es más fácil dar importancia a los resultados de aplicar técnicas cuantitativas que a los de técnicas cualitativas? Preguntas que vienen y van mientras se plantean las investigaciones que puedan ser aplicadas a la intervención social y, una vez hechas, mientras se plantea cómo darlas a conocer y cómo aplicarlas.
Corresponde a un centro de investigación sociológica como es el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la FAD preguntarse sobre el trabajo que le da sentido, que es el conocimiento de la realidad social sobre esta etapa de la vida. Corresponde también hacer repaso de su agenda y hacer autocrítica de las prioridades investigativas, a nivel formal y a nivel de contenido. En cuanto a lo primero, dejamos atrás un año en el que las investigaciones de corte “cuali”, como se dice en la jerga académica, han tenido protagonismo (con el estudio etnográfico “Sudar material: cuerpos, afectos, juventud y drogas” y con el estudio basado en entrevistas en profundidad “Relatos de madres adolescentes en la España actual”). Sin embargo, en la evaluación anual de las dificultades presentadas, también aparece la idea de que es más fácil divulgar y llegar a la opinión pública con los resultados “cuanti”, por ejemplo, del Barómetro 2017 del ProyectoScopio, basados en un panel online a una muestra representativa de adolescentes y jóvenes.
Si pasamos de puntillas por el origen de la diferencia entre métodos cuantitativos (de cantidad) y cualitativos (de cualidad), nos encontramos con un debate fundamental sobre si la realidad puede ser conocida y en qué modo. Desde que se empiezan a perfilar las ciencias sociales, surge la preocupación sobre las diferencias y semejanzas entre el mundo natural (que estudian ciencias como las matemáticas o la física) y el mundo social, preocupación que se trata de resolver con la aplicación de diferentes métodos o formas de proceder en investigación. Así, de una primera etapa de la historia de la metodología en ciencias sociales en la que es fundamental tomar distancia respecto a lo que se estudia para conseguir muchos datos lo más objetivos posible sobre ello, se pasa a otra etapa en la que se deja entrar a la subjetividad en el proceso de conocimiento y en la que, además de la descripción y la medición (propias de lo cuantitativo), es fundamental la comprensión de las cualidades de lo que se estudia.
La epistemología (la teoría del conocimiento científico) parece que lo tiene claro: no es cuestión de cantidad o cualidad, sino cuestión de objetivos. Es decir, cuando un grupo de investigación acomete la tarea de plantear un objeto de estudio e ir a por él, traza los caminos en función de las preguntas que se quieren resolver. Así, unos métodos son más adecuados para responder determinados tipos de cuestiones y otros lo son para responder a otras. Es más, hay quienes defienden que carece de sentido distinguir entre métodos cuantitativos y cualitativos porque la complejidad de lo social solo puede abordarse desde la totalidad de las técnicas. Como indica Martín Serrano (2006: 150): “No existe técnica alguna cuyos procedimientos (hermenéuticos, de análisis de los signos o cualesquiera otros) desvelen por sí solos la producción de sentido.” Por tanto, parece lógico que el esfuerzo de un centro de investigación como el nuestro se dirija a formar parte de un esfuerzo mayor y conjunto de la sociología de la juventud por ambicionar el conocimiento de las mil caras de la realidad juvenil, ya sea con aportes cuantitativos o cualitativos. Es decir, seguir haciendo investigación. Más allá del tipo de conocimiento que se transfiera, lo que se espera de las fuentes es que sean fiables y certeras, es decir, que aporten información de calidad (que comparte etimología con cualidad, por cierto).
