Autor: Fad Juventud
10 noviembre, 2021

A mí Malala Yousafzai me puede pedir lo que quiera y lo hago. Desde su cuenta de Instagram, nos daba a conocer a seis chicas: Alice Pataxó, Vanessa Nakate, Marinel Sumook Ubaldo, Leah Thomas, Fatou Jeng y Renata Koch Alvarenga. Nos pedía que las siguiésemos, que aprendiésemos de ellas y que amplificásemos su trabajo. Y a eso he venido hoy. Porque si son amigas de Malala, también quiero que sean amigas mías.

Alice Pataxó

Alice Pataxó se define a sí misma como de la aldea Craveiro, de la etnia del pueblo “Pataxó”, en Brasil. Se siente representante de la juventud brasileña indígena y quiere aprovechar al máximo su capacidad de portavocía, así que compagina sus estudios en Humanidades con el activismo. Quiere que rompamos con los estereotipos colonialistas sobre los pueblos nativos, quienes desempeñan un papel fundamental en la lucha contra el cambio climático.

Vanessa Nakate

La causa de Vanessa Nakate, ugandesa, va estrechamente ligada a la crisis del clima, pero su lucha empuja por los derechos, y el futuro, de toda la juventud africana. En un continente donde la economía de la mayoría de los países depende de la agricultura, las catástrofes climáticas producen más pobreza. Y a más pobreza, más desigualdad. Y a más desigualdad, más injusticia, nos recuerda. Acaba de lanzar su primer libro: “Una perspectiva más amplia: mi lucha para dar una nueva voz africana a la crisis del clima”.

Marinel Sumook

Marinel Sumook Ubaldo es filipina y sabe que hace falta soporte económico para el activismo, lo cual, por obvio, puede resultar para algunas y algunos, molesto. En 2013 sobrevivió al tifón Haiyan y desde entonces no ha parado de pedir justicia por las víctimas. El mundo está interconectado y hacen falta soluciones colectivas y sistémicas, lo tiene claro, mientras trabaja localmente en su comunidad.

Leah Thomas

Leah Thomas o “Green Girl Leah” apuesta por el ambientalismo intereseccional, por no dejar a nadie atrás. De nada vale la lucha climática si no se tienen en cuenta todas las variables de diversidad: racial, étnica, de género, funcional. Las crisis, ya lo sabemos, no afectan de la misma forma a todas y todos, es por ello justo que se reconozcan diferentes niveles de vulnerabilidad. Desde EE.UU. quiere ser nodo de todas las voces excluidas.

Fatou Jeng

Fatou Jeng es de Gambia y no para. Y cuando digo que no para no exagero: se mueve, se hace oír, se mete donde no la llaman y quiere que se planten un trillón de árboles. Y sigo sin exagerar. Un trillón. Por lo menos. Le mueve la emergencia climática, que las agujas del reloj sigan corriendo y que no nos pillen los tiempos devastados y deforestados. Su actividad hace que se muevan otras y otros jóvenes que plantan cara con ella al cambio climático y a la inseguridad alimentaria.

Renata Koch

Renata Koch Alvarenga dice, textualmente, que “lo más importante de las negociaciones climáticas es asegurar que las personas afectadas por el cambio climático estén en la mesa de decisión”. Así que pelea por el liderazgo de quienes lo merecen y por el empoderamiento de quienes padecen. Es brasileña y abandera el feminismo como forma ineludible de tomar las decisiones adecuadas, también en lo que al planeta se refiere.

educación niñas

La educación de las niñas y el cambio climático

Todas ellas han estado presentes en la COP26 de Glasgow y se han abanderado como activistas jóvenes por la justicia climática. Son voces más o menos reconocidas, pero, desde luego, reconocibles. Y esto lo dice Malala, lo dice Greta Thunberg y lo dicen sus causas, que hablan mucho de ellas. Todas, juntas y por separado, nos recuerdan el grito del planeta Tierra y también el de las jóvenes, sin las cuales esta crisis será, sin duda, peor.

La vinculación entre educación de las niñas y jóvenes y el cambio climático se explica de la siguiente manera: a más educación, mayor capacidad de lucha y de acción, en primer lugar; y a mayor crisis climática, menos oportunidades para las niñas que son quienes cargan mayormente con sus consecuencias, en segundo lugar.

Esta relación no es baladí, todo lo contrario: nos jugamos la igualdad de género además de la sostenibilidad. Por tanto, y volviendo al principio, lo que nos pedía Malala es mucho más que conocer, aprender y amplificar. Malala nos pide entender que estas chicas son parte de la solución. Así que ahora os lo pedimos desde aquí también: seguidlas, aprended de ellas, amplificad su trabajo y, sobre todo, entended que sin niñas y jóvenes activistas estamos perdidos.