Las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación), suponen una importante herramienta para la gestión del conocimiento y de la información. Sin duda el uso de diferentes soportes tecnológico, y sobre todo, Internet, han cambiado y redefinido el modo en que los seres humanos se relacionan. Las TIC son parte fundamental de la sociedad y cultura actual, siendo a la vez prueba de su desarrollo y elemento motor del mismo. Es innegable el increíble salto cualitativo que implican, y los cambios sociales y culturales que han propiciado, derivados de:

  • La posibilidad de acceso a multitud de información
  • La mejora de la gestión del conocimiento
  • La capacidad de facilitar la comunicación
  • Las TIC, por lo tanto, están modificando el significado y los modos de la comunicación, pero también modificando los códigos tradicionales generando nuevas oportunidades de la interacción humana.

Entrando en el tema

Pero estos cambios no afectan de igual modo a todos los grupos sociales, ya que la incorporación de las TIC a los distintos ámbitos de la vida y en todos los grupos no ha sido igual, siendo la edad una importante variable a tener en cuenta a la hora de hablar de brecha digital. Es evidente que existe una brecha generacional en el uso de las TIC, que no sólo tiene que ver con la mayor disponibilidad o acceso a los gadgets tecnológicos o de conexiones a Internet, sino también, y muy especialmente, con aquellos conocimientos, habilidades y posibilidades que estos medios proporcionan.

Cuando hablamos de brecha digital, es necesario referirse a losy las “nativos digitales”. Con esta denominación nos referimos a las personas nacidas después de 1980, para poner de manifiesto no solo su mayor facilidad y frecuencia en su uso, sino también para enfatizar una forma diferente de entender y construir el mundo a través de ellas. Si bien es cierto que estos y estas jóvenes, nativos/as en el uso de ordenadores, videojuegos e Internet, procesan la información e interactúan entre ellos y ellas de una manera diferente a la de las generaciones anteriores, también lo es suponer, que como en muchos aspectos de la vida, necesitan de un proceso de aprendizaje, de “socialización digital” en este caso, para desenvolverse en el mundo digital. Ser “nativos digitales” no implica conocer y desenvolverse con total soltura ante las exigencias que implican todos estos cambios.

Las TIC tienen muchas posibilidades que implican importantes beneficios en muchas esferas y ámbitos de la vida, pero también conllevan riesgos y no solo derivados de su mal uso o de su abuso, sino también en lo que se refiere a la construcción de la propia realidad juvenil, de esa manera propia de estar ante el mundo.

Resultan evidentes las ventajas que aportan las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), así como la manera en que generan nuevas opciones de relación, información, participación, gestión del tiempo y entretenimiento. La adaptación de la población a una realidad y un lenguaje tecnológico cada vez más integrado en lo cotidiano provoca que elementos como la rapidez y la inmediatez, la “reducción” de distancias, y la comodidad que todo ello genera, sean cuestiones que se asumen propias (e irrenunciables) de nuestro tiempo. De tal premisa parten los y las jóvenes, que ya han crecido familiarizados con Internet y los más diversos artilugios tecnológicos. Las oportunidades que ofrecen las TIC tienden a resumirse en la posibilidad de estar conectado con el mundo, tanto desde una perspectiva planetaria o global (saber lo que ocurre, estar informado, poder canalizar mis opiniones al respecto…), como personal y relacional (estar conectado o poderme relacionar, no sólo con mi círculo más cercano, con “todo el mundo”).

Los datos en relación al uso de Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) entre los y las jóvenes, muestran con claridad la presencia constante de los distintos dispositivos electrónicos en sus vidas cotidianas, y también su mayor frecuencia de uso respecto a personas de más edad. A pesar de tener un planteamiento general de las TIC muy positivo, los y las jóvenes también perciben las dualidades y contrapartidas de su uso, en un ejercicio que supone aceptar el precio a pagar como parte necesaria para disfrutar de todas las ventajas.

