(Madrid, 14 de diciembre de 2021).- El año 2020 estuvo marcado por una crisis global que, además del severo impacto sanitario, ha creado un profundo desajuste en el mercado laboral ahondando en la incertidumbre y la inseguridad de los y las jóvenes españoles a la hora de afrontar un proyecto de futuro.
El Índice de Desarrollo Juvenil Comparado 2021 no tiene en general resultados muy alentadores. Prácticamente todos los países y territorios retroceden respecto a los logros alcanzados en la edición anterior de 2020 y los sectores responsables son claramente el empleo y la emancipación.
Sin embargo, en comparación con la media de la UE-27, España se sitúa por encima en el grado de desarrollo juvenil de Vida/Salud y, sobre todo de uso y manejo de TIC que mide el avance juvenil en ámbitos como el acceso y el uso de Internet, pero también en las capacidades digitales desde áreas como la comunicación digital, la información digital, la resolución de problemas y el manejo de software de la población joven entre los 16 y 29 años.
Son diez las Comunidades Autónomas españolas que superan la media de la UE. Con La Rioja a la cabeza -a la altura de Dinamarca o Países Bajos, destacan también País Vasco, Castilla-La Mancha, Murcia, Cantabria, Madrid, Cataluña, Extremadura, Andalucía y Comunidad Valenciana.
Son datos extraídos del Índice Sintético de Desarrollo Juvenil Comparado (ISDJC-2021)(1) elaborado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de Fad, en el marco del ProyectoScopio, un proyecto global de recopilación, sistematización y obtención de datos para el análisis de la realidad y socialización juvenil que se realiza gracias al apoyo de Banco Santander y Telefónica.
El Índice, que se renueva anualmente, está elaborado a partir de datos relativos a educación, empleo, emancipación, vida/salud y uso de TIC. En él se ofrece una fotografía fija que permite medir el avance en materia de desarrollo juvenil de manera comparada en los 27 países de la Unión Europea (UE-27) y, a nivel de España, en las 17 Comunidades Autónomas. Además, la elaboración en años sucesivos permite ver la evolución de los diferentes parámetros desde el año 2009.
Los datos han sido presentados hoy en Madrid por la directora general de Fad, Beatriz Martín Padura, y la subdirectora del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de Fad, Anna Sanmartín.
El Índice de Desarrollo Juvenil 2021 de España es de 5,012 [en la escala 0-10] y ocupa la posición 35 del ranking general, de un total de 45 territorios analizados. España, con un amplio margen de mejora en desarrollo juvenil, se ubica 17 posiciones por debajo de la media europea y solo por delante de los tres últimos: Italia, Bulgaria y Rumanía.
La media de desarrollo juvenil de la UE se sitúa en 5,927 y solo la Comunidad de Madrid logra superar esta media europea global y País Vasco llega a rozarla, aunque sin superarla. En la parte baja de la tabla –sólo por delante de Italia, Bulgaria y Rumanía- se encuentran Castilla-La Mancha, Canarias e Islas Baleares.
La mala posición española en el ISDJC 2021 tiene que ver fundamentalmente con los resultados obtenidos en las variables de empleo y emancipación que lastran el resultado global del índice.
La crisis del COVID19 ha impactado de forma clara en toda Europa, pero de forma más acusada en España que ha visto interrumpida abruptamente la trayectoria de mejora que se venía produciendo durante el periodo 2016-2020.
La posición rezagada de España en la dimensión EMPLEO(2) se debe no solo a las malas cifras en los niveles de empleo, sino también a la mala calidad del mismo, con altas tasa de temporalidad y parcialidad involuntaria.
Los efectos de la crisis en el empleo han repercutido también negativamente en los niveles de EMANCIPACIÓN(3) de la juventud española. De forma retrospectiva vemos que, en más de una década, España no ha logrado alcanzar los niveles de emancipación de 2009.
En España, solo 6 de cada 100 jóvenes puede emanciparse entre los 20 y los 24 años y poco más de un tercio lo hace entre los 25 y los 29 años. Situación que traza una brecha de aproximadamente 19 puntos porcentuales con la media europea, en ambos casos. El retroceso en las oportunidades de emancipación es ya un fenómeno prolongado, y lo es más en los hombres, que tienen menores tasas que las mujeres.
El Índice de EDUCACIÓN(4) sigue una trayectoria positiva desde 2009, tanto para España como para el conjunto de la UE, gracias a mejoras en muchos ámbitos. Es destacable el incremento de la tasa de participación en Educación Superior que en España se sitúa en un 33%, casi 10 puntos porcentuales más que en 2009.
Otro indicador destacable es la tasa de abandono escolar temprano, que disminuye casi 15 puntos en España, reduciendo así la brecha con la media europea. Disminución que, sin embargo, es insuficiente ya que después de Malta, España tiene el peor registro de abandono escolar de los países de la UE.
Otra asignatura pendiente es el aprendizaje de al menos dos idiomas extranjeros: mientras que en España se sitúa en 26,9% en Educación secundaria postobligatoria, en Europa esta proporción es alrededor del 60%.
