Arancha Sanz Seligrat*
Viernes por la tarde en la puerta de un bar que hace esquina con una calle cualquiera de Madrid. “Yo llevaré unas converses rojas con estrellas”. “Tú ponte la camiseta verde que llevabas en la foto para que te reconozca”. Llevan una semana chateando en Tinder y por fin ha llegado el momento de conocerse cara a cara. Las aplicaciones para ligar, bautizadas por la moda de los extranjerismos como dating apps, ya forman parte del imaginario de las relaciones sociales actuales. ¿También del universo de los y las jóvenes?
Persona busca persona en Tinder. Después de hacer next a varios usuarios, hace match e intercambia algún que otro flirtexting y varios sexyemojis. Antes de la primera cita, se agregan en redes sociales y stalkean mutuamente sus cuentas para detectar fakes y postureos. ¿Qué pasará después? ¿Habrá crush y segunda cita? ¿Alguien hará ghosting y no volverá a responder sus mensajes nunca más? Parece un fragmento de “La naranja mecánica” de Anthony Burguess pero, por suerte o por desgracia, estas y otras palabras ya forman parte de la terminología que maneja la juventud española.
Veamos algunos datos generales para contextualizar. Según el estudio sobre el uso de redes sociales IAB 2018, el 49% de los y las jóvenes entre 16 y 30 años conocen la red social Tinder y las personas que la utilizan aumentaron su frecuencia de visita con respecto al año anterior. En cuanto al perfil de edad predominante en esta plataforma, hablamos de una horquilla entre los 16 y los 30 años (a pesar de que la aplicación restringió su uso a mayores de 18 años en 2016).
En ningún caso podemos decir que reinas del Social Media como Facebook e Instagram se sientan amenazadas por el nicho de las dating apps pero, según el IAB 2018, un 21% de usuarios de redes sociales se conecta para “hacer amistad” y “conocer gente” y, según datos de la investigación del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud “Jóvenes en la red: un selfie”, el 81% de jóvenes entra en las redes para mirar información sobre los perfiles, vidas y comentarios de las personas que sigue. Por lo que no podemos negar que estas apps “de amores y odios” cumplen con uno de los objetivos buscados en estas plataformas.
Además, sabemos que su yo virtual es tan importante como su yo real, que piensan que “si no estás en redes no existes” y que perciben estas como un trampolín digital para sumergirse en la corriente de planes de ocio que sin la experta gestión de Whatsapp o Facebook Messenger no se coordinarían con la misma efectividad. El aumento del número de jóvenes registrados en Tinder y sucedáneas podría, por tanto, considerarse una evolución lógica y en crecimiento. Y así lo cree la mismísima Tinder que, auto analizando su comunidad de usuarios, sostiene que la mitad de sus suscriptores tiene entre 18 y 24 años. Happen, que hasta hace un tiempo era su principal competidora, ofrecía un dato algo menor pero también representativo con el 29% de usuarios en esta franja etaria (nada menos que un total de 900.000).
¿Cómo no iban a pasárselo bien los y las jóvenes ligando por Internet?
No solo los datos avalan la teoría de que a los y las jóvenes cada vez les gusta más ligar por Internet. También lo hacen líderes de opinión entre este colectivo tales como Raquel Córcoles, mucho más conocida como “Moderna de Pueblo”, y su ya célebre viñeta It’s a match!, que puede leerse haciendo clic en esta imagen.
Este artículo de El Periódico señala, entre otras ventajas, que las dating apps amplían el abanico de posibilidades de los chicos y chicas a la hora de encontrar ligue o pareja. Así conocen más gente y no tienen que limitarse a colegas del barrio, compañeros de clase o amigos de amigos. Además, en el universo del ligoteo digital la afinidad está garantizada gracias a la segmentación por gustos y aficiones que permite el algoritmo de la mayoría de estas aplicaciones. Es mucho más fácil encontrar a un aficionado a la literatura rusa filtrando por etiquetas que preguntando persona por persona en el descanso entre clase y clase. Eso por no hablar de que algunas de estas plataformas permiten filtrar en función de los atributos físicos deseados. Ya tenemos a un amante de Chéjov que mide a partir de metro ochenta, solo faltaría añadir un hashtag tipo “restaurantes exóticos” para saber si es capaz de combinar la literatura con un buen gusto gastronómico a la hora de elegir donde cenar el día de la primera cita.
