Autor: FAD Andalucía
12 mayo, 2022

Fumar cigarrillos electrónicos y fumar en cachimba es fumar al fin y al cabo. Para centrar la prevención del tabaquismo en menores habría que entender que estos consumos pueden ser la puerta de entrada a otros consumos, que entrañan riesgos y suponen problemas para la salud.

Según el ESTUDES 2021, el consumo de cigarrillos electrónicos con nicotina entre los estudiantes de 14 a 18 años se sitúa en el 14,9% en el último año, siendo mayor el consumo en los chicos. Y la prevalencia es mucho mayor si, además, declaran fumar o haber fumado cigarrillos convencionales.

Como se indica en el vídeo, producido en el entorno del programa “Nuevas formas de fumar”, desarrollado por la Fundación FAD Juventud y financiado por la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía, el vapeo, con o sin nicotina, está mejor visto socialmente, pero forma parte de las preocupaciones de familias, educadores y educadoras.

La normalización del consumo está basada en la irremediable tendencia a mitificar lo nuevo y desproveerlo del estigma de lo de viejo, pero responde a patrones de popularización similares al consumo de tabaco tradicional, ganando adeptas y adeptos gracias a la publicidad encubierta a través de influencers y a la existencia del sentido de pertenencia al grupo, en este caso a la juventud, cuando se vapea.

Cachimbas y tabaco de liar

Fumar en cachimba, con o sin nicotina, también prevalece entre las y los jóvenes, por encima del consumo de cigarrillos convencionales. Su uso es especialmente preocupante cuando se utiliza para fumar cannabis, pero aún sin él, al fumar en shisha se consume la misma cantidad de nicotina que con un cigarrillo y se absorbe más cantidad de dióxido de carbono.

En el caso del tabaco de liar, se ha duplicado entre 2019 y 2021 el número de quienes lo consumen en exclusiva, sin mezclarlo con tabaco de cajetilla, con una prevalencia del 22,5 entre las y los estudiantes de enseñanzas secundarias que fuman, pero el consumo dual (que alterna el tabaco de liar y el de cajetilla) asciende al 43,2% entre quienes fuman y se da de forma similar entre chicos y chicas. Las razones para hacerlo tienen que ver también con una percepción más sana y artesanal de lo que se consume, lo cual puede constituirse en un riesgo de banalización difícil de desmontar.

 

Como indican Víctor José Villanueva Blasco (Universidad Internacional de Valencia) y Adelaida Lozano Polo (Universidad de Murcia) son necesarias estrategias de prevención del tabaquismo que integren todos estos factores de identificación, socialización, naturalización y distorsión de la percepción del riesgo. Solo de esta manera podremos acertar y acercarnos mejor a comprender que lo nuevo o lo que está de moda ni lo es tanto ni, aunque reluzca, es mejor.