En Educación, España ocupa globalmente un lugar ligeramente inferior a la media de desarrollo en este ámbito de la UE (se mantiene en la posición 28, como en 2020). Sin embargo, existen siete Comunidades Autónomas que la superan: País Vasco, Madrid,
Navarra, Asturias, Castilla y León, Cantabria y Galicia. De hecho, las dos primeras se sitúan a la cabeza del ranking europeo por delante de países como Países Bajos, Suecia, Finlandia o Dinamarca.
Por contra, algunas Comunidades Autónomas como Extremadura, Castilla-La Mancha, Canarias o Islas Baleares se encuentran en las últimas posiciones de la tabla.
En la presente edición, España mejora en esta dimensión y se mantiene por delante de la UE, como viene ocurriendo en todas las ediciones anteriores.
Se pueden señalar importantes avances en la dimensión de VIDA/SALUD(5) en el periodo 2009-2021, principalmente aquellos que tienen que ver con la disminución de tasas de mortalidad juvenil, tanto la mortalidad bruta (por todas las causas), como en las tasas de mortalidad por causas externas como el suicidio (3,8 por cada 100.000 personas entre 15 y 29 años en España, 6,7 cada 100.000 en la UE) y los accidentes de transporte. En todas, España presenta tasas mucho más bajas que la media europea.
En esta dimensión hay 10 Comunidades Autónomas españolas que superan la media de la UE. Con La Rioja a la cabeza -a la altura de Dinamarca o Países Bajos-, destacan también País Vasco, Castilla-La Mancha, Murcia, Cantabria, Madrid, Cataluña, Extremadura, Andalucía y Comunidad Valenciana.
El Índice de USO DE TIC(6) evidencia una mayor presencia y convivencia de la población joven con el mundo digital. España destaca en esta dimensión por tener un índice TIC alto con respecto a la media europea. Llama la atención la enorme brecha digital entre jóvenes de la misma edad dentro del contexto europeo con Cantabria a la cabeza de Europa y Bulgaria en la última posición.
El Índice parcial de TIC mide el avance juvenil en ámbitos como el acceso y el uso de Internet, pero también en las capacidades digitales desde áreas como la comunicación digital, la información digital, la resolución de problemas y el manejo de software de la población joven entre los 16 y 29 años.
El modelo nórdico, con países como Suecia o Dinamarca, es el que en conjunto se encuentra mejor posicionado en el ranking general de desarrollo juvenil. Se trata de un modelo que sitúa al Estado como garante de la igualdad de oportunidades. Son países que alcanzan globalmente muy buenos resultados sobre todo en emancipación, donde se sitúan a la cabeza indiscutible de Europa, gracias a sus políticas públicas de inserción adulta. Sin embargo ocupan posiciones más bajas –aunque siempre por encima de la media UE- en empleo y educación, y en algunos aspectos específicos de vida/salud se encuentran incluso por debajo de la media.
Los países pertenecientes al modelo anglosajón, de los que sus mejores ejemplos serían Países Bajos, se caracterizan por su marcada orientación individualista y la nula intervención del Estado en materia de protección juvenil, salvo en casos de necesidad. Consideran el mercado como principal agencia de asignación de oportunidades vitales por lo que consiguen muy buenos resultados en los datos de empleo y, por supuesto, emancipación. También en vida/salud al propiciarse la creación de núcleos familiares a edades relativamente tempranas. Sin embargo, la temprana inserción de los jóvenes anglosajones en el mercado laboral provoca que los datos en desarrollo educativo sean significativamente peores.
La Europa continental, Alemania como prototipo, es más familiarista que individualista. Considera a la familia como responsable del desarrollo juvenil, sin apenas ayudas estatales salvo subsidiarias. En casi todos los indicadores se mantienen en línea con la media UE: por encima en empleo y emancipación, y por debajo en educación.
El bloque mediterráneo –España, Italia, Grecia y Portugal- presenta un modelo histórico y cultural claramente familiarista que se basa en la convicción de que la familia es responsable de mantener a los y las jóvenes hasta que puedan emprender su proyecto vital. La escasez de políticas públicas de vivienda o de inserción laboral, sumado a los malos datos de empleo, aboca a los jóvenes a permanecer hasta edades tardías bajo la dependencia familiar. Eso explica el extraordinario retraso en las edades de emancipación en estos países o las bajas tasas de fecundidad y nupcialidad. Sin embargo, debido precisamente al elevado desempleo y la precariedad laboral, los jóvenes mediterráneos optan por prolongar sus estudios consiguiendo niveles de sobrecualificación en estudios superiores y muy buenas posiciones en casi todos los indicadores educativos. También logran unos índices de vida/salud muy superiores a la media europea al estar protegidos en su entorno familiar.
A la cola de desarrollo juvenil europeo se encuentran los países de la Europa Oriental. Ejemplos de este modelo de desarrollo serían Rumanía o Bulgaria. Son países que, debido a su democratización reciente, presentan unos niveles de protección social muy inferiores al resto de Europa, con grave escasez de políticas públicas de inserción adulta que arrojan unos niveles de desarrollo juvenil muy bajos.