*Elena Ares Nieto
La dopamina, comúnmente conocida como la “hormona de la felicidad”, es un neurotransmisor que está presente en diferentes áreas de nuestro cerebro y que no solo controla nuestras respuestas mentales y emocionales, sino también las reacciones motoras.
La liberación de dopamina (una función natural en el ser humano) podría hacer, si se liberase en exceso, que las personas se convirtiesen en adictas ya que las llevaría a estar buscando siempre el placer llegando a niveles cada vez más altos.
Pero, ¿el mecanismo de la dopamina funciona igual durante toda la vida?
Pues resulta que no… Entre los 13 y los 19 años, se da una mayor liberación, lo que hace que se produzca una estimulación en la búsqueda de sensaciones nuevas… Pero lo curioso es que, incluso teniendo una liberación exagerada de este neurotransmisor durante estas edades, los niveles básicos siguen siendo menores durante la adolescencia que en la edad adulta… Por lo que, ¿os imagináis qué puede significar esto?
Pues que, en estas edades… nos aburrimos o tendemos a aburrirnos más… así que intentamos buscar cosas que nos entretengan, que sean novedosas, que nos proporcionen emociones fuertes, que nos evadan de ese aburrimiento… vamos, que nos den mucha dopamina.
Emociones fuertes se pueden conseguir de muchas maneras, pero claro, existe una que parece rápida (aunque a la larga nada aconsejable), ¿estáis pensando en alguna?
Bueno… Pues seguro que muchas y muchos habéis acertado… ¡Sí! Las drogas. No todas, pero sí muchas, aumentan la liberación de esta “hormona de la felicidad” y, aunque es cierto que el nivel de dopamina en una o un adolescente no siempre es el mismo (sube y baja como si estuviera en una montaña rusa), cuando este nivel se encuentra abajo, el consumo de estas drogas lo puede elevar, sacando al chico o a la chica de su mal rollo.
Pero… Os planteo un reto: ¿Salimos del aburrimiento siendo más originales? Porque… chicos, chicas, esto de las drogas ya está un poco visto, ¿no creéis?
Está claro que a estas edades apetece hacer cosas nuevas, experimentar, desfasar un poquito, pero, ¿para esto se necesita consumir? La historia es que encima, como os he contado, hay que luchar con la biología, así que, cierto es que la tarea no es fácil, pero seguro que se os ocurre algo…
Si nos acostumbramos a recibir ríos de dopamina del exterior (drogas), nuestro cerebro también lo hará, y ya no sabremos diferenciar entre el abuso y la adicción.
De hecho, podrá llegar un momento en el que no sólo se liberará dopamina (te sentirás bien) cuando la tomas, sino también cuando planeas hacerlo, piensas en ella, estés con personas con las que en algún momento la hayas consumido, o cualquier situación que te recuerde a ella. Fijaros qué difícil sería entonces controlar eso… despertaría en ti una necesidad imperiosa de conseguir y consumir esa sustancia, y lo peor de todo, que esto sería cada vez más a menudo, olvidándote de las cosas que realmente importan.
A ver… consumir una droga no supone siempre llegar a tener un problema de adicción, pero un pequeño porcentaje lo tendrá, y empezar a consumir a edades tempranas aumenta esa probabilidad.
El cerebro adolescente es más sensible a la adicción que el cerebro adulto… ¡Qué le vamos a hacer!
Al fin y al cabo, en la etapa adolescente el cerebro está en proceso de maduración, y a esto se le une la búsqueda de una mayor excitación, y si es con el mínimo esfuerzo posible, más que mejor…
Así que, se me ha ocurrido pasaros unos truquillos para aumentar esa pequeña cosa que hemos descubierto llamada dopamina, ¡pero de forma natural!:
* Elena Ares es licenciada en Psicología. Su trayectoria profesional se ha centrado en el área de Educación y el área de las Drogodependencias, actualmente trabaja en la Fad como coordinadora del Servicio de Información y Orientación (SIOF y SIOF Joven). Se define como psicóloga de vocación ya que, a pesar de llevar más de 18 años en la profesión, sigue con la misma ilusión del primer día. Es una apasionada de su familia, sus amigas, que siempre están en su pensamiento aunque no las pueda ver tanto como quisiera, la buena comida (le encanta conocer sitios nuevos), su perrita Kira y los libros que la ayuden a crecer.