Una vez que tenemos claro el propósito principal, es necesario acompañarlo de otro propósito más: saber transmitir lo que hacemos. La transferencia tiene un carácter fundamental en un organismo como el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la FAD y así lo reflejan los esfuerzos comunicativos por hacer llegar a la sociedad los resultados de nuestras pesquisas. Aunque, afortunadamente, la divulgación científica en materia sociológica goza de buena salud y ojalá siga gozando de ella en el nuevo año, no se puede bajar la guardia en la asunción de responsabilidades en la tarea de intercambio ciencia-sociedad, pues es lo que consigue que entidades como la nuestra sean, además de actores científicos, actores políticos, de intervención y de creación de conciencia. Es lo que convierte la investigación, sin más, en investigación aplicada a la creación, por ejemplo, de programas preventivos en ayuntamientos o escuelas. Que sirvan estas líneas para renovar nuestro compromiso de seguir haciendo investigación y hacerlo bien y que se conozca y sirva, agradecidos a quienes nos apoyan y avalan nuestra identidad.
Un experimento del movimiento ‘millenial’ G2015 lleva más de un año removiendo conciencias con sus proyectos para promover acciones de cambio
Frente al consumismo, los valores materiales y las compras compulsivas, ¿qué haríamos si nuestra situación personal fuera diferente?
Hace más de un año nació en España un movimiento social elaborado directamente por, para y con ‘millenials’, es decir, aquellas personas nacidas entre 1982 y 2004. Su objetivo es desarrollar y difundir los valores fundamentales universales del ser humano mediante el desarrollo de acciones multimedia con el objetivo de concienciar, crear tendencia y generar acciones de cambio en la sociedad. Es el G2015.
Todas sus acciones se desarrollan principalmente por Internet, y además disponen de una serie de características que lo conforman como un movimiento anclado en las mejores ventanas de la sociedad 2.0. Así, este movimiento realiza proyectos abiertos y globales donde tienen cabida todas las personas, se declara totalmente independiente -sin vinculaciones sociales, culturales o ideológicas-, es accesible y transparente, e incorpora múltiples herramientas de innovación.
Hace dos años, una de sus acciones se convirtió en viral bajo el lema #YoCambioMiRegalo. Fue un experimento social que hizo que 27 jóvenes cambiaran sus regalos de Navidad y que hasta ahora ha conseguido más 4,2 millones de visitas. Ante su visionado, solo queda una pregunta: ¿tú qué harías?:
Este movimiento aún sigue trabajando por humanizar a la sociedad y más concretamente a los adolescentes y jóvenes. Así lo estipula esta organización: “El tiempo de buscar excusas ha terminado. Los Millenials somos la generación del cambio y todos estamos llamados a formar parte del cambio de valores en nuestra sociedad. “Tú eres el protagonista, no tengas miedo a alzar tu voz por tus valores, nosotros estaremos contigo, te ayudaremos y acompañaremos”.
El martes 12 de diciembre, la Fundación SM presentó en Madrid su informe “Jóvenes españoles entre dos siglos 1984-2017”. El estudio, realizado a una muestra de 1.250 jóvenes españoles entre 15 y 24 años, propone conocer y analizar la realidad de los mismos. Los contenidos que se reflejan en el informe son los siguientes: integración política y social, valores, relaciones familiares, religión, cultura y ocio juvenil. En la presentación celebrada el pasado martes 12 de diciembre en Madrid, los autores del informe, Juan María González-Anleo Sánchez y José Antonio López-Ruiz, compartieron algunos de los datos más destacados del informe.
¿Se sienten o no vulnerables los y las jóvenes ante las posibles consecuencias negativas del consumo de drogas, la conducción temeraria de vehículos o las conductas sexuales de riesgo? En general, un elevado número de jóvenes declaran sentirse muy o bastante seguros cuando beben alcohol, fuman porros, consumen cocaína, conducen bajo los efectos de alguna sustancia o mantienen relaciones sin preservativo.
El Barómetro 2017 de ProyectoScopio, herramienta de análisis longitudinal sobre la realidad juvenil del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la FAD, ofrece datos sobre las percepciones del riesgo que se tienen en esta etapa etaria. Los resultados, obtenidos de la aplicación de un panel online a 1.347 jóvenes entre 15 y 29 años, ofrecen diferencias significativas en cuanto a género cuando se les pregunta por comportamientos de riesgo concretos.
