Cada vez son más numerosos los discursos que giran en torno a la necesidad de que las personas jóvenes sean el motor del desarrollo económico, de la democratización de la vida colectiva y de la erradicación de la pobreza. Y es que, en un mundo globalizado en el que nueve de cada diez jóvenes de entre 15 y 30 años viven en países de bajos y medios ingresos, sobran las razones para que este tipo de discursos emanen en muchos debates públicos.