*Rocío Paños Babín
El consumo de drogas tiene unos claros efectos negativos en el desarrollo de las personas adolescentes, pero cabe pensar que también tiene ciertos beneficios cuando existe un alto porcentaje que consume, sobre todo alcohol. El sentirse parte del grupo de iguales junto con el afán de experimentar son los principales beneficios que puede aportar el consumo en esta época de la vida.
Si a esto se suman otros factores de riesgo, como una baja autoestima, una baja tolerancia a la frustración, una elevada búsqueda de sensaciones, un ambiente familiar desestructurado o el fácil acceso a las sustancias, las probabilidades de que un/a menor tenga algún problema relacionado con el consumo, aumentan significativamente.
Así, según la última encuesta ESTUDES 2018-19 (encuesta realizada a estudiantes de Enseñanzas Secundarias de 14-18 años por la Delegación de Gobierno del Plan Nacional sobre Drogas), la sustancia más consumida durante esta franja etaria es el alcohol (un 75,9% lo ha consumido en el último año y un 58,5% en el último mes).
El alcohol, además de por ser la sustancia más consumida, también destaca por su forma de consumo, siendo esta en forma de atracón (el llamado binge drinking) en porcentajes muy altos (un 32,3% ha bebido de esta manera en el último mes), lo que supone un riesgo importante para el cerebro en desarrollo de la población adolescente.
Estos datos deben servirnos, no tanto para alarmarnos, sino para reflexionar sobre la responsabilidad que tenemos todas las personas implicadas en la educación y prevención de las y los menores (padres y madres, docentes, personal sanitario, publicistas, etc.).
Teniendo en cuenta esta situación cabe preguntarse si podemos hacer algo para prevenir los problemas relacionados con el consumo de drogas desde los diferentes ámbitos de actuación. Afortunadamente, sí. Podemos llevar a cabo diferentes acciones. Yo me voy a centrar aquí en el ámbito familiar por ser aquel en el que desarrollo mi labor profesional y por interés propio dada mi reciente maternidad.
” Debemos reflexionar sobre la responsabilidad que tenemos todas las personas implicadas en la educación y prevención de las y los menores”.
Estoy convencida de la importancia que tiene la familia en la educación y en la prevención, y también de la importancia de la prevención como medio para evitar problemas mayores. La familia constituye el primer espacio de socialización de niños y niñas. A través de ella, sobre todo de las figuras más cercanas (normalmente madre/s y/o padre/s) nuestras hijas e hijos van a conocer cómo es el mundo en el que vivimos, cómo debemos comportarnos, qué está bien y qué está mal, qué se espera de ellos y ellas, etc.
Somos un modelo constante, un espejo en el que se miran continuamente, por lo que es importante que nos paremos a pensar de vez en cuando y nos preguntemos: ¿cómo creo que me ven mis hijos/as?, ¿es esta la imagen que quiero dar?, ¿hay algo que me gustaría cambiar? No se trata de ser madres o padres perfectos, sino de ser la mejor versión de nuestra propia persona, dada la responsabilidad tan grande que tenemos.
¿Y qué podemos hacer, entonces, desde la familia para prevenir, entendiendo la prevención no solo como el “no consumo”, sino también como que se empiece a consumir más tarde, que el consumo ocupe un lugar secundario en su vida o que se consuma durante menos tiempo? Entre otras cosas, podemos:
- Ofrecer un clima familiar positivo, es decir, que el hogar familiar sea ese espacio en el que damos y recibimos cariño, amor y afecto, y también aquel en el que existe un sistema coherente y claro de normas y límites;
- Promover una buena comunicación en la que prevalezca la escucha activa, los mensajes “yo“ (desde la personalización de los sentimientos y no desde lo aleccionador) y los espacios comunes para poder compartir;
- Ser buenos modelos, ya que nuestros hijos e hijas aprenden mucho más de lo que ven en nosotros que de lo que les decimos.
- Fomentar valores prosociales como el compañerismo, la solidaridad, el respeto o el diálogo.
- Estar presentes en la vida de nuestros hijos e hijas.
- Cuidarnos para estar bien, ya que eso va a repercutir directamente en el bienestar de nuestras hijas e hijos adolescentes.
“Somos un modelo constante, un espejo en el que se miran continuamente nuestros hijos e hijas, por lo que es importante que nos preguntemos de vez en cuanto: ¿cómo creo que me ven mis hijos/as?
Si en algún momento nos encontramos con alguna situación ante la que no sabemos cómo actuar (por ejemplo, que nuestro hijo o hija llega borracha a casa, o que está consumiendo de manera habitual), es conveniente buscar ayuda. Para ello, podemos llamar al Servicio de Información y Orientación de FAD que dispone de un teléfono gratuito (900 16 15 15) activo de lunes a viernes de 9:00 a 21:00h en el que nos pueden asesorar sobre qué hacer y dónde acudir.
Y también está disponible nuestro curso online “En familia. Alcohol y menores” que comienza el 23 de marzo. En él encontraremos instrumentos para fortalecer nuestro papel como padres y madres en la prevención del consumo de alcohol en menores. ¡Apúntate!
*Rocío Paños Babín es jefa de Equipo en el Área de Familias de Fad, entidad en la que lleva 11 años aportando sus conocimientos y grandes dosis de empatía y sensibilidad. Se confiesa enamorada de su hijo Adrián, que ya tiene un añito y medio. En el poco tiempo libre que le queda aprovecha para disfrutar de la compañía de sus amigos y amigas, y de la lectura de un buen libro.