Según esta entrada del blog Análisis y Debate del Proyectoscopio, hasta un 40% de los entrevistados y las entrevistadas se sienten “muy o totalmente seguros” (puntuaciones de 7 a 10 en la escala de 10 posiciones) con respecto a los “riesgos del consumo de drogas”. Proporción que sube hasta el 56.5% de los y las jóvenes si añadimos que los y las que se sienten “medianamente seguros” (posiciones de 4 a 6 en la escala). Un 41,2% de ellos dicen percibirse inseguros, y entre ellas sube la percepción de vulnerabilidad al consumir hasta el 45.9%. Mucho o a medias, las mujeres ven venir el peligro de los consumos un poco más.
Los riesgos sexuales son otra de las cuestiones por las que se les pregunta, resultando un 36.9% de jóvenes que se declara muy o totalmente vulnerable frente a embarazos no deseados, contagios de enfermedades o violencia sexual (61% si además se incluyen quienes dicen sentirse medianamente expuestos a ellos). Y en este caso también son las mujeres, concretamente el 42,1% frente al 35,7% de hombres quienes dicen sentirse más inseguras.
Solo un 35,9% de entrevistados y entrevistadas subrayan los potenciales peligros de la conducción, que se convierte en un 64.1% si añadimos a los y las que se sienten solo medianamente seguros en estas situaciones. En estas cifras sobre el respeto que se tiene a conducir encontramos que las mujeres superan en más de diez puntos porcentuales a los hombres, con un 41,6% de ellas frente al 30,9% de ellos. Los resultados bien valdrían una lectura a la luz de los datos del informe de la Fundación Mapfre “Jóvenes y seguridad vial en España”, recién publicado.
Todos estos resultados pueden tener una vuelta de tuerca más si tenemos en cuenta, como dice el dicho, que “el que no arriesga, no gana”. No se puede entender cada riesgo en particular sin la compensación que ofrece. El peligro conlleva ventajas: llamémosle adrenalina, subidón, renta, beneficio… Pero es necesario meterlo en la ecuación del análisis sobre los datos. Por eso: a un 41.4% de jóvenes le compensa mucho emborracharse, a un 23,7% conducir temerariamente, a un 23,2% fumar porros, a un 14% no usar preservativo, a un 6,8% consumir cocaína y a un 6,1% conducir bajo los efectos del alcohol y otras drogas. En todos los casos, la compensación frente a los riesgos es mucho mayor para ellos que para ellas. ¿Cuestión de testosterona? ¿De presión social sobre unas y otros? ¿De representaciones en los medios de comunicación y la cultura? Preguntas abiertas para poder responder en otros tipos de estudio, para seguir analizando, para seguir acercándonos a la cosmovisión juvenil.
Este fenómeno consiste en espacios alquilados y gestionados por jóvenes para pasar su tiempo libre y de ocio
Ha surgido como respuesta a la crisis y al encarecimiento de los precios pero está sirviendo además para su socialización y búsqueda de identidades
Un informe del Centro de Estudios sobre la Identidad Colectiva analiza estos espacios en Vitoria-Gasteiz: sus ventajas, sus problemas y sus posibles soluciones
No se trata de locales de fiesta ni para conciertos. Tampoco de casas ‘okupadas’ o de espacios cooperativos para fines sociales. Constituyen simplemente la alternativa que muchos jóvenes han encontrado no solo a la crisis económica y a sus consecuencias en cuanto a la precarización de sus posibilidades de futuro, sino también a la falta de alternativas de ocio y de tiempo libre. Hablamos de las lonjas juveniles, espacios que se alquilan por un amplio grupo de jóvenes y que se han multiplicado sobre todo el País Vasco. Alrededor de estos locales se ha generado asimismo un nuevo sistema local de socialización y construcción de la identidad común, en base a múltiples variables.
