Cuánto controlas de… las TRIC
En la era digital en la que vivimos, tecnologías como teléfonos móviles, ordenadores, tabletas, aplicaciones, software o redes sociales, entre otras, han revolucionado la forma en la que nos comunicamos, interactuamos, accedemos a la información y, sobre todo, disfrutamos de nuestro ocio.
Son las conocidas como Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), herramientas y recursos que conocemos muy bien y que, sobre todo, usamos en el día a día, siendo muy útiles en nuestra vida cotidiana. Además, han promovido una importante evolución cultural y social, cambiando y redefiniendo el modo en el que nos relacionamos.
Precisamente es gracias a las TIC, que podemos, estemos donde estemos, procesar la información que nos interesa. Almacenarla y transmitirla de forma digital, alzándose como una importante herramienta para una mejor gestión del conocimiento y de la información; sea en forma de chat, de actualización de una de nuestras redes sociales, leer un blog o ver una serie…
Buscando siempre comunicarnos y el aprovecharlas al máximo para ganar en eficiencia y productividad en diferentes ámbitos de nuestra vida profesional y, sobre todo, personal. De hecho, su uso y constante evolución las ha erigido en motor del cambio, manteniéndose en continua redefinición.
Han transformado el significado y los modos de comunicación, pero también los códigos tradicionales, generando nuevas oportunidades en la forma en la que interactuamos. Incluyendo la educación, los negocios, la salud, el entretenimiento y la vida cotidiana. Facilitando la comunicación instantánea, el acceso a la información global, la automatización de tareas, la colaboración en línea y la creación de nuevos modos de interacción y entretenimiento.
Pero no debemos olvidar que esta tecnología asociada a la inmediatez y a la innovación origina también ciertas brechas de acceso y uso. Una problemática que hace referencia a las disparidades en la disponibilidad y las habilidades de uso. Y que pueden surgir por diferentes factores, como la ubicación geográfica, el nivel socioeconómico, la edad y el género o la cultura y la educación.
Por ejemplo, pueden existir diferencias a la hora de acceder a Internet, ya que algunas áreas carecen de la infraestructura necesaria (telecomunicaciones, redes de banda ancha o equipos adecuados…), o son zonas rurales y remotas en las que solemos tener una conectividad limitada o nula en comparación con las ciudades.
La capacidad económica también puede convertirse en una brecha de acceso, puesto que comprar los dispositivos y pagar los servicios de Internet, llega a ser prohibitivo para personas de ingresos bajos o con pocos recursos.
A la que se une la llamada brecha de género, en la que las barreras culturales, sociales y económicas con las que se encuentran las mujeres en algunas regiones, comunidades y culturas, limitan su acceso y participación tecnológica. Una situación que puede derivar en que esas mujeres queden rezagadas en la sociedad, en la adaptación a los cambios y no puedan crecer o independizarse económicamente, perdiendo la oportunidad de aprovechar todos los beneficios de las TIC.
La falta de habilidades digitales es otra de las fisuras más evidentes a la hora de utilizar eficazmente las TIC. No todas las personas tenemos las habilidades necesarias para saber conectarnos y, sobre todo, para utilizar la amplia variedad de opciones que presenta la tecnología hoy en día. O, también puede ocurrir que tengamos esas competencias, pero no sepamos hacer un buen uso de la red, aprovechándola en todas sus posibilidades.
Y le suele pasar, normalmente, a las personas de más edad. Una brecha generacional respecto a nuestros mayores, que tienen menos familiaridad y confianza en el uso de las TIC en comparación con nosotros los jóvenes, lo que dificulta su acceso y participación en la sociedad digital actual.
Al fin y al cabo, nosotros somos nativos digitales, puesto que hemos nacido después de 1980 y hemos ido creciendo con unas redes y desarrollos ya implementados, a la vez que estos mejoraban casi de forma exponencial. Nos es más fácil y nos sentimos cómodos con los dispositivos electrónicos, navegando por Internet y empleando aplicaciones de lo más diversas.
Tenemos mayores destrezas y habilidades y somos casi lo que podría definirse como generación tecnológica o, como nos llaman algunos, generación finger. Entendemos y construimos el mundo de una manera distinta, puesto que solemos hacerlo, precisamente, a través de las TIC. Para nosotros, la tecnología es una parte integral y vital de nuestra vida diaria y no concebimos no usarla de forma constante.
Pero, ojo, no todos los que somos nativos digitales tenemos las mismas habilidades y conocimientos digitales por el mero hecho de haber nacido ya con esa tecnología implementada. Puede variar acorde, precisamente, a esas brechas de acceso por factores socioeconómicos o culturales.
Esa falta de conocimiento y de capacidad de uso del entorno digital puede redundar en una dificultad de acceso a las mismas oportunidades educativas, laborales y de participación que el resto. De hecho, es una forma de exclusión social y con claras repercusiones negativas en nuestra educación, oportunidad laboral, servicios de salud y participación cívica y en nuestro desarrollo económico.
Es evidente que las TIC ofrecen numerosos beneficios en distintos ámbitos y esferas de la vida, pero también conllevan riesgos y preocupaciones. Riesgos que tienen que ver con un uso inadecuado o un abuso, pero también con la influencia que tienen en la construcción de la realidad juvenil, de nuestra identidad individual y grupal.