Autor: Fad Juventud
12 abril, 2022

*Mar Herranz

Estamos viviendo el horror de una guerra, que nos resulta muy cercana por desarrollarse en territorio europeo. La respuesta de la sociedad occidental, en general, y de la española en particular, ha demostrado una gran solidaridad con las personas ucranianas, que se han visto afectadas por la invasión rusa, que están sufriendo bombardeos, y con aquellas que han decidido salir de su país en busca de un territorio tranquilo donde poder rehacer sus vidas. Podemos ofrecer ya algunas lecturas reflexivas sobre esta reacción solidaria. 

La guerra de Ucrania se declaró el 24 de febrero. Ya llevamos una semanas en las que la ciudadanía europea se ha volcado poniendo a disposición de la ucraniana todo tipo de ayuda, tanto a través de envíos de alimentos, como de ropa o medicinas. Ha habido muchos ejemplos de personas que se han involucrado de forma individual, ofreciendo transporte en sus vehículos privados y alojamiento en sus propias casas al pueblo ucraniano. Esto, que a priori es muy loable y provoca admiración, en muchas ocasiones no ha resultado ser muy efectivo.

Escuché en la radio el testimonio de un taxista que después de hacerse más de 3.000 km. se dio cuenta, tal y como él mismo contaba, de que hubiera sido mejor llevar unos carteles escritos en ucraniano. El alfabeto que se usa allí es el cirílico y la mayoría de las personas a las que ofrecía su ayuda no hablaban ni español ni inglés, por lo que le costó mucho poder explicarles lo que les estaba ofreciendo. Este es solo un ejemplo de muchas iniciativas solidarias, que han sido realizadas con muy buena intención, pero que podrían haber sido más efectivas si se hubieran hecho bajo la coordinación de profesionales de Ayuda Humanitaria y de Ayuda en Emergencia.

La ayuda, mejor organizada institucionalmente

Por otro lado, como muchas ONG ya han advertido, el hecho de que se realicen intervenciones aisladas, de forma individual, no organizadas, puede favorecer la generación de abusos o malas prácticas. Es un terreno en el que las mafias pueden campar a sus anchas, sin ningún tipo de control. En medio de la desorganización es fácil que puedan pasar desapercibidos comportamientos deleznables como la trata de personas.

No olvidemos que, además, las mujeres son las principales protagonistas de estas huidas, que la mayoría de ellas se han quedado al cargo de sus mayores y de sus hijos e hijas, mientras que los hombres han sido obligados a permanecer en territorio ucraniano luchando. La atención que puedan necesitar las mujeres en este trayecto debe estar dirigida y coordinada por profesionales que dispongan de herramientas para mitigar, en lo posible, su dolor  y para prever y evitar cualquier eventualidad de abusos. Y tampoco nos puede pasar desapercibido el sesgo de género implícito en estos comportamientos, como ya se ha señalado en conflictos anteriores.

La cultura de paz, con perspectiva global

Trabajar para una cultura de paz no es tan simple como estar en contra de las guerras. Tenemos que partir de la base de que los conflictos existen y son inherentes a los seres humanos, desde el momento en que en cualquier grupo confluyen diversidad de opiniones y de intereses confrontados que pueden provocar desavenencias. Pensar en términos de cultura de paz no significa ignorar o relegar los conflictos, sino aprender a gestionarlos y resolverlos de forma pacífica, mediante la negociación y el diálogo. Por eso, es tan importante educar en el respeto a la diversidad y la promoción de la escucha y la empatía como bases para una convivencia en calma.

Otro aspecto que ha llamado la atención de las ONG a raíz de la guerra en Ucrania, es la amplia y cálida acogida que el pueblo ucraniano ha tenido en todos los países europeos, sin distinción. En ningún momento se ha cuestionado que estas personas tienen derecho a recibir ayudas en su camino y a ser bien recibidas en los países por los que transitan en su huida. Nadie ha puesto en duda la necesidad de abrirles las puertas. Insistiendo en que este comportamiento es muy loable, llama la atención por la diferencia con otras reacciones ante conflictos y situaciones muy similares, no muy lejanas, ni geográfica ni temporalmente.

Tenemos que seguir haciéndonos preguntas

Parece claro que la reflexión debe seguir abierta. Por ejemplo, desde Entreculturas han preparado algunos materiales para trabajar con esta perspectiva crítica en las aulas. Pero desde el conjunto de las ONG que trabajamos en Cooperación al Desarrollo y en Educación para la Ciudadanía Global nos surgen algunas preguntas, que nos gustaría trasladar a la población adulta para reflexionar y actuar en consecuencia:

¿Por qué no hubo una respuesta tan solidaria ante la población siria que también huyó de una guerra en su país? Las vallas de Ceuta y Melilla, con las que todos los días se frenan y expulsan de Europa a los ciudadanos y ciudadanas de África, sin contemplaciones, ¿por qué nos parecen necesarias? ¿Por qué tenemos reacciones tan diferentes ante situaciones tan similares y tan cercanas? ¿Qué sucede en nuestro imaginario para que nuestras actitudes y comportamientos cambien según quiénes sean las y los protagonistas? ¿Será por el aspecto físico, por el color de la piel, por la capacidad económica, por el idioma, por la cultura, por las costumbres, por la religión…? ¿Será que nos lo tenemos que hacer mirar?

*Mar Herranz es licenciada en Geografía e Historia, Experta en Documentación y Máster en Cooperación al Desarrollo y Educación Intercultural. Cuenta con más de 30 años de trayectoria profesional en Fad y ha dedicado los últimos catorce a la gestión de subvenciones para proyectos de Cooperación en América Latina y de Educación para la Ciudadanía Global en España, todo ello con el fin de construir un mundo más justo, menos desigual y más sostenible, siempre con enfoque de género y bajo el paraguas del feminismo y la interseccionalidad.