Una de las ciudades donde las lonjas juveniles se han convertido en un dinamizador social es Vitoria-Gasteiz, motivo por el que merecieron un amplio estudio por parte del Centro de Estudios sobre la Identidad Colectiva (CEIC/IKI) del País Vasco, y cuyo documental resultó además seleccionado para ‘Cortada’, el Festival de Cortometrajes de la ciudad. Ha servido asimismo para dar cuenta de la complejidad social de las nuevas generaciones de jóvenes. A continuación analizamos las líneas generales del estudio y exponemos algunos extractos del documental, realizado por Laurent Leger.
En el mismo se explica que las lonjas son inmuebles, la mayoría antiguos locales comerciales que sirven como lugar de reunión para jóvenes de entre 16 y 29 años, quienes pagan un alquiler no muy alto, en la mayoría de los casos. Hasta hace relativamente poco, el acercamiento mediático a esta alternativa se ha asociado al consumo de drogas, a los problemas con el vecindario y a los accidentes, es decir, como problema social. Por ello, mediante este estudio, sus investigadores identifican otras dinámicas sociales que las lonjas están posibilitando. Por ejemplo, como un espacio de ocio que, en un contexto de gran precariedad entre los jóvenes, sirve como “lugar de socialización y construcción de la identidad personal y social”.
Según apuntan los autores del estudio -Benjamín Tejerina, María Martínez y Diego Carbajo- es importante destacar que la aparición del fenómeno de las lonjas juveniles en Vitoria-Gasteiz, como en otros muchos municipios del entorno, se detecta ya en los años 90 y coincide con la implantación de los grandes centros comerciales que implicaron la desaparición de gran parte del pequeño comercio de barrio. La crisis agudizó después ese progresivo vaciamiento del casco urbano. Los jóvenes han ido convirtiendo muchos de estos espacios en desuso en lugares donde poder llenar su tiempo de ocio, y todo apunta, según el estudio, a que lo seguirán haciendo.
En el marco de las Jornadas “Respuestas juveniles a la crisis” organizadas por la Red de Estudios de Juventud y Sociedad, el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud y el Ayuntamiento de Fuenlabrada, celebradas los días 16 y 17 de noviembre pasados, tuvo lugar una mesa redonda bajo el título “Retos de la investigación sobre juventudes, diálogos transatlánticos”.
Moderada por el argentino Pablo Vommaro (CONICET), contó con la participación de José Manuel Valenzuela (Colegio de la Frontera Norte, Tijuana, México), Silvia Borelli (Universidad Católica de Sao Paulo, Brasil), Benjamín Tejerina (Universidad del País Vasco) e Ignacio Megías (Sociológica Tres). En ella se entablaron diálogos sobre las trayectorias, el presente y las perspectivas de los estudios sobre los y las jóvenes desde cada una de sus realidades culturales y profesionales.
En este contexto, Tejerina y Megías ofrecieron una visión sobre algunos de los principales retos que encaran actualmente los estudios de juventud en España. Visión en buena parte compartida, a pesar de que las experiencias personales oscilan entre la iniciativa pública (UPV) y la privada (Sociológica Tres). Resumimos en cuatro puntos las ideas principales que aglutinarían las reflexiones ofrecidas por ambos autores en relación a los desafíos a enfrentar.
Flexibilizar las perspectivas y adaptarse a los tiempos que corren
Tejerina hizo hincapié en la escasez de perspectivas teóricas renovadas, dibujando un panorama en el que las redes internacionales de estudios mantienen y repiten enfoques teóricos, e incluso se “piratean”. Referencias comunes, mismos nombres y mismas fuentes, incluso aumentando la producción. Por todo ello apunta Tejerina que sería necesario renovar los marcos teóricos y tener en cuenta nuevos autores. Renovación no sólo en relación a los temas, también en lo que se refiere a las metodologías y enfoques, que deberían incorporar a las personas jóvenes, en un intento por ofrecer una visión menos adultocéntrica de lo que se hace hasta ahora.
