*Manuel Pérez Moreno
Durante todo el periodo de confinamiento estricto que padecimos en marzo y abril de este año por el estado de alarma sanitaria provocada por la COVID-19, las casas de apuestas y los salones de juego, al igual que el resto de los “locales de ocio” permanecieron cerrados, en cumplimiento de la Normativa de Alarma Sanitaria establecida por el Gobierno de España. Además, según estableció en la planificación de la desescalada el Ministerio de Sanidad, hasta la Fase 3 y, con restricciones, este tipo de negocios no pudo abrir. Desde entonces, y también en el nuevo estado de alarma, permanecen abiertos con el mismo horario que bares y restaurantes.
Aunque desde la publicación de la Ley del Juego de Garzón (febrero, 2020), la publicidad está limitada a franjas horarias de madrugada, salvo eventos deportivos, y los personajes públicos y grandes referentes de los menores, como deportistas, youtubers o influencers, no pueden vincularse a este tipo de campañas que puedan dar un mensaje de ‘éxito fácil y profesionalidad’ al juego de azar y a las apuestas deportivas, el sector del juego vuelve a estar disponible para las y los jóvenes y cabe seguir preguntándose sobre este tipo de ocio entre ellas y ellos, que tiene cabida en el 30,7% de chicos entre 18 y 24 años y entre el 15,3% de las chicas de esta misma edad (ESTUDES, 2018). Y lo que es peor, como indica esta misma fuente, se trata de un ocio que acabará en juego problemático en el 4,2% de los casos.
¿Por qué se siente la juventud atraída por estos locales?
Los y las jóvenes se reúnen en estos locales, según argumentan, ante la inexistencia de un ocio alternativo, y aquí encuentran un ambiente aparentemente relajado, con un olor, unas luces y una decoración envolvente y privada, donde se les ofertan consumiciones muy baratas, incluidas con alcohol, retransmisiones deportivas en abierto y WIFI gratis. Por todo esto, no llegan a tener percepción del riesgo, sino que ir a las casas de apuestas el fin de semana ya lo consideran una forma más de ocio o entretenimiento en grupo, donde destaca el que mejor se conoce los juegos o el que presume de haber ganado alguna vez una apuesta.
Pues bien, nuestra responsabilidad y obligación, por tanto, como padres y madres, profesorado y centros educativos, profesionales de la educación social o la terapia ocupacional y sanitarios, es aceptar que existe un problema para poder trabajar en la prevención y reducción de los riesgos.
¿Qué podemos hacer para ayudarles?
Debemos conversar con ellos y ellas, desde una actitud positiva y empática; interesarnos aún más, si cabe, por su apatía, por su aburrimiento, por su incertidumbre, por su ansiedad, por su búsqueda de diversión, en definitiva, por el manejo de sus emociones y de las situaciones que le produce un potencial de reforzamiento cerebral.
Vamos a decirles que no se necesita apostar para sentirse mejor ni para ser el mejor valorado del grupo.
Vamos a informarles de los riesgos y de los perjuicios que llevan asociados el juego y el mundo que le rodea.
Vamos a explicarles que los locales de apuestas y los salones de juego son negocios en los que “la casa siempre gana”.
Vamos a ofrecerles o proponerles opciones de ocio saludable, como el entretenimiento deportivo o cultural, el cine, el teatro, los espectáculos deportivos o experiencias tan enriquecedoras como el voluntariado.
Pero vamos a hacerlo ya, sigue siendo urgente. El trabajo no será fácil, pero la recompensa merecerá la pena.
*Manuel Pérez Moreno es farmaceútico y doctor en Ciencias de la Salud. Profesor de universidad, padre y filántropo, cree en la juventud como etapa de la vida en la que hay que tomar conciencia de los riesgos.