Aunque la normativa avanza y la libertad de identidad de género cada vez es menos cuestionable, las personas trans todavía se enfrentan cada día a enormes obstáculos. Recogemos el testimonio de dos jóvenes que están realizando la transición de género y ofrecemos algunas cifras y recomendaciones en este Día del Orgullo LGTBI+.
Hugo tiene 26 años y desveló en un post de Instagram que era de género no binario y prefería que utilizaran con él pronombres masculinos. Hasta entonces, y desde el instituto, sus amigos y amigas ya sabían ese “secreto a voces” pero lo suyo ha sido un proceso difícil donde ha sufrido discriminación y “mucho dolor”. Ahora quiere iniciar una transición física que “no es nada fácil” pero espera completarla con el tiempo, cuando adquiera su total independencia. Su mejor amiga no asumió esa confirmación de su identidad y le retiró la palabra reprochándole que suponía “una traición al género”. Contra ese obstáculo y otros parecidos ha tenido que lidiar, aunque reconoce que en la universidad y en los trabajos que ha tenido todo ha sido más fácil. Es elocuente, valiente y lo tiene claro.
“Durante toda mi vida había algo que no encajaba, descubrirlo fue un alivio, entender que no tenía que quedarme dentro del marco que me habían impuesto fue una liberación. Empecé a ser más yo que nunca, volví a ser quien era antes de ir al insti, volví a ser libre y dejé de jugar dentro de mi habitación a ser otra persona y a serlo también fuera de casa”, escribió en esa red social.
El de Hugo es un ejemplo de cómo la mayoría de los menores se sigue identificado con el género autodeterminado y no con el asignado al nacer cuando transicionan hacia la adolescencia. Así lo desvela el primer estudio longitudinal sobre la infancia trans publicado por investigadoras de la Universidad de Princeton. Según recogió Newtral en un artículo, para este informe se acompañó a 317 menores durante cinco años desde el momento en el que comenzaron su transición. La mayoría mantuvo su decisión.
¿Y la educación no formal?
Eso pese a que la educación no lo pone fácil todavía en España. Los centros educativos, públicos, concertados y privados, disponen de un protocolo para alumnado trans elaborado por las administraciones autonómicas y que ahora deben adaptar a la nueva ley estatal. En esos programas están garantizados, sobre el papel, los derechos de los menores en cuanto a la libertad afectivo-sexual e identidad de género. En la mayoría de los casos se cumple. Hay avances. Pero no sucede lo mismo en la educación no formal, es decir, en aquellas actividades, metodologías y disciplinas que forman parte de la educación integral y suponen un importante proceso de socialización.
Un ejemplo es la investigación “Personas trans y educación no formal” realizada por Isidro García Nieto, Lorenzo González Sanagustín y María Rodríguez-Manzaneque para la FELGTB y el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030. Concluye que actualmente los espacios de educación tanto formal como no formal distan mucho de ser transinclusivos y seguros con las personas trans. “Esta transfobia social tiene un impacto claro sobre la salud física y mental de las personas trans. Sirva como ejemplo que el 78% de las personas encuestadas manifestaban sentirse menos felices que el resto del alumnado en este tipo de actividades”, precisa el estudio.
Muchas personas trans nunca han acudido a una actividad de educación no formal (el 25,7% de la muestra de esta investigación) y no lo han hecho por miedo a sentir rechazo debido a su identidad de género, ya sea por parte del resto de personas participantes en la actividad (34,3%); por el profesorado o personas que monitorizaban la actividad (24,3%); o porque les daba vergüenza participar debido a su identidad de género (31,4%).
Estos miedos no son infundados, ya que el informe también precisa que del 74% de personas trans entre 18 y 25 años que sí participaron en actividades de educación no formal (principalmente actividades extraescolares, actividades culturales/deportivas en entidades juveniles o campamentos) manifestó haber experimentado situaciones transfóbicas (51,9%).
De todas ellas cabe destacar en primer lugar que el 62,83% de las personas trans entre 18 y 25 años que participan en actividades de educación no formal que encuestó la FELGTB en 2021, denunciaba que nunca o rara vez se dirigían a su persona correctamente según su identidad de género y nombre, sino que lo hacían respecto a su nombre/género de asignación.
