Estos días, en las redes y en los medios de comunicación tradicionales, se están sucediendo imágenes que muestran a jóvenes tomando algo en terrazas, ya sea en ciudades de interior o en zonas costeras, sin mascarilla o con ella mal puesta, sin respetar distancias de seguridad y entre grandes aglomeraciones de gente.
También se ha hecho viral este anuncio de la región del Véneto, en Italia, que utiliza códigos visuales ciertamente impactantes para disuadir de este tipo de conductas. Sin duda alguna, estas actitudes son reprochables, pero debemos tratar de entenderlas para poder llegar a imaginar escenarios más prudentes y funcionales a esa nueva normalidad de la que nos hablan, en la que aún conviviremos con el virus, pero sin estado de alarma.
Jóvenes y mayores hemos llegado exhaustos a la fase 1 de desescalada. El confinamiento no nos ha venido bien a casi nadie y aunque ya llevamos unas semanas pudiendo salir a la calle a realizar algunas actividades en solitario o en familia, el poder juntarnos con familia extensa, con colegas o con quien nos apetezca puede llevarnos a la relajación en las medidas preventivas y a vivir en el presente, casi instintivamente y como mecanismo de compensación. Por eso pueden darse los rencuentros efusivos, emocionales, de exaltación del cariño en los que relativicemos los riesgos y dejemos a un lado el miedo. Este subidón nos afecta a todas y todos, no importa la edad, pero se hace especialmente notable en la adolescencia y la juventud.
Como ya nos indicaba el antropólogo Alberto Corsín al inicio del confinamiento: “La meta en esta etapa de la vida (refiriéndose a la adolescencia) es abandonar la reclusión doméstica y abrirse al mundo”. Siguiendo a este autor, los cuerpos físicos, en esta franja etaria, son vehículos fundamentales no solo de expresión sino de extensión a los demás. Sabemos, por tanto, que para ellas y ellos, las y los adolescentes, privar al cuerpo de sus lenguajes, más en una cultura abiertamente háptica (en la que es importante saludar con besos y abrazos o agarrarnos mientras nos hablamos) es complicado. No es disculpa, es una posible explicación.
No obstante, y pese a que sabemos que es muy difícil reprimir ciertos impulsos, seguimos apelando al sentimiento de “compromiso con lo colectivo” al que ya aludíamos al principio de la cuarentena, para hacer un llamamiento a las y a los jóvenes para una #DesescaladaResponsable. Insistimos en su capacidad, en vuestra capacidad, de compromiso auténtico, que sabemos que ha sido siempre piedra de toque en esta etapa de la vida y os pedimos prudencia y sensatez. Durante esta crisis sanitaria estáis siendo ejemplo en muchos sentidos, liderando las relaciones digitales absolutamente naturalizadas, demostrando capacidad de adaptación a la educación a distancia y al teletrabajo y liderando la solidaridad.
Las generaciones que os preceden, y que aún viven, no han asistido a una crisis igual. Fueron herederas, quizás, de anteriores pandemias que les hicieron aprenderse ciertas normas de salud personal imprescindibles para la salud pública, pero a esta nueva realidad en la que tenemos que llevar mascarilla y en la que tenemos que evitar, por un tiempo, las congregaciones de grandes masas de población, tenemos que acostumbranos todas y todos, sobre todo en las ciudades. Ojalá podamos seguir contando con vuestro ejemplo.