En este contexto, Megías apunta la necesidad de establecer un modelo de investigación flexible, desde dos perspectivas. Por un lado, adoptando metodologías diversas, complementarias y modulables, y encarando los retos metodológicos y las posibilidades que ofrecen la tecnología e Internet. Siendo las TIC fruto de constante estudio en relación a los y las jóvenes y a la manera en que marcan y determinan las actuales formas de relación y comunicación, la investigación social debe seguir afrontando la mejor manera de incorporar las posibilidades (y de encarar los nuevos sesgos) que determinan el escenario online y las nuevas herramientas de análisis y medición. Es evidente que ya se dan pasos en ese sentido, pero la investigación “tradicional” parece que aún no ha encontrado la mejor fórmula para, por ejemplo, integrar de forma natural el análisis de la big data, el rastreo en redes sociales, o las posibilidades que ofrece internet para realizar grupos de discusión virtuales (con las diferencias, posibilidades y restricciones que suponen en relación a los grupos presenciales).
Por otro lado, adaptando los equipos de trabajo para aprovechar de mejor manera las dinámicas multidisciplinares. Sin duda, contar con equipos de trabajo establecidos y con trayectoria, procura una continuidad, una perspectiva longitudinal y una identidad a cada objetivo de análisis. Pero no es menos cierto que parece necesario buscar complicidades entre instituciones investigadoras, que se complementen, multipliquen las posibilidades analíticas, y ayuden a la necesaria revisión teórica, al tiempo que oxigenen la propia práctica metodológica.
Atender a las diferencias socioculturales: vuelta a lo social
Desde la convicción de que la investigación debe ofrecer perspectivas que atiendan al tiempo, al momento y a las circunstancias socioestructurales, Tejerina y Megías abogan por una vuelta a “lo social”, entendida como la necesidad de incorporar y profundizar en las diferencias socioculturales que tienen lugar dentro del colectivo de los y las jóvenes. Brechas de nuevo cuño, desajustes fruto de la crisis económica, pérdida de derechos sociales, nuevos conceptos de ciudadanía y participación, y especial atención a grupos específicos, atendiendo al género, la clase, la etnia, la diversidad, las condiciones de vulnerabilidad, etc. También desde categorías que los y las propias jóvenes ayuden a construir, y sin dejar de considerar movimientos de innovación social emergentes, fruto de la situación social, y con potencial de crecimiento (nuevas formas de activismo y asociacionismo, economías circulares y sostenibles, consumo colaborativo, mediaciones tecnológicas, etc.).
Para ello, Tejerina apuesta por “des-moralizar” la manera de fijar las perspectivas generales sobre la juventud, que en las últimas décadas habrían fijado la atención de manera excesiva en los riesgos, las pérdidas o las situaciones en los márgenes de la sociedad, desde el señalado adultocentrismo, y ofreciendo una perspectiva parcial y moralizante, además de poco operativa (en relación a las políticas preventivas, por ejemplo).
Atender a las políticas públicas
A la vez que Tejerina señalaba que muchas políticas públicas en relación a los y las jóvenes destilan cierto paternalismo que es necesario evitar, Megías hacía hincapié en la necesidad de mantener la tensión de la evaluación con sentido. Con ello se persigue conseguir el doble objetivo de no generar sesgos en las percepciones e imaginarios sociales, alimentados desde las propias políticas públicas, al tiempo que procurar la calidad y adecuación de proyectos y programas, así como posibilitar la rendición de cuentas y la transparencia.
Mejorar la difusión y el contacto con la sociedad
En lo que sería el último eslabón de la cadena (aunque suele surgir como una necesidad primaria), Megías señaló que uno de los importantes retos reside en la necesidad de mejorar la difusión de los resultados de las investigaciones y estudios. Difusión que no quede circunscrita al ámbito académico o los titulares de los grandes medios de comunicación, y llegue al conjunto de la sociedad, que de tal modo recibiría una reflexión que podría seguir retroalimentando el análisis.
