* Alba Mengual
Llevamos ya varios días de confinamiento y muchas personas han empezado a sufrir algunas de sus consecuencias. El ser humano es un animal social por naturaleza y, como tal, necesita el contacto con el grupo, familiares o amistades, para mantener una buena salud mental. El aislamiento prolongado, unido a la constante incertidumbre que estamos viviendo, puede generar estados de ansiedad, soledad, melancolía, apatía o irritabilidad. Las repercusiones psicológicas de la pandemia nos afectan en mayor o menor medida a toda la sociedad, independientemente de la edad que tengamos, sin embargo, hay sectores especialmente sensibles.
Adolescentes y jóvenes son una franja etaria que hay que seguir de cerca: están en una etapa de la vida en la que el contacto físico con las amistades es de suma importancia y en la que mantener los espacios de intimidad respecto a los progenitores es fundamental, por lo que convivir 24 horas al día, 7 días a la semana, con ellos y ellas no ayuda. El uso de las tecnologías está ayudando a amortiguar algunas de esas carencias sociales que produce el aislamiento. Las y los más jóvenes estarán haciendo un uso especialmente intensivo de ellas en estos días, utilizando también en mayor medida las redes sociales, aplicaciones de conexión o jugando con sus amistades de forma online, pero puede que todo este ocio compartido de forma virtual no llegue a suplir su necesidad de evasión y de exploración.
Algunas madres y padres nos llaman estos días al Servicio de Información y Orientación de la FAD 900 16 15 15, preocupados por haber descubierto durante el confinamiento alguna conducta de consumo de drogas en sus hijos e hijas jóvenes, que hasta el momento desconocían. Los consumos de adolescentes y jóvenes son principalmente ocasionales y en algunos casos de abuso (por ejemplo los atracones), pero no suelen tener que ver con la adicción. Estos consumos se llevan a cabo, por lo general, en espacios de ocio y están asociados a la diversión y socialización. No obstante, es posible que en este momento algunas o algunos jóvenes acudan al consumo de alcohol u otras drogas, como una forma de afrontar las consecuencias del aislamiento.
A continuación, y teniendo en cuenta que cada caso tiene sus particularidades, exponemos algunas recomendaciones generales para padres y madres, que pueden ayudar a evitar que estas conductas acaben derivando en consumos problemáticos.
Hacer una reflexión del consumo propio.
En primer lugar, deberíamos hacer una reflexión de nuestro consumo en casa. En estos días de confinamiento vamos a pasar muchas horas en familia, y los hijos e hijas van a ser testigos de muchas de nuestras conductas. En el caso del alcohol, cuyo consumo está muy normalizado en la sociedad, es fundamental durante el confinamiento que mantengamos un consumo limitado.
Hablar con la hija o con el hijo sobre la conducta de consumo.
Es muy importante que padres y madres abordemos esa conversación con actitud serena y tranquila. Si acabamos de descubrir que nuestro hijo o hija consume alguna droga y estamos enfadados, es mejor que posterguemos esa conversación para otro momento, cuando ya nos hayamos calmado.
Debemos evitar en todo momento caer en el dramatismo y en la recriminación. Es momento de hacer preguntas abiertas sin juzgar, para que podamos hacer una buena valoración del tipo de consumo que tiene.
En caso de que estén sufriendo algún tipo de consecuencia psicológica relacionada con la situación actual, una actitud de escucha activa nos permitirá ayudarles mejor.
Dejar espacio e intimidad en la medida de lo posible.
Estos días de cuarentena, debemos respetar especialmente sus espacios y facilitarles que mantengan el contacto virtual con su círculo de amistades. En el momento vital en el que se encuentran, es importante que respetemos que quieran separarse de los adultos, aunque todavía nos sigan necesitando.
Mantener abiertas las vías de comunicación en la familia.
Es fundamental que en estos momentos mantengamos una comunicación fluida en la familia y evitemos los conflictos en la medida de lo posible. Para ello, también es importante que haya una buena organización y una asignación equitativa de las tareas de la casa. Así evitaremos las discusiones a diario sobre quién ha hecho o debe hacer alguna tarea en particular.
El apoyo de la pareja en este momento también va a ayudar a que la convivencia en familia con nuestros hijos e hijas sea mejor. Hablar con nuestra pareja acerca de los sentimientos que estamos viviendo en estos momentos, va a ayudar a reducir nuestra ansiedad y nos va a permitir mantener mayor tranquilidad en la relación con nuestros hijos e hijas.
Establecer rutinas y objetivos diarios.
Otra forma de prevenir que adolescentes y jóvenes acudan al consumo, consiste en crear rutinas (estudios, ejercicio físico, conversaciones con amistades, etc.) y establecer unos horarios para los próximos días. Esta organización siempre ayuda a mantener la mente centrada y nos devuelve la sensación de control y de seguridad.
Cabe también la posibilidad de que nuestro hijo o hija reconozca que tiene una adicción o cualquier otro problema de tipo emocional y/o psicológico. En estos casos, lo mejor es escucharles, validar las emociones, y contactar con un recurso especializado con profesionales.
Si os encontráis en una situación de este tipo, también podéis llamarnos al Servicio de Información y Orientación de la Fad 900 16 15 15, o nos podéis escribir a través de WhatsApp al 681155160. Es un servicio gratuito, confidencial y el horario de atención es de 9 a 21h de lunes a viernes. Además de facilitaros información de recursos presenciales, os ofreceremos pautas de apoyo y de escucha para afrontar cada caso particular.
*Alba Mengual es psicóloga sanitaria, máster en Terapia familiar y posgrado en Género y Adolescencia. Lleva 9 años en Fad atendiendo el SIOF (Servicio de Información y Orientación de Fad) y colaborando en el departamento de Familias. Gracias a la calma que transmite y a su gran sonrisa, es capaz de conseguir que todas las personas que atiende terminen el día con un poco más de luz en su interior. Es madre de un niño de un año llamado Kai, malasañera a tope y, cuando tiene tiempo, consumidora empedernida de música, cine, series y libros.