*David Rincón Salmón
El deporte y la actividad física han evolucionado a la par de la humanidad, vinculándose con temas culturales, políticos y de desarrollo para las naciones. Entendiendo el deporte como cualquier tipo de actividad física (individual, colectiva, recreativa, competitiva, amateur, profesional o de otra índole), se tienen registros del mismo desde la Prehistoria. Y sabemos por la literatura clásica y por la Historia de los Juegos Olímpicos que en la Antigua Grecia tuvo su época de mayor esplendor en cuanto a repercusión social y económica. En la edad moderna, se quiere recuperar su importancia señalándolo como un pilar para la consecución del desarrollo y la paz.
Desde las primeras competiciones en Olimpia, que se datan en el 776 a.c. hasta la instauración del Comité Olímpico Internacional en 1894 pasaron veintisiete siglos, pero ambos hitos históricos compartían una apuesta: el deporte puede y debe formar parte de estrategias educativas y de desarrollo, así como puede beneficiar la comunicación y la negociación pacífica internacional.
El siglo XX, como sabemos, es un siglo de recuperación de derechos fundamentales para la ciudadanía y en lo que concierne al deporte no podía ser menos. En 1978, la UNESCO (Agencia de Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura) publica la Carta Internacional de la Educación Física, la Actividad Física y el Deporte. En sus primeras líneas se menciona que “Todo ser humano tiene el derecho fundamental de acceder a la educación física y al deporte, que son indispensables para el pleno desarrollo de su personalidad. El derecho a desarrollar las facultades físicas, intelectuales y morales por medio de la educación física y el deporte deberá garantizarse tanto dentro del marco del sistema educativo como en el de los demás aspectos de la vida social”.
Pero es el nuevo milenio el que trae el impulso necesario para situar al deporte en el centro, no solo del desarrollo individual, sino del desarrollo de los pueblos en tanto que grupos humanos interconectados. Exactamente, fueron necesarios algo más de diez años de trabajo de documentación y de ideación en el seno de la ONU hasta que en 2013 se instaurase el Día Internacional del Deporte para el Desarrollo y la Paz.
En julio de 2002, el Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, reunió un Grupo de Trabajo Interinstitucional para examinar las actividades que incluían el deporte dentro del sistema de las Naciones Unidas. Este Grupo reunió a agencias con importantes experiencias de uso del deporte en sus trabajos, entre las que se incluían la OIT, la UNESCO, la OMS, el PNUD, UNV, el PNUMA, ACNUR, UNICEF, el UNODC y ONUSIDA. ¿Sus propósitos? Identificar ejemplos instructivos y promover un uso más sistemático y coherente del deporte en las actividades para el desarrollo y la paz.
En el camino, para seguir avanzando y sensibilizando sobre el tema, se proclamó 2005 como Año Internacional del Deporte y la Educación Física.
Hoy en día, el 6 de abril nos recuerda la obligatoriedad de incorporar el deporte en las líneas de acción que persiguen los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), como facilitador, como guía y como sustento para seguir evolucionando a la par que la humanidad.
Si bien se puede involucrar en todos ellos, toma especial relevancia en el objetivo 3 (garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades), en el objetivo 4 (garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos), en el objetivo 5 (lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas), en el 8 (promover el crecimiento económico inclusivo y sostenible, el empleo y el trabajo decente para todos), en el 9 (construir infraestructuras resilientes, promover la industrialización sostenible y fomentar la innovación), en el 10 (reducir la desigualdad en y entre los países), el 11 (lograr que las ciudades sean más inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles), el 13 (adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos), el 16 (promover sociedades justas, pacíficas e inclusivas) y el 17 (revitalizar la Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible).
Hoy también deseamos, como ocurría en la Antigua Grecia, que el deporte acabe formando parte de “treguas sagradas” que proclamen el fin de las guerras y conflictos entre los estados. Ojalá, compartiendo la visión de Pierre de Coubertin, fundador de los Juegos Olímpicos Modernos, entendamos que el deporte tiene beneficios internacionales y que puede formar parte de amplias estrategias educativas para la juventud y las generaciones del futuro, también en la educación para el desarrollo y para la paz.
*David Adolfo Rincón Salmón es investigador y divulgador científico. Ha colaborado con Naciones Unidas en México, en la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible (SDSN), en Organismos de Gobierno y en la Promoción de la Agenda 2030 y los ODS. También ha colaborado con la Agencia Alemana de Cooperación Internacional GIZ y lidera la iniciativa Sportik Group.