En relación a estas carencias, desde la iniciativa privada se señala el difícil reconocimiento de propuestas que no sean abanderadas por grandes institutos oficiales, fundaciones de entidades bancarias, o grandes instituciones universitarias; con lo que ello supone de dificultades añadidas a la hora de acceder a los canales oficiales de financiación (toda vez que la financiación privada no acaba de recuperarse tras la crisis), o a las propias redes de estudio. Serpiente que se muerde la cola, pues la situación dificulta enormemente esa necesaria difusión.
En cualquier caso, necesidad de una investigación seguramente menos “académica”, que destile en menor medida la impresión de estar hecha casi exclusivamente para especialistas, y más asociada y enfocada a la acción social y a la aplicabilidad de los resultados. Entendiendo que un resultado “aplicable” puede encontrar sentido en el propio estímulo del debate y la reflexión social; pero quizás buscando otros formatos y otros contextos, que posibiliten la interacción enriquecedora con los y las protagonistas de los estudios.
Las II Jornadas internacionales sobre estudios de juventud reunieron, los pasados 16 y 17 de noviembre, a más de un centenar de expertos y expertas en la materia. El encuentro, centrado en las “Respuestas juveniles a la crisis: innovación social y política, cooperación y acciones colectivas” fue organizado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la FAD, la REJS (Red de Estudios sobre Juventud y Sociedad) y el Ayuntamiento de Fuenlabrada.
El Espacio Joven “La Plaza” de Fuenlabrada fue el lugar elegido para la celebración de las II Jornadas sobre estudios de Juventud “Respuestas juveniles a la crisis”. Un lugar amable y moderno, con historia y con futuro, que resultó inmejorable para abordar la temática elegida. Durante dos días el edificio y sus alrededores se llenaron de conversaciones sesudas sobre juventud y también de encuentros y reencuentros entre profesionales de la Península Ibérica y Latinoamérica en políticas, intervenciones e investigaciones sobre los y las jóvenes.
Si se puede sacar alguna conclusión de tipo general de las Jornadas sería que la crisis ha resultado ser un pozo muy profundo en cuyo fondo la juventud ha encontrado el impulso para salir adelante. Indudablemente, las consecuencias han sido muy negativas a todos los niveles de su desarrollo personal y social, pero también han resultado brechas significativas de resistencia que sirven de ejemplo de la creatividad, la flexibilidad y la valentía de una generación sin precedentes, tanto a nivel individual como colectivo.
Aunque, como indica Miquel Úbeda, investigador de la Universidad de Lleida, los efectos estructurales de la crisis sobre la población juvenil aún están por ver, los estudios de juventud tratan de ir analizando los que ya están ocurriendo y tratar de anticiparse a los que ocurrirán. Desde diferentes perspectivas, muchas de las intervenciones de las Jornadas se centraron en la agencia de los y las jóvenes en las contestaciones frente a estos efectos, ya sea a través de su participación en política, en la aparición de alternativas laborales o en el desarrollo de proyectos de innovación social.
La ponencia inaugural corrió a cargo de la investigadora y profesora mexicana Rossana Reguillo, quien puso el acento en los peligros de dejar a la juventud a la deriva en la definición de su identidad, “en la forma en la cual los y las jóvenes acceden a su propia voz”. Si en ese proceso de subjetivación se encuentran solos y vacíos, es más fácil que opten por conductas de riesgo como alternativa de inclusión social: violencia, narcotráfico, delincuencia, etc. Fue un arranque de Jornadas fuerte y desafiante, al cual siguieron, durante todo el día, reflexiones sobre otras respuestas más adaptativas a la(s) crisis, como la opción por el funcionariado, la cooperación solidaria, el asociacionismo, los movimientos sociales, la economía alternativa, la vuelta a los estudios, la migración, el emprendimiento…
El viernes, tras las sesiones de comunicaciones matutinas, tuvieron lugar tres mesas de reflexión fundamentales para la profundización y el ensanchamiento de la visión sobre “Juventud y crisis”: la primera, sobre la capacidad de respuesta y los límites de las prácticas de innovación social de los y las jóvenes; la segunda, acerca de los retos de los estudios sobre las juventudes; y la tercera, correspondiente a las políticas institucionales que comprenden a la población joven. En todas ellas se podía encontrar un hilo conductor que las unía: la necesidad de dar mayor protagonismo y mayor crédito a lo que dice y tiene que decir el/la joven para promover un cambio social real y duradero, más inclusivo y más humano. Y como indicó José Machado Pais, investigador y profesor portugués que se ocupó de la ponencia final junto con el catedrático español Enrique Gil Calvo, sin perder de vista que a la hora de trabajar para la juventud es preciso hacerlo desde la diversidad del conjunto que compone.
