La adolescencia es una etapa de cambios, búsqueda de identidad, asunción de riesgos,… en la que suelen enfrentarse a decisiones importantes sobre su estilo de vida, incluyendo el consumo de sustancias como el alcohol o el cannabis. Como madres y padres, es natural que nos preocupe cómo afrontar estos temas de manera constructiva.
El alcohol sigue siendo la sustancia más consumida entre las y los adolescentes. Según la encuesta ESTUDES (2023), el 75,9% de las y los estudiantes de entre 14 y 18 años ha probado el alcohol alguna vez, y un 42,1% se ha emborrachado durante el último año. Prácticas como el “botellón” o el “binge drinking” (consumo intensivo de alcohol en poco tiempo) se han convertido en formas comunes de ocio, muchas veces asociadas a la diversión y a la integración social. Sin embargo, este tipo de consumo conlleva riesgos importantes: peleas, conflictos familiares, bajo rendimiento escolar, accidentes e incluso el desarrollo de dependencia (aquí puedes encontrar información adicional sobre el alcohol).
Cuando ocurre una primera borrachera, es normal que surjan sentimientos de preocupación, enfado o culpa en la familia. En estos casos, lo más recomendable es mantener la calma y esperar al día siguiente para hablar con nuestra hija o hijo. Es fundamental que esa conversación se base en la empatía, sin juicios ni reproches, con el objetivo de comprender qué ocurrió, cómo se sintió y qué aprendió de la experiencia. Este momento puede ser clave para ofrecer información sobre los riesgos del alcohol y establecer un compromiso hacia un cambio de comportamiento.
Además, en casa podemos reforzar factores de protección que ayuden a prevenir futuros consumos problemáticos como, por ejemplo: ofrecer alternativas de ocio saludable, establecer normas claras, coherentes y dialogadas, o fomentar una comunicación abierta y cercana.
Otra de las preocupaciones más habituales de las familias es que sus hijas o hijos consuman cannabis. Algunas familias tienden a ignorar el tema, creyendo que “eso no les pasará”, mientras otras solo reaccionan cuando la situación ya se ha complicado. La prevención, sin embargo, debe comenzar desde edades tempranas. Según la encuesta ESTUDES (2023), el 26,9% de las y los estudiantes entre 14 y 18 años ha consumido cannabis alguna vez, siendo más común entre los chicos y aumentando con la edad.
Para prevenir el consumo, es esencial fomentar la seguridad, la confianza y el pensamiento crítico en nuestras hijas e hijos. También es útil hablar de manera directa sobre los mitos asociados al cannabis, ofreciendo información objetiva y actualizada sobre sus efectos y riesgos (aquí puedes encontrar información interesante). Conocer la etapa adolescente nos permitirá también distinguir entre cambios normales del desarrollo y señales de alerta que podrían estar vinculadas al consumo.
Otra de las preocupaciones frecuentes entre las familias es la relación entre el consumo de cannabis y el bajo rendimiento académico o “fracaso escolar”.
Este resultado puede estar influido por múltiples factores: biológicos (como la dislexia o el TDAH), psicológicos (como la ansiedad o la baja autoestima), sociales (por ejemplo, un cambio de colegio o un método pedagógico inadecuado), pero también por factores relacionados con el consumo de sustancias.
En este sentido, el cannabis puede agravar las dificultades escolares, ya que puede generar pérdida de memoria, problemas de concentración, cambios de humor e incluso ansiedad, todo lo cual puede afectar directamente al rendimiento académico.
Aunque el consumo de cannabis no sea la única causa del fracaso escolar, sí es un factor de riesgo importante. Por eso, la prevención desde el entorno familiar es clave.
¿Cómo hacerlo? El primer paso es crear un ambiente afectivo donde la comunicación fluya de forma positiva. Es importante establecer normas claras y coherentes, valorar el esfuerzo académico sin hacer comparaciones, y fomentar hábitos de estudio desde la primera infancia. También resulta fundamental conocer los intereses y motivaciones de nuestras hijas e hijos, y hablar abiertamente sobre las drogas, desmontando mitos y ofreciendo información veraz.
Una educación basada en el diálogo, el afecto y la responsabilidad es nuestra mejor herramienta para reducir conductas de riesgo y favorecer un buen desempeño escolar.
¿Qué señales pueden indicar que mi hija o hijo está consumiendo cannabis?
En el caso de un consumo ocasional, algunas señales físicas pueden alertarnos: ojos rojos y brillantes, olor a marihuana en la ropa o el aliento, mareos, risa fácil, torpeza al moverse o dificultad para expresarse con claridad. Si el consumo se vuelve más frecuente, pueden aparecer cambios en el comportamiento: irritabilidad o cambios bruscos de humor, aislamiento, desmotivación, pasividad, falta de interés por los estudios u otras actividades importantes, etc.
Si observamos alguna de estas señales, lo más importante es mantener la calma, ya que reaccionar de forma impulsiva puede cerrar las puertas al diálogo. En cambio, conviene hablar con nuestra hija o hijo para intentar comprender qué tipo de consumo está teniendo, sus motivos y su nivel de conciencia sobre los riesgos.
Escuchar sin juzgar, desmontar ideas erróneas con información veraz, y ofrecer alternativas al consumo son pasos clave. Y, si es necesario, no hay que dudar en buscar apoyo profesional para valorar la situación y actuar de forma adecuada. Desde el Servicio de Información y Orientación de Fad Juventud, podemos ayudarte. Llámanos al teléfono gratuito: 900 16 15 15.