Más de la mitad de las mujeres en España ha vivido estos episodios en espacios de ocio nocturno, según un informe de Noctámbul@s
Otro estudio de las universidades de Granada y Castilla-La Mancha pone el foco en las “múltiples formas” de acoso
Cada vez más festivales de música, conciertos, fiestas locales y ferias de todo tipo cuentan con ‘Puntos Violeta’ de ayuda y asesoramiento
¿Por qué volver a casa sola tiene que ser un riesgo? ¿Es necesario mirar cómo nos vestimos si acudimos a un festival de música? ¿Debemos estar continuamente defendiéndonos de posibles conductas de acoso y agresión sexual en el contexto del ocio nocturno? Una sociedad moderna no puede permitirse una respuesta resignada a estas preguntas, como si las mujeres tuviéramos que aceptar que el mundo es como es y que la igualdad es imposible de alcanzar cuando sales de tu casa al anochecer. Los numerosos casos de acoso y agresiones por la noche han ido haciendo necesario sentar las bases de medidas contra una realidad que aceptábamos como normal, sin serlo. Los datos han obligado a ello. Movimientos feministas y administraciones públicas se ha puesto en marcha.
¿Qué cifras han generado la alarma? Los estudios son numerosos. Desde hace sobre todo dos décadas se han multiplicado todos los datos que alertan de la violencia sexual durante el ocio nocturno. Uno de los más llamativos de los últimos meses es el Informe Noctámbul@s, que analiza la incidencia de las agresiones sexuales en discotecas, conciertos, fiestas populares y otros ámbitos lúdicos. También estudia la relación entre estos contextos y el consumo de sustancias como el alcohol y las drogas. Una conclusión muy tajante: el 57% de las mujeres en España afirma haber experimentado “situaciones de violencias sexuales normalizadas” en espacios de ocio a lo largo de su vida, algo que solo manifiesta el 4% de los hombres.
La mayor incidencia de agresiones sexuales en el ámbito nocturno y, especialmente, en entornos relacionados con el ocio se debe, según los responsables del estudio, a que en estas situaciones rigen otro tipo de normas sociales y “hay una alta permisividad”. “La noche se relaciona habitualmente con la sexualidad. Una noche acaba bien cuando hay sexo, lo cual estaría bien si no estuviéramos inmersos en un contexto patriarcal”, explica al respecto la investigadora Ana Burgos, una de las responsables del informe.
Y es que las cifras lo constatan. De hecho, una de las conclusiones que se desprende de la encuesta que acompaña el informe es que los hombres tienen más dificultades que las chicas para percibir e identificar las violencias sexuales que ocurren en su entorno, debido a la normalización de ciertas conductas. “Pocos chicos se identifican como agresores”, indican los autores del informe. Es decir, el camino por recorrer en cuanto a la ‘desnormalización’ de estas conductas no es precisamente corto.
Hay muchos ejemplos. En el caso de situaciones como comentarios incómodos de chicos a chicas, el 38% de ellas afirma presenciarlas “siempre” que sale de fiesta, frente al 13% de los hombres; el 34% de las mujeres afirma presenciarlos “muy a menudo”, frente al 24% de ellos; y el 19% de las chicas los escucha “algunas veces”, frente al 28% de ellos. Para el 7% de las mujeres son “pocas veces” las que presencian estas situaciones, mientras que los hombres que creen que esta situación se produce con poca frecuencia son el 27%. El informe destaca también que otros comportamientos agresivos como los “acorralamientos” ocurren “siempre o muchas veces” para el 9% de las mujeres; los tocamientos, para el 38%; magreos y forcejeos, para el 10%; violaciones con fuerza, para el 1,3%; y violaciones sin fuerza, para el 10%.
Además de todo ello, un 57% de las mujeres afirma haber sufrido alguna de estas agresiones, siendo las más frecuentes los comentarios incómodos, insistencias, tocamientos y acorralamientos. “Existe la creencia de que los agresores son personas malvadas que se esconden en un callejón, personas enfermas, pero generalmente no es así. Son personas que son conocidas, incluso en el ámbito de la pareja, en el grupo de amigos, personas que conoces de fiesta…”, ha advertido Burgos. El informe muestra además una relación entre el consumo de alcohol y otras drogas con el hecho de que se produzcan este tipo de agresiones, algo que se atribuye a que estas “pueden disparar dinámicas de violencia”.
Otger Amatller, otro de los investigadores, hace hincapié en la importancia de colaborar con los empresarios del ocio para que “no refuercen la imagen de la mujer como objeto sexual” y advierte de que dichos empresarios no deben ser “el enemigo a batir”, sino “un poderoso aliado”. “Nadie quiere que su establecimiento sea protagonista de determinadas acciones y agresiones. Estamos viendo cómo las discotecas van reduciendo sus publicidades sexistas y, cuando se producen, enseguida son hechas públicas y visibilizadas”, ha asegurado, aunque señala que las reponsabilidad no es solo del sector del ocio nocturno sino de toda la sociedad. “Es fundamental que desde diferentes ámbitos se pongan en marcha una serie de medidas que incorporen la perspectiva feminista para incrementar la percepción de seguridad de las mujeres en los entornos de ocio nocturno y en su relación con los recorridos cotidianos que conectan con los entornos de ocio”.