Esta tendencia a la asunción de las contrapartidas se confirma en relación a otras ideas. Los y las jóvenes afirman que la influencia de las nuevas tecnologías provoca que “la gente se aísla más”, que “la gente se vuelva más perezosa”, y que “la gente desaprovecha o desperdicia más su tiempo”. Desde la aceptación general respecto a que Internet y las redes sociales son el lugar en el que hay que estar, resulta interesante resaltar la imagen que los usuarios y usuarias habituales tienen de quienes voluntariamente se mantienen al margen; los adjetivos que más acuerdo despiertan son “libres”, “normales” e “independientes”. Calificativos estos que dan idea de la dualidad siempre presente en la comunicación mediada por las TIC, entre la naturalización y normalización de su uso, y la asunción de ser objeto dependiente de una necesidad creada.

CONTROL DE RIESGOS EN ADOLESCENTES Y JÓVENES

El mismo discurso social que entiende que Internet es el lugar en el que hay que estar, para no quedar fuera de la carrera por la competitividad, los procesos de integración grupal, la diversión, e incluso las posibilidades de desarrollo personal y sentimental, acepta también que la población en general, y la gente joven en particular, ha generado una necesidad respecto a la tecnología que va más allá de la mera utilidad. Comúnmente se habla de “dependencia”. Dependencia de las personas y de las relaciones, pero sobre todo de la propia capacidad de conexión y de interactuar, en la línea de aprovechar al máximo todas las posibilidades y no perder ninguna de las oportunidades que te brindan las TIC. Y reconocimiento de dependencia que, en base a lo que se percibe es un hecho generalizado (“no sabemos vivir sin móvil” es la coletilla), parece extender la despreocupación.

Las personas más jóvenes, parecen asumir de manera un tanto acrítica la realidad de ser “nativos digi­tales”, la capacidad de desenvolverse de manera natural y casi innata con la tecnolo­gía, obviando que relacionarse con las TIC no solo implica desentrañar el funciona­miento mecánico de aparatos y aplicaciones, sino también saber integrarlas como parte de su educación en valores y de sus procesos de socialización.

Es necesario señalar que los casos de adicción a las nuevas tecnologías representan un porcentaje muy minoritario, resulta mucho más habitual un abuso o un uso desadaptativo. Así mismo, el uso de las TIC puede ser considerado un facilitador de otro tipo de conductas de riesgo o incluso adictivas. De esta forma las TIC presentan una doble faceta de riesgo, su uso puede derivar en abuso por sí mismo, a la vez que son factor de riesgo de otras conductas problemáticas (trastorno obsesivo hacia el sexo, juego online o compras, trastorno de la imagen corporal y de la alimentación, consumo de drogas, etc.):

  • Adicción a Internet. Se define como un patrón de comportamiento caracterizado por la pérdida de control sobre el uso de Internet. Una investigación realizada en 2012 a adolescentes de entre 14 a 17 años y de 7 países europeos, España incluido, muestra que un 1,2% de los y las adolescentes presenta conducta adictiva a Internet, mientras que un 12,7% está en riesgo de desarrollar esta adicción. Según resultados de esta misma investigación, el 39,4% de los y las adolescentes pasan al menos 2 horas en las redes sociales en un día cotidiano, lo que está asociado con el riesgo de adicción a Internet.
  • Móviles. Es el dispositivo más empleado, especialmente fuera del hogar, en sus tiempos libres, pero también en casa. A los 12 años de edad más de la mitad de los y menores españoles cuentan con un teléfono móvil (INE, 2014). Pese a al extendido y extensivo uso del móvil y del deseo de estar en permanente conexión, no parece que chicos y chicas piensen que esto sea un problema, si bien reconocen haber experimentado situaciones poco agradables de esa forma de comunicación constante e inmediata.
  • Videojuegos. En España se estima que existen más de 14 millones de jugadores (46% mujeres), la mayoría entre 6 y 34 años. Pueden utilizarse offline (sin conexión a Internet) o jugarse online contra distintos jugadores, éstos últimos con un potencial adictivo mayor. Los videojuegos suponen para la mayoría de jóvenes un estimulante actividad a la que dedican parte de su tiempo libre. Sin embargo, para una minoría llegan a ser un pensamiento obsesivo que interfiere en otras actividades.
  • Juego online. Según datos ofrecidos por la Dirección General de Ordenación de Juego confirman que los jugadores online se concentran en las franjas de edad más jóvenes. Las nuevas tecnologías han hecho más accesible el juego con apuestas a los jóvenes, por su rápida disponibilidad, las ofertas llegan en forma de pops-up o banners. Así mismo las medidas encaminadas al control de acceso pueden burlarse fácilmente, lo que permite afirmar que la población juvenil es la principal destinataria del juego.

