**ALERTA, ESTE ARTÍCULO CONTIENE SPOILERS**
Así, como si del típico test de redes sociales se tratara, comenzamos un post en el que reflexionamos sobre un tema tan importante y tan serio como el acoso escolar. Si todavía no has visto la serie, ¡estás a tiempo de detenerte antes de seguir leyendo! Pero, si te ha enganchado tanto como a nosotras, te invitamos a ponerte en la piel de los distintos personajes, a enfundarte un rato su karategi para entender sus reacciones, buenas o malas, a la hora de comportarse en el tatami de la vida.
“Cobra Kai” retoma los personajes de las pelis de “Karate Kid”, pero, esta vez, el protagonista no es el héroe de las cintas, Daniel Larusso, sino el “villano”, Johnny Lawrence. Han pasado treinta años y a este antagonista no le han ido muy bien las cosas, entre otros motivos, porque arrastra algunos de los malos comportamientos que adoptó en el instituto. La vida del Johnny adolescente fue dura, estuvo plagada de problemas familiares y de la nefasta influencia de su sensei, un veterano de la guerra de Vietnam que le enseñó erróneamente que la violencia puede ser la solución.
La historia comienza cuando Lawrence reabre el dojo Cobra Kai con un único estudiante: su vecino Miguel, un chico de instituto que se ha llevado más de una paliza por parte de los “populares” de la clase. Poco a poco, a Miguel se une otro montón de estudiantes, en situaciones muy similares, que buscan en el karate un refugio y solución contra el bullying que están sufriendo.
Gracias a este arte marcial, los miembros del dojo Cobra Kai refuerzan su confianza y seguridad en sí mismos, y comienzan a sentirse más fuertes y preparados para asumir los retos (que no son pocos) de su vida diaria. Además, hacen equipo, y descubren una de las lecciones más valiosas de la vida: que todo es más fácil con amigos y amigas.
Al principio empatizamos con ellos y ellas, nos agrada muchísimo que las cosas les empiecen a ir mejor y es que… ¿Cómo no hacerlo? ¿Quién no se ha sentido solo o incomprendida en el colegio alguna vez? ¿Quién no ha sentido la presión social de tener que ser de una determinada manera para encajar?
Por eso, nos alegramos tanto cuando las cosas les empiezan a ir mejor, cuando ya nadie se atreve a pegarles porque saben defenderse, cuando hacen “piña” y comen pizza los viernes al salir del dojo, hasta cuando la “erótica karateka” hace que les empiecen a aparecer ligues hasta “debajo de las piedras.”
El problema surge cuando algunos de estos chicos y chicas, conscientes de su “poder”, desarrollan un sentimiento de venganza, evolucionando, involucionando de acosados a acosadores. Y es que los métodos del sensei, quien, a lo largo de la serie, experimentará la mayor transformación de todas, no son precisamente los mejores. Golpea primero. Golpea con fuerza. Sin piedad, les dice.
Entonces… ¿Quiénes son los héroes? ¿Quiénes son los villanos? ¡No lo sabemos! Porque todos y todas podemos ser héroes y villanos a la vez, así de complejas son las cosas, así de compleja es la vida y, cuanto más adulto o adulta te haces, ¡aún peor!
Por ejemplo…
- Uno de los casos más claros es el de Hawk, uno de los mejores personajes de la serie. A excepción de su amigo “de toda la vida”, Dimitri, todo el instituto se ríe de él por la cicatriz de su labio y por ser un friki. Hawk “se viene arriba” cuando se convierte en uno de los mejores estudiantes de Cobra Kai, pero pronto empezará a tratar mal a algunos de sus compañeros, entre otros, al propio Dimitri, como si el hecho de haber sido acosado le diera derecho a “ejercer la justicia por su mano”.
- Un caso mucho más positivo es el de Aisha, más que harta de que sus compañeras tengan “cero sororidad” con ella y la humillen continuamente por su sobrepeso. Desde el principio, sabíamos que eres mucho más que tu aspecto, Aisha, por eso nos alegramos tanto por ti cuando constatamos lo buena que eres en el kumite y cuando haces un montón de colegas que te aprecian tal y como eres.
- Miguel, principal protagonista de la serie, es otro de los personajes que mejor se autodescubre a través del karate. Sabemos por lo mucho que quiere a su madre y a su abuela, y por la manera en la que se encariña y “cuida” a su sensei, que Miguel es lo que se dice un pedazo de pan, pero, a pesar de ello, tiene algunos momentos muy cuestionables, especialmente el combate poco honorable con el que consigue ganar el campeonato.
- Por su parte, Tory es uno de los personajes más agresivos de la serie y, sin duda, el que peor nos cae. Su excusa para maltratar es repetir continuamente que, como ha tenido muchos problemas en la vida, ha tenido que aprender a defenderse. Una premisa que en absoluto la exime de la responsabilidad de agredir o amenazar a sus iguales.
- Y, por último, Sam y Robbbie, estudiantes del dojo rival, el Miyagi-Do. Son el ying y el yang del karate. Ella entiende este arte marcial como una forma de defenderse, nunca de atacar, tal y como le enseñó su padre, Daniel Larusso, aunque tenga algún que otro traspiés, por ejemplo, al ponerle la zancadilla a su archienemiga en patines. Y él, hijo de Johnny Lawrence, vive este deporte como una forma de redención, como un camino que le ha ayudado a reconducir su vida, a pesar del accidente final de la segunda temporada (del que no vamos a hacer spoiler aquí).
Teniendo en cuenta todo esto… ¡Estamos aún peor que al principio de este post! ¿Quiénes son los buenos y quiénes son los malos? Parece que en esta serie no hay ni una cosa ni la otra, solo personas que pueden comportarse a veces bien y a veces mal, dependiendo de las circunstancias e influencias.
Pero, si a algo nos ayuda “Cobra Kai”, es a entender que, detrás de cualquier conducta de bullying hay un problema que causa este comportamiento. Esto nunca, NUNCA, debe ser una excusa para justificar este tipo de conductas, pero sí una de las formas más adecuadas de abordarlas, a partir de su origen, para que así desaparezcan.
Si yo tuviera que elegir un personaje de “Cobra Kai”, me quedaría con el sensei Johnny Lawrence, con la forma en la que poco a poco (y a su manera) aprende a ser más empático, tolerante e inclusivo. Johnny nos enseña el valor de la redención y nos demuestra que nunca es tarde para aprender siempre que exista el deseo de ser mejor persona.