*Celia Prat
El juego online no es solo divertido, además se acompaña de otros elementos que enfatizan su capacidad adictiva, sobre todo en menores de edad. El azar es el principal componente que hace que, jugar, llegue a ser problemático, pero hay otras dimensiones que hay que tener en cuenta. Son necesarias estrategias de prevención y políticas públicas de intervención, ya sean directas o a través de mediadores.
El juego es una actividad que sin duda ofrece muchas posibilidades y muy positivas, tanto para adultos como para menores y jóvenes. Es una fuente inagotable de aprendizajes muy necesarios para nuestra socialización y desarrollo personal y social. Comprender los elementos y procesos involucrados en el juego, el seguimiento y cumplimiento de normas, el necesario establecimiento de objetivos, la programación de estrategias, el trabajo en equipo: son aspectos que aplicaremos en nuestra vida.
Además, el juego ofrece ingredientes muy necesarios también en el aprendizaje y muy deseados por la población: es fuente de placer, diversión y entretenimiento. Parece que hasta aquí todo va bien, tanto aprendizajes como diversión son dos elementos positivos, especialmente si hablamos de menores y jóvenes. Por lo tanto ¡Vamos a jugar!
Pues no es todo tan simple. El problema surge cuando aparece una nueva variable: el azar, ya que es entonces cuando podemos empezar a hablar de riesgos. El azar convierte al individuo en un personaje pasivo, limitando los aspectos positivos del juego y abriendo la puerta a distintos problemas, entre ellos, la adicción. La idea de que se puede ganar, de que se puede vencer a ese azar, la gran inmediatez en la ganancia, la posibilidad de repetición rápida si se ha fallado, la ilusión de control, de que se pueden recuperar pérdidas… Todo ello genera una gran estimulación cerebral que invita a realizar y repetir el comportamiento, lo que puede convertirlo en adictivo.
Además, hay otras dimensiones sociales que también influyen: por un lado, la gran oferta actual de opciones de juego y su gran cercanía y accesibilidad, así como la falta de regulación en la publicidad; por otro lado, el extendido uso de las TIC por parte de menores y jóvenes que facilita claramente su contacto con distintas modalidades de juego online (apuestas deportivas, juegos de casino, tragaperras…) ¡Todo a golpe de un clic!
El DSM-5 (Manual para el diagnóstico de los trastornos mentales) ya considera el juego como un trastorno adictivo en la misma categoría que el consumo de sustancias. De forma similar, la Estrategia Nacional sobre Adicciones 2017-2024 (antes Drogas), lo incluye como uno de los temas a abordar de forma prioritaria. Algunos autores lo sitúan, incluso, como un problema de salud pública.
¿Qué podemos hacer?
Tal vez nos hemos descuidado y hemos pensado que los problemas de juego eran solo como hasta ahora los conocíamos, problemas más presentes en la población adulta, especialmente en hombres, relacionados con comportamientos que tenían lugar en lugares específicos y momentos concretos y que, sobre todo, se manifestaban a través de situaciones próximas a la adicción. Sin embargo, lo descrito anteriormente nos hace tomar conciencia de otra dimensión, los menores y jóvenes también tienen problemas aunque estos problemas no sean solo la adicción y, por lo tanto, urge tomar medidas al respecto.
*Celia Prat es jefa del Equipo de Formación y Eventos en Fad. Coordina, tutela, diseña y evalúa contenidos, cursos y programas de prevención de riesgos psicosociales. Es una curiosa empedernida, viajera y cinéfila de pro.