Desde siempre en el mundo han existido madres adolescentes, “niñas que dan a luz niños”, pero este fenómeno no comienza a tenerse en cuenta por parte de los organismos internacionales (Naciones Unidas) y por los gobiernos de Estados Unidos y de los países de Europa occidental hasta finales de los años 60. En el caso concreto de España, no se recopilan datos regulares sobre el embarazo en esta etapa de la vida hasta los años 70.
Este fenómeno varía dependiendo de los grupos sociales, de las regiones geográficas, de los entornos socioeconómicos y culturales de estas adolescentes, con mayor incidencia de madres jóvenes en los contextos más marginales. Todo esto puede ser entendido como un indicador de riesgo de exclusión social para ellas. La investigación “Relatos de madres adolescentes en la España actual” viene a profundizar en el entendimiento del fenómeno a través del análisis de los discursos de 32 mujeres que fueron madres entre los 14 y los 19 años.
La investigación, presentada ayer en Zaragoza, y realizada por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la FAD, gracias al apoyo de Banco Santander y Telefónica, en colaboración con el Grupo de Estudio sobre la Sociedad del Riesgo de la Universidad de Zaragoza, con el apoyo de la Dirección General de Igualdad y Familias del Gobierno de Aragón, tiene como objetivo hablar de embarazo y maternidad en la edad adolescente y reflexionar sobre las estructuras de oportunidades existentes para las jóvenes y sobre las circunstancias sociales y culturales que las proporcionan o las desatienden.
Aunque en la actualidad los nacimientos de madres adolescentes han disminuido respecto a los años 70 del siglo pasado y sobre todo respecto a mediados del 2000 en España (en 2015 la tasa de fecundidad adolescentes es de 7,74 casi la misma que hace veinte años), la maternidad antes de los 20 se ve como un problema grave y es necesario estudiar las causas que pueden provocarlo y las consecuencias que este evento desencadena en la vida de las adolescentes y en sus hijos, a nivel físico, psicológico, social y económico. Además, los datos nos dicen que la juventud española ha ido adelantando paulatinamente su iniciación sexual y que el nivel de abortos voluntarios llega a un nivel nunca antes alcanzado para las menores de 20 años de edad, todo lo cual hace que la maternidad adolescente sea un fenómeno social actual y en evolución, a pesar de su poca visibilidad.
Según los relatos analizados, estas jóvenes aceptan su situación y declaran haber sido siempre coherentes con sus acciones hasta la fecha. Para ellas, la maternidad es una forma de identificarse con sus propias madres y una confirmación de su feminidad, además son felices de poder crecer con sus hijos sin que haya una gran diferencia etaria con ellos. Se esfuerzan por proyectarse hacia el futuro como madres sin renunciar a recuperar o mantener sus índoles juveniles: la maternidad se compagina con sus necesidades de seguir perpetuando sus hábitos e inquietudes adolescentes. Lo que nunca van a poder olvidar es que “ser y sentirse madres” conlleva una serie de responsabilidades que no se pueden eludir. Como expresa Alessandro Gentile, coordinador del estudio junto con Ana Lucía Hernández, ambos investigadores de la Universidad de Zaragoza, “las pautas de resiliencia son muy fuertes”.
El fenómeno crece en complejidad cuando la maternidad ocurre muy pronto (antes de los 16 años) y se desarrolla en contextos precarios y marginales, en situaciones de conflicto, violencia intrafamiliar o de abuso psicológico y físico por parte de las parejas. En algunos casos, el mismo embarazo resulta ser revelador de la violencia que se vivía desde antes de que se produjera. La gravedad de estos casos precisa el desarrollo de políticas de prevención que incluyan educación afectivo-sexual y en igualdad para que las adolescentes, a la hora de asumir una conducta de riesgo relacionada con su sexualidad, puedan hacerlo desde la consciencia y la libertad, sin ser víctimas de la desinformación o de la manipulación de sus parejas.
Algo que queda en el aire y que muchas de las mujeres con las que se ha hablado para esta investigación han mencionado, es que según ellas “lo difícil no es tener un hijo, sino criarlo, educarlo y socializarlo” y esto es lo que realmente les preocupa. Es por ello que también es necesario reforzar las políticas públicas de apoyo a quienes deciden, una vez que se ha producido el embarazo, seguir adelante con un nuevo proyecto de vida, con sus parejas, en solitario, con o sin el apoyo de sus propios progenitores.