Otro estudio de gran calado sustenta estas consideraciones. La Universidad de Granda (UGR) y la de Castilla-La Mancha (UCLM) están actualmente elaborado una investigación conjunta que lideran Nuria Romo y Pilar Tarancón, de la que se han adelantado algunos resultados. El principal: en los espacios de ocio juvenil se dan múltiples formas de violencia sexual, que están normalizadas en un contexto machista y patriarcal. Según plantean las investigadoras ante la situación actual, entre otras medidas, es necesario intensificar las estrategias preventivas y la educación cívica, llevar las campañas contra las agresiones sexistas a estos espacios habituales de ocio, y revisar las medidas de control y seguridad, así como la respuesta jurídico-penal y la práctica judicial al respecto. El propósito de esta investigación es analizar la violencia interpersonal y de género en los espacios de ocio juvenil, donde es frecuente el consumo de alcohol y otras drogas.
Mediante varias entrevistas se ha obtenido información relevante de temas de actualidad que están generando especial preocupación y controversia: los patrones de consumo de alcohol de las personas adolescentes, sus ideas sobre las relaciones afectivas y sexuales, los comportamientos violentos interpersonales y de género, y las prácticas sexuales asociadas a estos contextos recreativos, entre otros.
Dentro de estos hallazgos, Pilar Tarancón y Nuria Romo han presentado los relatos de los/as jóvenes acerca de las agresiones sexistas que sufren. De una parte, las chicas entrevistadas se quejan de que los chicos las acosan mucho e intentan ligar con ellas de forma agresiva. En sus propias palabras: “ligoteo en plan de que hay que obligar a la chica a que esté con ese chico” o “ella puede decir que no, ahora que el otro lo acepte es otra cosa”. Asimismo, relatan episodios en los que son perseguidas en espacios públicos y tienen que aguantar comentarios obscenos que les provocan miedo. Intentan ir siempre acompañadas, ya sea si van al baño o de vuelta a casa por la noche.
Los estudios, por tanto, lo dejan claro: más seguridad en espacios de ocio, con la complicidad de los empresarios y de la sociedad. En esto, los movimientos feministas han ido por delante. Hay ‘Puntos Violeta’ distribuidos por toda la geografía española. ¿Qué son? Consisten en espacios, generalmente gestionados por colectivos feministas, pero también por ayuntamientos e instituciones como los organismos sobre la mujer, que cuentan con el apoyo de la organización, en los que se atiende, informa y ayuda a víctimas de cualquier tipo de agresión. Se tratan de espacios no mixtos, es decir, que son únicamente para mujeres.
Estos puntos de información y ayuda se han hecho muy populares debido a su incorporación en las decenas de festivales de música que existen en España, pero muchas ciudades y pueblos los llevan incorporando a sus fiestas populares desde hace años. Una de las iniciativas más mediáticas ha sido la del Ayuntamiento de Madrid, por segundo año consecutivo, con motivo de las fiestas de La Paloma de mediados de agosto. Los organizadores de estos eventos, ferias y fiestas han sido los primeros en adaptar su estructura a la incorporación de los Puntos Violeta ante sucesos que han generado tanta polémica como la sentencia a La Manada y los numerosos casos de violaciones “grupales” conocidas durante el verano.
Aquí encontramos un ejemplo de Punto Violeta:
Al estar organizados en la mayoría de los casos por colectivos feministas locales o regionales, no existe un protocolo único de actuación pero sí tienen en común servir de ayuda inmediata y en primera instancia ante casos de agresiones sexuales, acoso y violaciones. Después, se pone en conocimiento de las fuerzas de seguridad y policiales que actúan posteriormente conforme a la ley. En realidad, son también un mecanismo de prevención y disuasión para posibles agresores.
Hay otras medidas que ponen de manifiesto el ‘todos a una’ de la sociedad, como la de los taxistas del servicio público de algunas ciudades, que han manifestado su intención de esperar a que las clientas que realicen solas el itinerario entren a su portal. Es algo que muchos de estos profesionales venían realizando de facto y a título personal, pero que ahora también comienza a generalizarse mediante reglamentos oficiales para reducir y evitar las agresiones machistas.
Es indudable que el deseo colectivo es que ninguna de estas iniciativas hiciera falta, pero todo apunta a que con el tiempo cada una de ellas servirá para reducir, hasta su total eliminación, la violencia contra las mujeres en contextos lúdicos y que puedan disfrutar en igualdad del ocio nocturno y de su tiempo libre.