Hablamos con Patricia Martínez Redondo, educadora social y antropóloga experta en género, dinamización de grupos de mujeres y acompañamiento en procesos de violencia
En el Día Internacional para la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres, detalla cómo se produce la ciberviolencia y la necesidad de cambiar el sistema educativo y social
En este 25 de noviembre, con un carácter especial debido a la pandemia mundial de coronavirus, resulta más importante que nunca no perder la perspectiva del que sigue siendo uno de los problemas más importantes de la sociedad y que sigue repitiéndose e incluso incrementándose: las violencias machistas. Hoy lo abordamos poniendo el foco en la adolescencia y la juventud, en el tipo de violencia y acoso que se genera en las redes sociales y en la necesidad de educar en igualdad. Y lo hacemos de la mano de la educadora social y antropóloga Patricia Martínez Redondo, para conseguir esa visión integral. Feminista a todos los niveles, comenzó a trabajar en drogodependencias en 1995 y desde entonces ha estado en recursos de intervención directa dirigidos a personas con problemas de drogodependencias, para a partir de 2005 conjugarlo con la investigación, asesoría a entidades y formación de profesionales.
Desde 2012 se dedica sobre todo a estas últimas tareas, aunque sigue en intervención directa a través de talleres específicos de género y adicciones con personas en tratamiento, dinamización de grupos de mujeres, y acompañamiento en procesos de violencia. Desde su página web propicia el encuentro entre personas interesadas en la intervención y análisis de las drogodependencias y el consumo de drogas desde la perspectiva de género.
Son muchos los ámbitos en los que has desarrollado tu actividad, siempre ligada a la perspectiva de género. ¿En qué aspectos estás trabajando actualmente que confluyan con la violencia de género?
La violencia de género es una cuestión prácticamente transversal porque aparece tanto en acciones de tratamiento como en las de prevención, que son en las que más centro mi actividad. Surge tanto con mujeres como con hombres que tienen adicciones: las mujeres como víctimas de esta violencia específica, y en el caso de los hombres, con comportamientos violentos hacia sus parejas, sus madres, sus hermanas… Es importante destacar que en todos estos casos aparece también la violencia sexual, sobre todo en jóvenes y adolescentes, y en situaciones donde hay un uso de sustancias que hacen que esa violencia se precipite o aparezca con mucha facilidad.
¿Cómo surgen ese tipo de violencias en las actuaciones que realizas centradas en adolescentes y jóvenes?
Casi todas las situaciones se dan en espacios de ocio y consumo de sustancias. Aquí el Observatorio Noctámbul@s ha visibilizado mucho este tipo de violencia. Se analiza qué está pasando para que efectivamente haya tantas situaciones de violencia hacia las mujeres en distintos niveles. Hablamos de violencias diferenciadas. Por un lado de acorralamientos o tocamientos no deseados, pero también aquellas que son perpetradas por chicos con los que hay relación previamente y que implican agresiones sexuales más graves: mantener relaciones sexuales no deseadas o realizarlas cuando la chica está bajo el efecto de sustancias. Es ahí donde encontramos casos de chicas que bajo el efecto de estas sustancias no pueden decir que no pero tampoco pueden decir que sí. En ningún caso participan de lo que está sucediendo. Ahí la ley lo considera abuso, no agresión, y está claro que algo debemos hacer con esa legislación, porque no deja de ser una agresión sexual. También hay otras situaciones donde sí hay consciencia pero también es agresión. Son cuestiones que están apareciendo, pero luego hay otros temas relevantes, como sucede con las chicas adolescentes: con esto de que maduramos antes, hace que entremos en dinámicas donde estamos con chicos más mayores y hacemos cosas para las que no estamos preparadas psicológicamente, a nivel madurativo. Son situaciones no deseadas y aunque haya una participación voluntaria, luego genera malestar. Si todos estos factores los unimos a Internet y a las redes, ahí encontramos también todo tipo de violencias.
Entraríamos en la ciberviolencia de género. ¿Por qué se ha propagado (y se propaga) el sexismo con tanta facilidad en el ciberespacio?
