Educar no es fácil, nunca lo ha sido. Sin embargo, es una tarea que padres y madres no podemos delegar. No existe una fórmula mágica para asegurar el “éxito” en este terreno, pero sí algunas claves que pueden ayudarnos a que nuestras hijas e hijos se enfrenten con menor vulnerabilidad a riesgos como el consumo de drogas o el uso abusivo de la tecnología.
Trabajar desde la primera infancia factores de protección como la autoestima, el autocontrol, la empatía o la asertividad, puede ser una de las estrategias más efectivas para evitar que, en el futuro, se manifiesten conductas problemáticas.
El objetivo es formar personas con capacidad crítica que puedan enfrentarse a la presión del grupo de iguales, las modas o los estereotipos sociales manteniendo su propio criterio y autonomía. Pero para conseguirlo, es necesario que desde la familia y la escuela se comience a trabajar desde edades muy tempranas.
Para empezar a prevenir el consumo de drogas y otras conductas de riesgo, debemos disponer de información suficiente sobre las propias conductas y sobre las formas de intervenir para evitar su abuso. Asimismo podemos desarrollar estrategias que potencien los factores de protección, teniendo en cuenta cuatro áreas fundamentales:
- Establecer normas adecuadas, claras y coherentes.
- Crear una buena relación afectiva, permitiendo hablar sobre emociones.
- Mantener una buena comunicación, fomentando una escucha activa y espacios de diálogo libres de juicios.
- Favorecer un uso satisfactorio del tiempo libre.
Para abordar cada una de estas cuatro áreas, tenemos que considerar la edad de nuestras hijas e hijos. Cada etapa evolutiva tiene sus propias características y debemos adaptarnos a ellas:
- En la etapa infantil, de los 3 a los 6 años, es importante hacer hincapié en variables como la empatía, la autoexpresión emocional, habilidades de autoafirmación y el autocontrol.
- A partir de los 6 años y hasta los 12 hay que seguir trabajando todos estos valores y, además, actitudes hacia la salud, autoestima y habilidades de interacción.
- A partir de los 12, es necesario trabajar específicamente la toma de decisiones, las habilidades de oposición y las actitudes hacia las drogas. En esta etapa, las y los adolescentes se encuentran ante una paradoja vital: ¿qué son, en realidad? Saben, sin duda, lo que no son: ni personas adultas, ni niños ni niñas. Entonces, ¿cómo comportarse?, ¿cuál es su papel en la sociedad?, ¿hasta qué punto cuentan? Lo más evidente, es que están en pleno período de transformación física y mental. Los cambios se suceden vertiginosamente, sienten inseguridad y tienen acusados sentimientos de desvalimiento y soledad.
Con respecto a la comunicación en la etapa adolescente, debemos tener en cuenta que, entre el “sermón” y el “compadreo”, existe un término medio, un conjunto de actitudes y estilos de diálogo que pueden resultar valiosos para fortalecer la certeza de que pueden “contar” con sus madres y padres. Debemos “estar disponibles”, ejerciendo una supervisión discreta, haciendo saber a nuestra hija o hijo que en cualquier momento nos puede preguntar, charlar o simplemente “estar”. Debemos tener cuidado también con las «etiquetas» o frases hechas cuando la paciencia se nos acaba, ya que suelen tener connotaciones poco respetuosas. Y la paciencia no se acaba simplemente por tener a un o una adolescente en casa, sino por nuestra propia saturación y por el alto ritmo de vida, sin tiempo ni espacio para la empatía, la calma y la comprensión.
Es importante conocer las características de la etapa y recordar, a la vez, nuestra adolescencia (no solo cómo éramos nosotras y nosotros, sino cómo eran nuestras amistades y la relación con nuestros padres, madres y otras personas adultas de referencia).
- Claves, como que madres y padres debemos saber y definir qué normas y límites son indiscutibles y cuáles han de ser consensuados y negociables.
- Claves, como saber que las «charlas» y consejos han de ser puntuales, claros y contundentes, sin faltar nunca al respeto, sin gritar, sin desesperarse, y sin esperar que estén 100% atentos a cada cosa que digamos o exijamos.
- Claves, como que hemos de estar disponibles cuando “piden audiencia” en los momentos menos oportunos, dejando que se expresen con la mayor naturalidad posible, sin frenarles con preguntas ni comentarios, y sin posponerlo para otro momento.
Y recuerda siempre que, si estás atravesando un momento difícil, no sabes cómo comunicarte con tu hija o hijo, o sientes que sola o solo no puedes, no dudes en buscar ayuda. Desde el Servicio de Información y Orientación de Fad Juventud, podemos ofrecerte herramientas para mejorar la comunicación y encontrar estrategias más efectivas para la resolución positiva de conflictos. Llámanos al teléfono gratuito: 900 16 15 15.