Mi amiga María no cursó estudios superiores. Terminó el Bachillerato y se puso a trabajar. Yo le digo siempre que ella hubiera sido una ingeniera extraordinaria, en parte lo ha sido gestionando la economía de su hogar y reinventando los recursos disponibles. De esto sabían mucho las mujeres de antes, se diría por ahí, pero es que también lo saben las de ahora, pero eso es otro tema. El caso es que mi amiga decidió no estudiar, de forma más o menos consciente y creo que a veces se arrepiente y siente que, de haberlo hecho, habría tenido una vida mejor, no solo en términos de empleo, como dice la profesora Elisa Chuliá, sino en términos de tener una “vida buena”.
Por eso me acuerdo de ella hoy, que conmemoramos el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, porque este día está enfocado a potenciar la presencia del género femenino en las carreras CTIM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y matemáticas) y creo que si María, hace veinticinco años, hubiera oído hablar de este día, ella hubiera estudiado una ingeniería, como hizo su padre. Aptitudes tiene. No quiero ser simplista, sé que hay muchos factores que influyen en una toma de decisiones así, pero quiero que tomemos conciencia de la importancia de la sensibilización en este ámbito, que para eso en 2016 la ONU proclama este día.
Tampoco me gustaría que nos enfocásemos solo en las carreras CTIM, porque ciencia hecha por mujeres, y sabiduría acumulada en mujeres, se encuentra también en las ciencias sociales. Es cierto que en estas carreras de ciencias “exactas”, si ese apellido se le puede poner a algo demostrable, el porcentaje de chicas es mucho menor y que, como me recuerda una amiga maestra, es más fácil explicar este día desde el reconocimiento a las mujeres químicas (Marie Curie), físicas (Lisa Meitner), astronautas (Mae Jamison) o informáticas (Ada Lovelace) porque sus objetos de estudio y sus hazañas se pueden contar con más facilidad, pero no podemos olvidar a sociólogas, comunicólogas, lingüistas, politólogas, economistas, psicólogas, pedagogas, historiadoras, demógrafas y tantas especializaciones más.
Y es que hay que animar y fomentar que las niñas estudien, por encima de todo, aquello que les genere una pasión. Permitirlas llegar donde desean llegar, sea CTIM o sea social. Y si además de estudiar lo que han avanzado otras y otros antes, quieren ponerse ellas también a generar conocimiento, será un conocimiento mucho más valioso y significativo si les mueve no solo la cabeza, sino también la emoción. La ambición va detrás de lo que nos apasiona, no al revés.
Pienso que es un buen ejemplo de esto Jane Goodall, etóloga por excelencia que ha pasado dos terceras partes de su vida dedicada a observar, a descubrir y a inferir los comportamientos de los chimpancés. A comprenderles y a amarles. Tanto, tanto, tanto, tanto que ha sido capaz de alejarse de ellos para liderar el programa “Roots&shoots” (“Raíces y brotes”), de educación y sensibilización sobre el respeto hacia la naturaleza y todos los seres vivos, sean más o menos peludos, más o menos longevos o más o menos amables. No por nada es Mensajera de la Paz de Naciones Unidas. Menuda lección de transferencia del conocimiento natural a lo social. ¿La has escuchado hablar alguna vez? Es difícil cortarla, de entusiasta y respetable. Así que, eso, yo de mayor quiero ser una científica respetable, honorable y reputada, pero también sensible, consciente y, sobre todo, enamorada de lo que haga, sea lo que sea.
Por muchos 11 de febrero más celebrando mujeres y ciencia, mujeres científicas y ciencia de mujeres, con toda la grandeza que esto significa.