Autor: firmainvitadapj
26 octubre, 2022

* Luz Amparo Tobón

Soy Luz – de cariño me dicen “Lucy” – y soy profesional de campo de la Corporación Surgir, componente comunitario del proyecto[i] que realizamos apoyados por la Fundación Fad Juventud y con la financiación del Ayuntamiento de Madrid. Les presto hoy, en estas líneas, las imágenes que afloran en mí al RECORRER paisajes diferentes de un mismo territorio: la comuna 3 de Medellín, Colombia. Les comparto la alegría que recupero en medio de la escasez.

CAMINAR el centro hasta llegar al sitio donde se toma el transporte para el barrio es sentir que el corazón se agita por el recuerdo de otros tiempos en los que las andanzas permitieron recorrer las laderas orientales. La emoción es fuerte, contradictoria. Los barrios han cambiado; la Honda y La Cruz. Han crecido en población. Sus calles y casas han sido mejoradas a partir del arduo trabajo de sus gentes: hay negocios, música, bullicio, buses, carros, motos, personas y perros caminando, evitando ser atropellados.

Las montañas pendientes y escarpadas, lugares habitados por gentes forzadas a habitarlas, se ven cada vez más llenas. Los barrios han cambiado, sí, pero a la vez, hay aspectos que persisten: la precariedad, el rebusque, la desesperanza, la capacidad de resistencia y la creatividad, la adaptabilidad, el dolor, el miedo han permanecido.

Recuerdo emocionada los relatos escuchados al calor de la conversa, en medio de la lluvia, acompañados de un chocolatico con pan, donde mujeres y hombres nutabes que buscan la recuperación de sus orígenes, expresan pensamientos y sentires sobre su realidad actual. La vida me permite ENTRETEJER vivencias, COMPARTIR expectativas, saberes, sueños con seres que, en medio del olvido, no se olvidan, recuerdan, avivan sus memorias ancestrales, afirman su dignidad de ser quienes son.

También puedo SENTIR la angustia, y compartirla, que generan los conflictos internos entre mujeres que, en Juntanza, buscan salidas y crean oportunidades de mejor vida para ellas, sus familias, niñas y niños de su comunidad. Puedo ESCUCHAR con respeto y sin juicio, intentando DESCUBRIR dónde se rompió el hilo del tejido que las ha animado a desarrollar su hacer, siempre con la intención de dar ideas, de hallar la chispa que permita retomar el rumbo. Puedo ENCONTRARME CON mujeres tejedoras que optaron por recrear algunos haceres femeninos que permitían embellecer las casas, llenando de color las mesas decoradas con tejidos, bordados… Y en este retomar saberes creativos, hechuras manuales, se tejen voces y palabras que entristecen a la vez que aportan a la gran labor de recuperar esa alegría que, aunque maltrecha y escondida, aún habita en sus almas solidarias.

Escucho palabras contundentes, frases de orgullo y valentía por las vidas que resisten, por aquellas que, a pesar del exterminio de familias, amigos, coterráneos, se saben dignas y exigentes, ante las autoridades estatales, al ver restaurados sus derechos, sin dejarse “manosear ni utilizar” por el gobierno de turno que promete tal vez aquello que no ha de cumplir, pues esta ha sido la constante.  Me encuentro con un grupo de mujeres niñas, adultas, jóvenes, que en sus diversidades encuentran puntos en común. Practican un deporte tradicionalmente masculino, el boxeo; y entablan conversas que las llevan a RECONOCERSE desde un lugar social común, ser féminas, cuyas oportunidades y posibilidades son un reto cada día tanto en sus vidas íntimas, comunitarias como públicas. Un lugar que se atreven a ASUMIR, transgrediendo incluso patrones culturales, haciéndose incómodas para quienes invalidan sus búsquedas de libertad y mejor vivir.

Veo un cuarteto de mujeres jóvenes, cuya fuerza y vitalidad las ha llevado a recorrer caminos planos y pendientes, HABITAR las casas, adecuarlas para hacer de su labor un gusto que contagia… Aun sabiendo que, tal vez muy pronto, un nuevo cambio de escenario ocurrirá debido a la insistencia de su entrega por parte de sus arrendadores. La invitación es persistente, los libros coloridos, las historias, los cuentos, los talleres diversos, la siembra de semillas motiva personitas que responden sin prejuicios, pues siempre andan en la búsqueda de algo que les haga sorprenderse. El encuentro reflexivo que indaga por el ser mujeres es motivo de alegría para quienes hemos transitado por preguntas que interrogan patrones dominantes que impiden y restringen las potencias creativas, y conllevan acciones de ROMPER los cercos, los techos de cristal, los pisos pegajosos, como tareas del presente para todas.

El proyecto que realizamos en la Honda y la Cruz es todo eso y mucho más. Es RECUPERAR estas vivencias sentidas a partir de la escucha atenta, la mirada que contempla la emoción de quienes permiten el hacer conjunto.  Vivencias que se hacen experiencias, experiencias que, al ser reflexionadas, avivan mi corazón y mi cerebro, potencian la imaginación, recrean las ganas de servir de puente, puente vivo que sueña, que crece, que enlaza sus lianas y bejucos para enraizarse, para posibilitar el ser nos-otras, nos-otros en común-unidad.

*Luz Amparo Tobón Patiño es feminista, gozante de procesos comunitarios y populares en diversos lares en su amado país.  Se formó como trabajadora social en una universidad pública.  Le gusta el tejido, la poesía y el chamanismo… Se dice mirona por excelencia: disfruta de ver los paisajes boscosos, las corrientes de agua, los cielos estrellados, los días soleados y las tardes de lluvia.

[i]Desarrollo social de población afectada por el conflicto armado y por la crisis del COVID19 para la promoción de la resiliencia individual y social, la defensa de los Derechos Humanos y la construcción de una cultura de paz en Medellín”,