Diversos estudios con jóvenes constatan que la perpetuación de roles y estereotipos ha alimentado la “normalización” de algunos comportamientos
No obstante, también se ha desvelado entre los adolescentes una mayor concepción sobre la igualdad entre hombres y mujeres
Los expertos coinciden en que ahora estos casos están más visualizados que nunca, sobre todo entre los jóvenes
Con motivo del Día Internacional contra la Violencia de Género y debido a la persistencia de esta lacra en nuestra sociedad, es conveniente seguir analizando cuáles son algunas de las variadas causas que contribuyen a que estos actos se sigan reproduciendo. Es en los jóvenes donde podemos encontrar alguna respuesta. No porque los actos violentos se produzcan más en este espectro de edad -que no es así- sino porque en su pensamiento está la clave de las generaciones futuras. La visión que ofrecen diversos estudios a este respecto es suficiente para detectar que los discursos entre los adolescentes tienden a perpetuar los estereotipos de género. Pero también que su concepción de la igualdad es cada vez mayor.
Uno de los últimos informes más clarificadores sobre esta cuestión es ‘¿Fuerte como papá? ¿Sensible como mamá? Identidades de género en la adolescencia’ elaborado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud. En base a dos grupos de discusión online entre más de 2.000 adolescentes de 14 a 19 años, se establecen algunas conclusiones. Destaca así que la mayoría de chicos y chicas estén de acuerdo con que el varón debe proteger a su pareja. Los chicos están mucho más de acuerdo con estas posturas y también con otros estereotipos machistas.
Pero es en las relaciones de pareja donde los datos son más sensibles. Aquí es mayoritario el estereotipo de la mayor autonomía masculina. Ellas, por su parte, le dan la vuelta: muchos hombres demandan una “entrega” total de sus parejas. Ahí es donde, en su concepción más extrema y peligrosa, el control suele atribuirse a los hombres. Numerosas campañas contra la violencia machista están encaminadas a combatir esa concepción del control del hombre sobre la mujer, avisando de que el siguiente paso puede ser la agresión.
A esto se une que existe cierta situación de “desventaja” de la mujer por el juicio social de sus comportamientos. Ellas están divididas entre la necesidad de escapar al estereotipo de “chica fácil” y la exigencia de “participar en el juego”. De las chicas se espera que participen del juego de la seducción y, al mismo tiempo, que desempeñen un perfil más “recatado”. Son conclusiones directamente relacionadas con la repetición de roles machista en la juventud.
Es cierto que la violencia de género es, según este mismo estudio, el caso más extremo. Explica que surge cuando se produce la combinación de esa sensación de inferioridad con la impotencia de responder al estereotipo de hombre dominante. Es más, sólo un 12% de los adolescentes dice no haber conocido, en las parejas cercanas, alguno de estos actos de violencia ejercido por un chico hacia una chica. Son mayoritarios y generalizados los actos relativos al control (revisión del móvil, con quién se puede hablar, dónde se puede ir). Es la faceta en la que las chicas aparecen como víctimas con más frecuencia.
Así lo explica Elena Rodríguez Sanjulián, coautora de esta investigación:
Aunque este escenario puede interpretarse, efectivamente, como la repetición de un modelo de ‘patriarcado’ entre los jóvenes, en realidad no todo es negativo. El contraste lo ofrece el desarrollo innegable del empoderamiento de la mujer y de las políticas de igualdad. Los propios adolescentes reconocen que se avanza lenta pero progresivamente y que ese es uno de los mejores instrumentos para erradicar la violencia de género.
Que esta violencia es una cuestión de poder y solamente desaparecerá cuando haya una verdadera igualdad y un pleno empoderamiento de la mujer es un mensaje en el que cada vez se abunda más desde estamentos internacionales como ONU Mujeres, la división femenina de las Naciones Unidas. Aboga por que las mujeres, chicas y jóvenes alrededor del mundo puedan vivir libres de toda forma de violencia y recuerda que esta lacra afecta a todo tipo de países, independientemente de su estatus económico.
Pero, en el caso de España, ¿qué hemos conseguido? ¿hemos avanzado mucho o poco? Pese a la voluntad política, a los recursos puestos encima de la mesa y a la búsqueda de acciones coordinadas, el camino por delante es incuestionable, pero tampoco hay que olvidar todo lo conseguido. Avances con asignaturas pendientes, podríamos decir:
En ese sentido apunta el estudio ‘Jóvenes y Género. El Estado de la cuestión’. La catedrática de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, Inés Alberdi, ubica como uno de los detonantes la incorporación de España a la Unión Europea. Ahí fue cuando las jóvenes vieron que podían cambiar, que podían ser independientes, tener sus propias amigas, y ampliar su “horizonte vital”. Son factores que se suman a otros como el avance hacia una sociedad más laica, más abierta y más tolerante:
Eso es avanzar hacia el empoderamiento. Así puede observarse también estos días en los numerosos actos convocados en todo el país -a nivel institucional, académico, social y educativo- con mensajes por la igualdad y la construcción de género, siempre partiendo del hecho de que es en la educación donde se encuentra una de las claves. La conclusión es que sí, que queda mucho por hacer. Seguir derrumbando los estereotipos entre los jóvenes es el primer paso, pero después la construcción de una sociedad libre de violencia de género cuenta con tantas variables que sería imposible enumerarlas.
En la última macroencuesta de violencia contra la mujer elaborada por el Gobierno se ha constatado que este tipo de agresiones (físicas, psicológicas, emocionales) siguen dándose en nuestro país. Pero los expertos coinciden en que ahora estos casos están más visibilizados que nunca y que los avances son “irreversibles” sobre todo entre los jóvenes. De hecho, según Fad Juventud, esta violencia es un problema social considerado muy grave en nuestro país por el 87% de la población joven. Y tres de cada cuatro jóvenes creen que las oportunidades de las mujeres en cuanto a salarios o en el acceso a puestos de responsabilidad en las empresas son mucho peores que las oportunidades de los hombres.
Puede que se hayan normalizado o “naturalizado” algunas situaciones, pero no hay sensación de impunidad. Los discursos contra los estereotipos siguen calando y las mujeres siguen construyendo roles de género autónomos y diferentes. Ese es el camino.