Desde el momento en que los elementos riesgo e incertidumbre están presentes en el día a día, parece necesario analizar la forma en que la sociedad valora una cuestión como la adversidad. Con esta premisa, la socióloga Adele Pavlidis, desde el blog TASA Youth, realiza un interesante análisis sobre los principales debates sociológicos contemporáneos que se articulan en torno al concepto de adversidad.
El concepto, y tal y como se expone en el artículo, es inherente a lo político, ya que de su significado devienen cuestiones sobre los valores, las dinámicas sociales y las relaciones de poder. Por tanto, el análisis de “lo adverso” resulta una interesante fuente de la que extraer información sobre las dimensiones materiales y afectivas que impregnan las experiencias cotidianas de los y las jóvenes.
La primera vez que “lo adverso”, como concepto analítico, apareció en la literatura sociológica fue en 2009, en un intento por dar respuesta a las tensiones entre la teoría del riesgo de Beck y el constructivismo estructuralista de Bourdieu. En este sentido, al realizar una síntesis que trate de correlacionar ambas corrientes teóricas, y aplicada al campo específico de las juventudes, Pavlidis expone que el riesgo y la adversidad son unas de las primeras experiencias que atraviesan los y las jóvenes con objeto de poder integrarse con éxito en unas sociedades cada vez más fluidas y arraigadas a la volatilidad.
De esta manera, el concepto de adversidad se emplea aquí como herramienta facilitadora de la inserción social y de la reflexión individual y colectiva, necesarias para poder mediar y negociar en la realidad social. Así, la comprensión de las maneras en las que los y las jóvenes generanrelaciones sociales y pautas sociabilizadoras a través de la adversidad, requiere del estudio de teorías sociológicas contrastadas. En este sentido, la corriente teórica post-materialista ha arrojado luz sobre estas cuestiones al entender la adversidad no como algo inevitablemente opresor, homogéneo y lineal, sino como un recurso que puede ser empleado para producir – tanto en lo material como en lo discursivo- nuevas y variadas oportunidades vitales.
No obstante, como concepto, la adversidad necesita ser explorada desde más perspectivas y paradigmas teóricos, con el fin de que los contextos y las situaciones desfavorables se conviertan en potentes instrumentos capaces de desafiar las visiones más normativas que recaen sobre la población joven, para dar paso a unas transiciones hacia la vida adulta sustentables y basadas en la capacidad de agencia y el repensar común.