Por tanto, si ante una tasa tan alta de experiencias transfóbicas en los espacios de educación y con unas “consecuencias tan graves como las identificadas ante la experiencia de un entorno transexcluyente”, las personas trans no perciben que su entorno de personas adultas les puede ser de ayuda, “se estarán agravando las consecuencias para la salud física y mental de las personas trans más jóvenes que provoca la transfobia social”.
Eso lo ha sufrido Daniel. Tiene 23 años. Asegura que aún no ha superado lo que tuvo que vivir durante su adolescencia y no está preparado para que lo reconozcan o lo identifiquen. Acaba de terminar Periodismo y está realizando prácticas en un periódico digital de la ciudad donde ahora reside. En este arranque de su vida laboral y previamente en la universidad se curó de “casi todo lo malo que me pasó en el colegio y el instituto”. Se refiere con ello al acoso, discriminación y falta de apoyos institucionales que sufrió desde el inicio de su transición de género, a los 8 años de edad. Huérfano de padre e hijo único, tuvo el apoyo de su madre y de dos amigas. “Pero de nadie más”.
“Impotencia y pasividad”
Dice no guardar rencor ni odio pero sí “temores y algún trauma” contra los que lucha con asistencia psicológica. Supone para él un doble estigma, porque “también la salud mental sigue siendo un tabú, y para mí una cosa ha ido unida a la otra”. Es decir, los episodios en los que, como varón, se vio obligado a ir al baño de las chicas; en los que recibió insultos por parte de compañeros y compañeras del instituto; y en los que se vio indefenso ante la “impotencia y pasividad” del profesorado y personal de orientación, le provocaron una ansiedad casi crónica. Lucha contra ella ahora que su identidad de género no es algo cuestionable.
Este es uno de los motivos por el que la propia FELGTB considera que educar en diversidad es la mejor herramienta para combatir la transfobia. “Resulta primordial si queremos construir sociedades igualitarias en las que la convivencia sea un valor que nos ayude a crecer y no que nos separe. Para ello, es necesario que las instituciones garanticen el derecho al alumnado a saber y a conocer la diversidad del mundo que le rodea”. Sus programas educativos tienen como objetivos informar sobre la diversidad afectivo-sexual, familiar y de género y prevenir situaciones de conflicto y acoso en las aulas derivadas de la orientación sexual o la identidad y/o expresión de género del alumnado.
Este colectivo incluye algunos ejemplos como el Diccionario de la Diversidad; propuesta de 27 ideas, una por cada letra del abecedario en español, para trabajar la diversidad en los centros educativos; Libros contra el odio, campaña para la creación de un fondo bibliográfico con libros LGTBIQ+ en cada centro de primaria y secundaria; y la página web STOP acoso escolar LGTBI con recursos educativos para combatir la LGTBIfobia en las aulas.
Su importancia también queda reflejada en sus llamamientos a la defensa de la diversidad
Para combatir la transfobia en la juventud, hay multitud de guías, en algunos casos también dirigidas a los agentes educativos. Así la ha desarrollado asociación ALDARTE-Centro de Atención a Gays, Lesbianas y Transexuales. En este documento se explican algunos principios básicos que siguen siendo necesarios como qué es la transexualidad femenina y la masculina o cómo es el proceso transexualizador. También detalla que la transexualidad no es ninguna enfermedad mental y que es importante dirigirse a las personas trans con el género con el que se identifican. Incluye también información sobre hormonación y operaciones para la transexualización.
En este recorrido, también conviene destacar que hay decenas de gabinetes de abogacía especializados en igualdad y diversidad sexual y de género. Lambda legal es uno de ellos y, además de la asesoría, también publica guías de preguntas y respuestas sobre jóvenes trans y que no se rigen por estereotipos de género.
Además de numerosos consejos y recomendaciones para protegerse de la transfobia, publica también una guía de derechos para la modificación y actualización de expedientes académicos de jóvenes trans. La transición administrativa, como la física, sigue sin ser fácil en España y en otros lugares del mundo, por lo que conviene acercarse a este tipo de gabinetes especializados para que la orientación sea efectiva, respetuosa y sin aristas.
Estos testimonios, estudios, datos y documentación son solo una pequeña muestra del camino que queda por delante. No hay informe exhaustivo que no dirija hacia la educación sus conclusiones sobre la principal lucha contra la transfobia. Sin el respeto a la diversidad asumido desde muy temprana edad, no hay generaciones educadas para el respeto a la libertades LGTBI+. Y sin ello, los avances seguirán siendo lentos y torpes.