*Pilar Nicolás R.*
Joven, decidida y muy preparada. Es María Caso Escudero, activista ecologista que, entre sus múltiples facetas con causa social, ha fundado Futuro es Ahora y Demoslab. María también es miembro del Consejo Asesor del Alto Comisionado para España Nación Emprendedora en el Gobierno de Españay concejala en el Ayuntamiento de Madrid. En medio de la resolución de la Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático, del Metaforum por el Clima y antes de toda una Navidad de viajes y consumo por venir, hablamos con ella sobre su visión política del activismo juvenil por la emergencia climática.
Para empezar, siempre he entendido la justicia climática como parte de la justicia social, no de manera aislada, porque confluye con todas las discriminaciones que sufren las personas en función del lugar en el que han nacido y por determinadas características sociales que nosotros les añadimos: la raza, el género, las clases sociales… Por eso creo que uno de los grandes retos que tiene el movimiento ecologista es interseccionar con el resto de las causas para tener más fuerza.
De ahí que, desde bien pequeña (a los nueve años), me rebelara contra todo porque para mí no hay nada peor que un “porque sí”. Los niños y las niñas son capaces de enfrentarse a sus propios cuestionamientos y hay que dejarles crecer en curiosidad y creatividad. Es la razón por la que trabajo mucho para despertar las vocaciones y el activismo.
Ya con dieciséis años empecé en un programa de voluntariado sobre personas en el último estadío de VIH. Fue duro, pero me abrió mucho la mente; conoces historias de vida, estigmas… Después, en la etapa universitaria, un profesor me lanzó un dato que me marcó: “si el mundo se redujera a cien personas, sólo siete irían a la universidad”. Con esa enorme responsabilidad, mis compañeros y yo quisimos montar un proyecto, y, a partir de ahí, la causa final de reducir desigualdades y la movilización social me ha acompañado año tras año de modo diferente. Entre esas causas, en concreto la climática ha tomado relevancia poco a poco.
Ante un horizonte intergeneracional con brechas múltiples (digital, ecosocial, de salud mental, material, y de paradigma) lo que intento es darles esperanza, decirles que es normal cómo se sienten, que no están solos y resolver esas proyecciones de futuro que ya no valen para el momento en el que vivimos. E intentar construir un espacio en el que quepan sus voces.
Luego, trato de hacerlo desde mi ejemplo, animándolos a que se dediquen a lo que les apasiona, que en mi caso es la política. La política es luchar contra un sistema que ellos ven que no les representa, sin consenso, donde no se ponen las preocupaciones en el centro. Por eso les digo que la política merece la pena, y que si no fuese así, no merecería la pena vivir en sociedad. De este modo, yo les proyecto que se involucren en el desarrollo del sistema ofreciéndoles agencia y capacidad de empoderarse para transformar las cosas.
También, hago mucha pedagogía hacia ellos, pero sobre todo hacia arriba, hacia nuestros mayores. Y es que el 80%-90% de la población joven está interesada en las causas sociales, incluso se moviliza, según el primer informe de Demoslab “Futuro es Ahora“. Una vez movilizados y comprometidos, los adultos tienen que comprometerse ofreciendo espacios en empresas, listas electorales y programas políticos. Ya que no hay nada peor en la democracia que hacer perder el tiempo a la gente y las personas jóvenes hemos sentido muchas veces que se nos hacía perder el tiempo.
Por muchísimo motivos. Por un lado, por una cuestión de calidad democrática, de fortalecimiento de los lazos entre ciudadanos, y por generar mayor conciencia cívica aportando canales y recursos para que las personas jóvenes participen y desparezca la desafección. Al final, la democracia no se hereda, se crea.
Por otro lado, para mejorar la calidad de las políticas públicas, que resultarían más exitosas y contarían con el aval de la juventud y la ciudadanía si fueran impulsadas por estas, aunque ven como responsables últimos los gobiernos y las empresas. Así lo reflejaron las y los jóvenes en la primera encuesta de Futuro es Clima y agregaron que están dispuestos a asumir esos cambios en primera persona. Por ejemplo, utilizando transportes menos contaminantes a pesar del incremento de tiempo de traslado. De hecho, la medida que más piden es “el Abono T” para poder usar transporte público por todo el territorio por nueve euros al mes, que Greenpeace está impulsando.
Asimismo, por una cuestión de justicia intergeneracional. Por poner otro ejemplo, la Constitución Española es estupenda, pero si quiere durar cuarenta años más tiene que ser capaz de actualizar la voz joven. Como llegar a un pacto de Estado por el clima que lo estime un derecho reconocido, puesto que hay una relación directa entre el medioambiente y la gente que vive en las costas o tienen trabajos relacionados al clima; en definitiva, colectivos y sectores que más rápido ven las consecuencias de la emergencia climática.
Yo opino que hay un factor que nos hace iguales ante el compromiso con el futuro: el voto democrático, la capacidad de expresar nuestra voluntad política para generar cambios. Y creo que cada vez más jóvenes se dan cuenta de ello. Así lo avalan datos los de abstención en las elecciones generales, autonómicas, municipales y también europeas, que, aunque son alarmantes en esta franja de edad, poco a poco disminuyen. Hay que trasladar a los gobiernos su responsabilidad al respecto.
