Este domingo, 26 de julio, se celebra el “Día de los abuelos y de las abuelas”. Esperamos que este 2020 disfruten especialmente de su efeméride, teniendo en cuenta que las personas mayores de 65 años han sido uno de los colectivos más perjudicados por la pandemia, y no solo por motivos de salud.
En los tiempos que corren, hace tiempo que abuelos y abuelas han dejado atrás el rol de “cumplidores de caprichos” que se les ha atribuido durante décadas. Refranes como “los padres crían y los abuelos malcrían”, además de no contemplar la perspectiva de género, perdieron su sentido cuando las jornadas maratonianas de trabajo y la falta de conciliación familiar provocaron que abuelos y abuelas se convirtieran en un agente educador más de sus nietos y nietas. Uno muy importante me atrevo a decir. palabra
Me viene a la cabeza la imagen de mi padre recogiendo a mi sobrina Carlota del aula de Infantil. Ella, llorosa porque Isa Rodríguez no la hizo caso en el recreo. Él, ofreciéndole un apetitoso sándwich de jamón como consuelo (Con el paso de los años, se olvida, pero esta etapa puede ser dura, muy dura. Ya nos lo recuerda Ray Bradbury en el magistral relato “El parque de juego”). O la de mi madre, explicándole pacientemente a Bosco, a sus desafiantes nueve años, por qué no debe tomar al pie de la letra que su tutor le diga que “puede irse si no le interesa la clase”.
Esta fórmula magistral de mimos y pedagogía cobra su máximo esplendor durante esas largas semanas de vacaciones en la casa de la sierra de la abuela, o el apartamento de la playa del abuelo. Días y noches de convivencia intergeneracional, lecciones para la vida y ocio estival. Todo ello, aderezado con una gran dosis de empatía que permite a abuelos y nietos ponerse en el lugar del otro para descubrir que la edad es solo un número y que entre nieta y abuela hay muchos más puntos en común de los que las separan.
¿Qué ocurre, entonces, cuando la pandemia “entra en la ecuación” y empezamos a escuchar palabras como “cuarentena”, “confinamiento” o “paciente de riesgo”? Tristemente, además de poner en juego su salud e infundir el miedo en sus corazones, el aciago 2020 ha obligado a abuelos y abuelas a separarse durante meses de las personas que más quieren: su familia.
Obviamente, no iban a rendirse tan fácilmente. Si escribieran en este post con sus propias palabras nos dirían que, “si han sobrevivido a la guerra y al hambre”, nada ni nadie en el mundo podrá separarles de la sonrisa de dientes de leche de sus pequeños y pequeñas, ni de la carcajada chillona que suena a continuación.
Así, abuelos y abuelas de todo el mundo se han sumado al fenómeno de la transformación digital y encontrado en las TIC una aliada necesaria para sentirse cerca de sus seres más queridos. Han descubierto que una reunión virtual puede ser la alternativa perfecta a la separación física. Han incluido en su vocabulario e incorporado en sus rutinas diarias conceptos como “videollamada” o “Skype”. Han dejado de creer que la informática y las nuevas tecnologías son “cosa de otros tiempos” para lanzarse a la piscina de los audios y los emojis.
Probablemente, la imagen de Carlota enseñándole a mi padre todos sus juguetes a través de la pantalla del móvil ha sido lo más bonito que he visto este año. Antes decía los memes no tenían ninguna gracia, ahora se lo pasa pipa reenviándole al móvil de su madre imágenes de las Supernenas. Lo que daría por haber visto a mi propio abuelo escribiendo en whatsapp, con lo rápido que tecleaba con su vieja Olivetti, habría sido el rey de todos los grupos.
Por eso, en este peculiar “Día de los Abuelos y de las Abuelas”, además de desearles una muy feliz efeméride, les felicitamos especialmente por su capacidad de resiliencia y de adaptación a los nuevos tiempos, por abanderar las nuevas tecnologías y por ser un ejemplo para todas las generaciones.