Las redes sociales son una herramienta para ello por los usos que les damos. Hay cuestiones que se viralizan de golpe. Eso nos hace pensar en qué está pasando para que tengamos una educación que sigue sustentando el hecho de que una chica pueda sentirse avergonzada si se difunde una imagen suya, de su cuerpo o manteniendo relaciones. Tuvimos recientemente el caso de Iveco, de cómo una mujer puede llegar a quitarse la vida por ello. ¿Qué tipo de sociedad estamos sosteniendo para que siga cuestionando moralmente a una adolescente que aparece en esas circunstancias? Es algo que hay que cambiar desde los cimientos. Sigue sucediendo porque seguimos sin cambiar la base de que para nosotras sea algo vergonzante, algo que cuestiona tu decencia como chica.
¿Sucede igualmente en las violencias sexuales que se producen en un entorno de consumo de sustancias?
Sí, porque si una chica bebe mucho, se la culpa por lo que pueda pasar. Esto hay que empezar a cambiarlo. Por mucho que beba una chica, no tendría que ser susceptible de sufrir una agresión sexual. Los chicos beben mucho y nosotras no nos lanzamos a agredirles sexualmente. Pesados y pesadas nos podemos poner todo el mundo, aunque el género ahí también marca diferencias, pero se culpabiliza a las mujeres. Esto está directamente relacionado con la ciberviolencia, donde se culpa a las chicas que han producido la imagen suya, la imagen privada. Aquí, de nuevo, hay que poner el punto de atención en la cultura y en el tipo de imaginario colectivo que tenemos. La sexualidad o que se nos pueda cuestionar por nuestro comportamiento sexual tiene que dejar de ser algo vergonzante para nosotras.
Hay también en las redes sociales quienes condenan los mensajes sexistas o que inciten a la violencia machista, pero aún así sigue sucediendo. ¿Es una prueba de lo arraigado que está ese machismo?
Claro, sigue formando parte de nuestra cultura. Y seguirá mientras una chica que ha sido agredida sexualmente tenga que justificar que ella no ha tenido nada que ver en que eso le pase. Son esas clásicas preguntas de “¿qué hacías sola a esas horas? ¿qué hacías así vestida? ¿porqué te fuiste con ellos tú sola?”, como ocurrió en el caso de la violación en Pamplona. Hacer esos cuestionamientos es una barbaridad y está muy instaurado en el pensamiento normalizado: seguimos percibiendo como un riesgo que una chica se vaya con cinco chicos ella sola y no a la inversa. Tendremos que ir a la base: ¿por qué es un riesgo? Esto es lo que la sociedad tiene que plantearse. Porque qué desequivalencia tan grande que de forma normalizada sea así, ¿no? Es como si justificáramos que esa violencia suceda. Y eso es intolerable.
Has mencionado, y es una de tus áreas de especialidad, la importancia del peso del consumo de sustancias en las violencias machistas. ¿Esto también puede aplicarse en el caso de la propagación de la ciberviolencia en redes sociales?
Es una gran hipótesis por explorar, pero es cierto que estando bajo el efecto de sustancias las situaciones de violencia de género pueden propiciarse más fácilmente por la inhibición de los sistemas de control. Pero, ahora bien, es importante rechazar el argumento de “no se daba cuenta de lo que hacía”. La base es que si lo está haciendo, es porque está en él, porque otros chicos se emborrachan y no harían eso. Y en el caso de mujeres bajo el efecto de sustancias, eso las hace más vulnerables e incluso se ha bromeado con ello en películas y series de televisión. De hecho, también se ha normalizado que una mujer pueda ser agredida porque ha consumido, lo cual también es una barbaridad.
De cara a las redes sociales, como me preguntas, ver cómo influye el consumo en la ciberviolencia es un territorio por explorar, viendo cuándo publicamos, cómo se producen los comentarios y qué situaciones se generan debido a ello y a la exposición en las redes. En sí mismo es un campo donde también influye que sin tener a la persona delante, se facilita mucho el acoso. En el caso de las mujeres, hay una violencia específica que tiene ver con la imagen corporal, con su sexualidad y cuando entramos en relaciones de noviazgo, el control sobre lo que se publica o no. Y también entornos de ‘gaming’, de juegos online, donde las mujeres recibimos muchísima violencia solo por presentarnos como mujeres.