Sin embargo, otros muchos cambios están limitados para muchas personas que tiene menos recursos económicos. Por tanto, la participación sí cuesta dinero, se da una brecha económica. No tiene la misma facilidad alguien que tenga dinero para tener un coche eléctrico o una dieta vegetariana que una que no lo tiene. Es más, todas las discriminaciones a traviesan siempre en todos los procesos participativos. Se puede ver la discriminación por género, por ejemplo, en la Plataforma digital para la Conferencia sobre el futuro de Europa, donde las cifras indicaban que el 60% de la participación era masculina, un 18% femenina y el resto no indicaba género o eran personas no binarias.
En realidad, te diré que todas esas brechas se trasladan también a la política, porque es muy hostil para las personas que no quieren dedicarse profesionalmente a ello a pesar del interés que despierta porque es intrínseca a nuestras vidas. Estuve en una charla en un cole por el 8M con niños y niñas de nueve años, sabían perfectamente lo que era la guerra de Ucrania y estaban interesadísimas en conseguir la paz. Es por ello por lo que considero que es la propia sociedad la que apaga ciertas vocaciones como la política.
Surge con el propósito de garantizar la participación de todos, estuviesen activos o al margen de la materia. Así que, basándonos en las asambleas ciudadanas, quisimos continuar esta tarea para la gente joven, con ellos y ellas como parte fundamental. Por consiguiente, tenía que ser una participación aleatoria y representativa, a través de un sorteo anónimo y una posterior formación para todos aquellos que no conocían la idea.
Tras las asambleas se creó una asociación. Esta agrupación elaboró una primera encuesta sobre vivienda, clima y salud mental, que va a poner el foco en los tres aspectos. Ahora, están a punto de publicar sus conclusiones sobre medioambiente al hilo de la COP 28, que están deliberándose con el apoyo de personas expertas en un Consejo Asesor. Entonces, esos órganos creados tienen un mandato de seis meses, porque además la participación tiene que ser concreta y finita para que después formen parte activa permanente del Ministerio o la Comisión de Transición Ecológica. No olvidemos que nuestra Ley prevé la creación de una agencia de medioambiente con ciudadanía y expertos.
A fin de tener claras las prioridades de los y las jóvenes en las conclusiones, estamos, por una parte, detectando los conflictos entre los propios sectores ecologistas identificando los puntos de tensión y, por otro, poniendo a la juventud a debatir sobre ello. Es increíble observar cómo son un ejemplo de consenso para el resto en todas las cuestiones. Por otra parte, se han evaluado todos los debates en función de tres criterios: importancia, urgencia y si el contexto era favorable o no. Y de ese análisis se extrajo que la juventud todavía ve una capacidad de abordar retos, si no caeríamos en el nihilismo absoluto; así mismo, propuso poner las políticas climáticas en el centro del debate público con noticias en los medios de comunicación, en las que quepan informaciones positivas.
Yo he seguido muy de cerca las cumbres, pero no he viajado a ellas porque me generan muchas dudas internas, por lo que entiendo que el desencanto puede partir del propio planteamiento ideológico de cada uno y cada una. Aunque en el estudio constatamos que hay una primera barrera de desconocimiento sobre lo que son las COP y que, cuando se informa a la gente jovene sobre lo que son, se comprometen y piensan “esto es mejor que nada”. No obstante, como persona joven que soy, creo que en general las demandas que se hacen en la COP son mucho menos ambiciosas de lo que los jóvenes necesitamos ambicionar.
Creo que tenemos que conseguir más participación ciudadana en ellas, porque parece que, en vez de una, hay varias COP: la de las empresas que ponen sus estands y hacen un poquito de greenwashing, la de los que nos dedicamos a la ecología, la de los activistas que se juegan la vida, y la de los que van con corbata y deciden en última instancia lo que ocurre en la conferencia.
En el Metaforum de Empresas vimos que había cuatrocientas etiquetas eco en el supermercado. Podríamos hacer el mismo ejercicio contándolas en los regalos de Navidad… Tarea que para nosotros como consumidores sería imposible de abarcar. Por tanto, creo que la responsabilidad de nuevo recae en los poderosos, en aquellos sectores empresariales e institucionales que tienen capacidad de cambiarlo, porque el sistema no ha puesto facilidades.
Aunque siempre se puede hacer una compra más concienciada. Para mí es importante pensar que el dinero es energía. En la actualidad el gasto de sistema energético sigue siendo combustible fósil. Luego, pensemos que cada vez que hagamos esos gastos de 600 euros por persona en el hogar, y teniendo en cuenta la desigualdad de gasto según las familias, el 80% sigue siendo combustible fósil. Entonces, el mejor consumo es el “no consumo”.
Les diría que más allá de los cambios individuales, el gran cambio tiene que ser de toda la sociedad. En consecuencia, los animaría sin duda a que sigan su intuición. Que si intución es formar parte de la sociedad civil, de la movilización ciudadana, o emprender un proyecto empresarial con un fin social y medioambiental, pues que lo hagan. Pero que si es entrar en política, que para muchos estoy segura de que es así, que se lo propongan. Aquí estamos.
*Pilar Nicolás R* es una apasionada por la sociología, la investigación y la cultura. Trabaja como redactora para el blog “Análisis y Debate” del Centro Reina Sofía de Fad Juventud. En su faceta investigadora ha realizado varios informes de Juventud para la Fundación SM y da soporte en las investigaciones de Sociológica Tres S.L. Antes, ha trabajado para Europa Press y varias agencias de comunicación digital estratégica.