Además de los riesgos asociados a la dependencia, en torno a Internet y las redes sociales existen otros, como los que tienen que ver con el acoso (tanto de adultos a menores como entre compañeros/as de la misma edad), violaciones de la privacidad, exposición de imágenes comprometedoras, etc. el exceso de exposición personal no sólo provoca que pueda quedar dañada la imagen pública del usuario o usuaria, o que genere mayores posibilidades de vulnerabilidad y exposición, pues también multiplica las posibilidades de interactuar con quien no se debe. Un alto porcentaje de jóvenes considera que riesgos como los mencionados son mucho más frecuentes de lo que se declara o reconoce:

  • TIC y acceso a contenidos inadecuados. Determinada información que circula por Internet puede resultar nociva, sobre todo para jóvenes en proceso de maduración, que no tienen aún las herramientas para enfrentar determinados contenidos.
  • TIC y acoso escolar: Cyberbullying. Las redes sociales y los móviles pueden emplearse de forma negativa, siendo utilizadas para nuevas formas de violencia escolar. El término cyberbullying describe una forma de intimidación y acoso en la que las personas que agreden utilizan cualquier nueva tecnología de forma intencional para causar daño a otro/a igual. Además las TIC permiten la grabación de esas agresiones y la toma de fotografías.
  • TIC y sexo. El término grooming hace referencia a aquellas conductas realizadas por personas adultas para aproximarse a través de redes sociales u otro entornos virtuales a adolescentes, a veces fingiendo ser también menores, con el fin de conseguir material de carácter sexual o incluso quedar personalmente. También el acceso que los y las adolescentes tienen a través de Internet a información general sobre sexo y contenidos pornográficos, sin otros referentes, pueden llevar a una conceptualización de las relaciones sexuales distorsionadas y basadas en prejuicios.

Preocupa también la difusión entre adolescentes del sexting o envío de fotografías y vídeos de contenido sexual a través de la red, principalmente por el teléfono móvil.

PREVENCIÓN, CONTROL DE RIESGOS

La llamada generación finger, nativos digitales o cybergeneración, ha puesto en evidencia la existencia de una brecha digital.

Resulta claro que desenvolverse en el entorno online requiere de un aprendizaje que camina de la mano de la madurez, por lo que no es algo que se pueda dar por hecho en personas que aún están en ese proceso personal. Cosas como asumir que tu perfil online también muestra al mundo cómo eres, que las relaciones que se tienen en redes sociales también implican sentimientos, que los actos, las acciones y las palabras virtuales también tienen consecuencias fuera de las pantallas, que existen riesgos que es necesario calibrar, que la sobreexposición tiene contrapartidas peligrosas, o entender la importancia y el calado de valores como la intimidad, la confianza y la privacidad; y, todo ello, ponerlo en relación con el escenario que trasciende Internet, para encontrar el punto de equilibrio entre las dos caras a partir de las cuales se vuelca la propia identidad, y te reconocerán el resto de personas. Cuestiones, entre otras, que indican que saber estar en las re¬des sociales también es algo que requiere de un aprendizaje personal, que no se puede minusvalorar.

Resulta necesario actuar educando, proporcionar entornos seguros a menores y jóvenes para que el uso de las TIC suponga un aprendizaje consistente, que adquieran una adecuada competencia digital, aquella que implica un uso recreativo, crítico y seguro de las tecnologías de la información y la comunicación.

Resulta obvio que esta adquisición de competencias no se da de forma espontánea sino muy mediada por la interacción social y la influencia de modelos y mediaciones, liderada por padres y madres, profesores-as, agentes de la formación no formal, etc., sus figuras de referencia en última instancia.