“La violencia se ha incrementado porque hay más gente dedicando más tiempo a hacer algo que ya estaba haciendo: ahí el acoso se ha podido incrementar”
Durante la pandemia y debido a los confinamientos, los y las jóvenes han hecho hecho más uso de las redes sociales. ¿Crees que eso puede haber agravado el sexismo?
La cuestión es para qué estamos utilizando más las redes: si ha sido para relacionarnos, que ha sido fundamental porque los niños, niñas y adolescentes han estado sin salir y su ventana al mundo ha sido a través de eso; o si ha habido más casos donde estuviese implantada la violencia y las relaciones de acoso. Está claro que si eso se producía anteriormente, durante la pandemia ha seguido así. Y también creo que la violencia se ha incrementado porque hay más gente dedicando más tiempo a hacer algo que ya estaba haciendo: ahí el acoso se ha podido incrementar.
Habría que replantearse también cómo es el trato que nos damos en las redes…
Desde luego. Estamos en una cultura muy poco dada al buen trato a través de las redes y más cuando se hace desde el anonimato. En Twitter, por ejemplo, sí que se ha recrudecido la violencia. Últimamente tengo la sensación de estar leyendo todo el rato acosos a personas. Y hay un incremento de perfiles de acoso a mujeres, que buscan todo lo que sea feminista para poder acosarlas. Lo mejor es no alimentar a los troles. Pero a nada que eres una figura pública, el acoso es tremendo. En este sentido, es fantástica la guía de Donestech “Redes Sociales en Perspectiva de Género: guía para conocer y contrarrestar las violencias de género online”. Es feminista, identifica la violencia, la expone y establece herramientas para hacerle frente y poder construir otras alternativas. Parte del hecho de algo fundamental: el acoso en redes es algo generalizado pero las mujeres sufrimos un acoso y unas violencias específicas por el hecho de ser mujeres.
El caso es que llevamos años hablando de ello, pero sigue creciendo no solo en redes, sino también a nivel general. ¿En qué estamos fallando y qué se puede hacer?
Somos una sociedad que sigue sin introducir la perspectiva de género de forma transversal en todo el sistema educativo. Tendríamos que darle un repaso a cómo se enseña historia o filosofía. Deberíamos generar una incorporación sistemática de las mujeres en los libros de texto, en la historia occidental. Nos transmiten un pensamiento muy basado en la misoginia. Mientras sigan enseñando la Revolución Francesa hablando de Rousseau y nadie mencione a Olympe de Gouges, tendremos un problema. Seguimos sin cambiar un sistema educativo y social que se fundamenta en la subordinación de las mujeres y de lo femenino. Y si no lo cambiamos de base, cuando tú te puedes defender de esto con 14 o 15 años, porque alguien te da un taller en contra de las violencias de género, ya has recibido un montón de impactos en tu socialización y en tu sistema de valores. Si has nacido en una familia donde se ha inculcado el respeto por los y las demás, perfecto, pero si es al contrario, la educación no ha contrarrestado eso. Seguimos con una educación que invisibiliza totalmente que la historia no se compone solo de guerras, sino que en los debates sobre ciudadanía también participaban mujeres y hombres en pro de la igualdad. Otro ejemplo fabuloso es el de Sojourner Truth, una mujer negra esclavizada al nacer que en 1851 pronunció la simbólica frase “¿acaso no soy yo una mujer?”. Fue una activista del abolicionismo de la esclavitud y por los derechos de las mujeres. Otro ejemplo más de la genealogía de mujeres no blancas que han construido saberes muy necesarios frente a las opresiones.
El contexto político, con el auge de los discursos de extrema derecha, tampoco ha ayudado…
El momento es muy complicado. Esos mensajes han surgido con mucha fuerza y desde los medios de comunicación se está amplificando su discurso. Un discurso que confunde, y que pone en cuestión algo que ya teníamos avanzado, que era el reconocimiento de la violencia específica hacia las mujeres por parte de los hombres. Es como si estuviéramos retrocediendo, aunque es importante señalar que hay muchos avances. Pero si no cambiamos la educación y los mensajes que nos llegan desde las narrativas de la política, la televisión y de las series, no conseguiremos avanzar más.