Otro de los puntos más destacables, y de los más positivos, es la diversidad sexual de la que parecen hacer gala estas aplicaciones, o al menos, hay quién así lo percibe. Según un estudio realizado por la Universidad Northwestern, que analiza SDP Noticias en este artículo, “más del 50% de los adolescentes entre 14 y 17 años que se identifican como gays o bisexuales usan cotidianamente estas plataformas” porque “dentro de su círculo social tienen menos posibilidades de conocer gente de las que tiene un heterosexual”.
Esto de “diversidad sexual” puede ampliarse a cualquier tipo de diversidad. Existen muchos ejemplos de proyectos que no han superado la “versión beta” pero que nos permiten hacernos una idea de hasta dónde pueden llegar las aspiraciones del mundo digital: aplicaciones específicas para amantes de las mascotas (Tindog o Animalear), para ligar con hombres que lleven barba (Bristlr), o amantes de nadie que solo deseen conversar con un sistema de Inteligencia Artificial como hacía Joaquim Phoenix en la película “Her” (Invisible Man).
Ligar a la carta no es tan fácil como parece
Veamos ahora los contras de la moda del dating virtual. Llevamos todo el post evitando esta palabra que seguro que ya ha pasado varias veces por la cabeza de gran parte de nuestra comunidad lectora: riesgos. Un concepto irremediablemente vinculado al binomio jóvenes-Internet, sobre todo en este contexto en el que lo virtual traspasa la frontera de lo real.
¿Quién se encuentra al otro lado? ¡Ni idea! Por ello, es necesario tomar precauciones a la hora de elegir una imagen de perfil que no ofrezca información sobre ubicación, domicilio, lugares de paso, familiares, etc; restringir ajustes de privacidad como el acceso a la ubicación, rellenar el menor número de datos personales posible; no dudar en bloquear perfiles no deseados, y tener a mano el contacto de la aplicación para escribirles en caso de acoso. Y, sobre todo, recordar a los y las jóvenes que nunca (nunca) deben fiarse de quien quiera que esté detrás de la pantalla.
Y si el chateo da su fruto y culmina en una primera cita, existen unas cuantas reglas no escritas que deben ser cumplidas. Las más importantes son quedar siempre en un sitio público en el que haya mucha gente y del que sea fácil salir en caso de necesidad, avisar a una o dos personas de confianza de que el encuentro tendrá lugar o incluso acudir acompañado.
Otro de los riesgos más destacados es el que llamaremos “lado oscuro de la transformación digital” para recordar que el tiempo que los chicos y chicas pasan en Tinder no lo pasan hablando con sus amigos, practicando deporte o ligando en la cafetería de la universidad (como toda la vida).
Una vez aclarado el capítulo de riesgos, uno de los “males menores” que pueden acechar a nuestros jóvenes es el de la temida decepción. El ya mencionado anonimato de Internet facilita la mentira y la exageración: Es más que posible que el ávido lector de Chéjov ni mida metro ochenta ni sepa conversar sobre libros. Otro factor negativo es la pérdida de la espontaneidad, como ilustra el capítulo cinco de la cuarta temporada de Black Mirror, Hang the DJ, cuyo tráiler compartimos en este vídeo.
¿Por qué iba un algoritmo cualquiera a decidir por ellos y ellas quién es su persona ideal? Y lo que es peor, ¿con qué potestad va a arrebatarles el derecho inalienable de declararse a la persona equivocada y “caerse con todo el equipo”? Dejemos que los y las jóvenes se equivoquen libremente en lugar de encorsetarse en promesas de falsa compatibilidad y afinidad. “El fracaso es la oportunidad de comenzar otra vez con más inteligencia”, decía Henry Ford. Y, como confiamos en la inteligencia de los y las jóvenes más que en la de Tinder, esperemos que no permitan que el universo digital les limite el placer y el aprendizaje de buscar y equivocarse.
*Arancha Sanz Seligrat es la community manager de la Fad. Dentro de esta institución, también ha sido técnica de cooperación en República Dominicana. Licenciada en Periodismo y Máster en Periodismo Digital, su trayectoria profesional ha transcurrido entre editoriales, agencias de noticias y oenegés. Es una apasionada de la escritura creativa, los pugs y la cultura de Internet.