Financiadas por el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad, Banco Santander, Telefónica y la Organización Internacional de Juventud (OIJ), estas II Jornadas de Estudios de Juventud darán aún mucho que hablar y muchos frutos que recoger en el plano político e investigativo, si se consigue transferir el conocimiento que allí se generó. Tras las I Jornadas en Valencia en 2015, esta segunda edición de 2017, con una vocación más internacional tanto en su organización como en su proyección, tendrá además reflejo en los siguientes números de la Revista Metamorfosis, publicación académica del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la FAD especializada en la reflexión sobre esta etapa de la vida. Finalizamos esta crónica enlanzando con el vídeo resumen del encuentro, con la confianza de que se celebrarán unas III Jornadas al menos igual de potentes y trascendentes que estas.
Desde siempre en el mundo han existido madres adolescentes, “niñas que dan a luz niños”, pero este fenómeno no comienza a tenerse en cuenta por parte de los organismos internacionales (Naciones Unidas) y por los gobiernos de Estados Unidos y de los países de Europa occidental hasta finales de los años 60. En el caso concreto de España, no se recopilan datos regulares sobre el embarazo en esta etapa de la vida hasta los años 70.
Diversos estudios con jóvenes constatan que la perpetuación de roles y estereotipos ha alimentado la “normalización” de algunos comportamientos
No obstante, también se ha desvelado entre los adolescentes una mayor concepción sobre la igualdad entre hombres y mujeres
Los expertos coinciden en que ahora estos casos están más visualizados que nunca, sobre todo entre los jóvenes
Con motivo del Día Internacional contra la Violencia de Género y debido a la persistencia de esta lacra en nuestra sociedad, es conveniente seguir analizando cuáles son algunas de las variadas causas que contribuyen a que estos actos se sigan reproduciendo. Es en los jóvenes donde podemos encontrar alguna respuesta. No porque los actos violentos se produzcan más en este espectro de edad -que no es así- sino porque en su pensamiento está la clave de las generaciones futuras. La visión que ofrecen diversos estudios a este respecto es suficiente para detectar que los discursos entre los adolescentes tienden a perpetuar los estereotipos de género. Pero también que su concepción de la igualdad es cada vez mayor.
Uno de los últimos informes más clarificadores sobre esta cuestión es ‘¿Fuerte como papá? ¿Sensible como mamá? Identidades de género en la adolescencia’ elaborado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud. En base a dos grupos de discusión online entre más de 2.000 adolescentes de 14 a 19 años, se establecen algunas conclusiones. Destaca así que la mayoría de chicos y chicas estén de acuerdo con que el varón debe proteger a su pareja. Los chicos están mucho más de acuerdo con estas posturas y también con otros estereotipos machistas.
Pero es en las relaciones de pareja donde los datos son más sensibles. Aquí es mayoritario el estereotipo de la mayor autonomía masculina. Ellas, por su parte, le dan la vuelta: muchos hombres demandan una “entrega” total de sus parejas. Ahí es donde, en su concepción más extrema y peligrosa, el control suele atribuirse a los hombres. Numerosas campañas contra la violencia machista están encaminadas a combatir esa concepción del control del hombre sobre la mujer, avisando de que el siguiente paso puede ser la agresión.
A esto se une que existe cierta situación de “desventaja” de la mujer por el juicio social de sus comportamientos. Ellas están divididas entre la necesidad de escapar al estereotipo de “chica fácil” y la exigencia de “participar en el juego”. De las chicas se espera que participen del juego de la seducción y, al mismo tiempo, que desempeñen un perfil más “recatado”. Son conclusiones directamente relacionadas con la repetición de roles machista en la juventud.
