El gaming o videojuegos, a diferencia del juego de azar online que tiene una motivación externa (ganar dinero a través de apuestas), tiene relación con la motivación intrínseca del juego tradicional: la diversión y el entretenimiento.

En este tipo de juegos sí existe la capacidad de control ya que permite la decisión personal por parte del jugador, pues, en contra de lo que ocurre con el azar, sí se requiere que se desarrolle estrategia y habilidad. Sin embargo, tampoco hablamos de una actividad sin riesgos ya que los refuerzos que el jugador encuentra para avanzar en los logros y niveles (superar retos y desafíos) requieren gran habilidad por su parte, habilidad que se va logrando a medida que se dedica más tiempo a la actividad, y que puede conducir a un uso problemático si no se es capaz de realizar un gran esfuerzo de autocontrol y de desarrollar una alta capacidad de gestión del propio tiempo. Aunque hay una participación activa por parte del jugador no está todo bajo control.

Así, la OMS ha incluido el trastorno por videojuegos (Gaming disorder o uso de juegos digitales o videojuegos) como una enfermedad mental en la última edición de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11), ya que considera que se trata de un patrón de comportamiento que ofrece características suficientes como para poder ser considerado como una adicción.

La sucesiva posibilidad de superación de retos, que invita al jugador de un videojuego a una mayor actividad de forma continua, y que además se acompaña de recursos audiovisuales atractivos (realidad virtual o realidad aumentada, soportes gráficos y software sofisticados, acompañados de un atractivo desarrollo argumental…) convierten a los videojuegos en atractivos elementos que han conseguido atraer a muchos usuarios, extendiendo su uso de manera exponencial y consiguiendo situar a esta industria entre los sectores culturales que logran una mayor recaudación (los datos del informe de la Asociación Española de Videojuegos confirman que en 2018 la industria de los videojuegos en España facturó mayor cantidad que la del cine y la música grabada conjuntamente).