Es cierto que la violencia de género es, según este mismo estudio, el caso más extremo. Explica que surge cuando se produce la combinación de esa sensación de inferioridad con la impotencia de responder al estereotipo de hombre dominante. Es más, sólo un 12% de los adolescentes dice no haber conocido, en las parejas cercanas, alguno de estos actos de violencia ejercido por un chico hacia una chica. Son mayoritarios y generalizados los actos relativos al control (revisión del móvil, con quién se puede hablar, dónde se puede ir). Es la faceta en la que las chicas aparecen como víctimas con más frecuencia.
Así lo explica Elena Rodríguez Sanjulián, coautora de esta investigación:
Aunque este escenario puede interpretarse, efectivamente, como la repetición de un modelo de ‘patriarcado’ entre los jóvenes, en realidad no todo es negativo. El contraste lo ofrece el desarrollo innegable del empoderamiento de la mujer y de las políticas de igualdad. Los propios adolescentes reconocen que se avanza lenta pero progresivamente y que ese es uno de los mejores instrumentos para erradicar la violencia de género.
Que esta violencia es una cuestión de poder y solamente desaparecerá cuando haya una verdadera igualdad y un pleno empoderamiento de la mujer es un mensaje en el que cada vez se abunda más desde estamentos internacionales como ONU Mujeres, la división femenina de las Naciones Unidas. Aboga por que las mujeres, chicas y jóvenes alrededor del mundo puedan vivir libres de toda forma de violencia y recuerda que esta lacra afecta a todo tipo de países, independientemente de su estatus económico.
Pero, en el caso de España, ¿qué hemos conseguido? ¿hemos avanzado mucho o poco? Pese a la voluntad política, a los recursos puestos encima de la mesa y a la búsqueda de acciones coordinadas, el camino por delante es incuestionable, pero tampoco hay que olvidar todo lo conseguido. Avances con asignaturas pendientes, podríamos decir:
En ese sentido apunta el estudio ‘Jóvenes y Género. El Estado de la cuestión’. La catedrática de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, Inés Alberdi, ubica como uno de los detonantes la incorporación de España a la Unión Europea. Ahí fue cuando las jóvenes vieron que podían cambiar, que podían ser independientes, tener sus propias amigas, y ampliar su “horizonte vital”. Son factores que se suman a otros como el avance hacia una sociedad más laica, más abierta y más tolerante:
Eso es avanzar hacia el empoderamiento. Así puede observarse también estos días en los numerosos actos convocados en todo el país -a nivel institucional, académico, social y educativo- con mensajes por la igualdad y la construcción de género, siempre partiendo del hecho de que es en la educación donde se encuentra una de las claves. La conclusión es que sí, que queda mucho por hacer. Seguir derrumbando los estereotipos entre los jóvenes es el primer paso, pero después la construcción de una sociedad libre de violencia de género cuenta con tantas variables que sería imposible enumerarlas.
En la última macroencuesta de violencia contra la mujer elaborada por el Gobierno se ha constatado que este tipo de agresiones (físicas, psicológicas, emocionales) siguen dándose en nuestro país. Pero los expertos coinciden en que ahora estos casos están más visibilizados que nunca y que los avances son «irreversibles» sobre todo entre los jóvenes. De hecho, según Fad Juventud, esta violencia es un problema social considerado muy grave en nuestro país por el 87% de la población joven. Y tres de cada cuatro jóvenes creen que las oportunidades de las mujeres en cuanto a salarios o en el acceso a puestos de responsabilidad en las empresas son mucho peores que las oportunidades de los hombres.
Puede que se hayan normalizado o “naturalizado” algunas situaciones, pero no hay sensación de impunidad. Los discursos contra los estereotipos siguen calando y las mujeres siguen construyendo roles de género autónomos y diferentes. Ese es el camino.