Autor: firmainvitadapj
25 mayo, 2022

*Manuel Pérez Moreno

Según la Encuesta de Población Activa (EPA), ofrecida por el Ministerio de Educación y Formación Profesional, en 2021 el 13.3% de la población entre 18-25 años no habrían completado la segunda etapa de Educación Secundaria y no seguiría ningún tipo de formación académica en nuestro país, llegando al 21.8% en Andalucía, frente al 10% de media en la Unión Europea. Si bien es cierto que esta tasa se ha reducido en los últimos años, nos colocaría en el segundo puesto solo superado, y por muy poco, por Malta. Este dato resulta del todo inaceptable en un país como España: ¿qué está ocurriendo? ¿Las y los estudiantes no están preparados para recibir nuevos conocimientos?  ¿Cómo puede contribuir el profesorado a aumentar o reducir esta tasa?

Tras bastantes años de docencia con estudiantes españoles, franceses e italianos, puedo asegurar sin ninguna reticencia que nuestros y nuestras estudiantes están  igual de capacitados que el resto de estudiantes europeos, así que las preguntas que tienen que ver con ellas y ellos tendrían un no por respuesta. 

La pregunta que toca responder ahora es si los profesores tenemos algún grado de responsabilidad en el fracaso académico de las y los jóvenes y adolescentes. 

PROFES FLUORESCENTES Y PROFES LINTERNA

Haciendo un ejercicio de reflexión, distingo entre lo que yo llamo profesores fluorescentes y profesores linterna. Los profesores fluorescentes (una pequeña minoría, afortunadamente) son aquellos cuyo ego es tan grande que solo se dedican a explicar una determinada materia para gozo y deleite de ellos mismos sin importarles si su audiencia se está enterando o comprendiendo lo que dice o explica y salen del aula pensando que cada día valen más y que han cumplido con su  horario y su misión diaria. Son como los llaveros fluorescentes, brillan pero iluminan poco o nada.

Por otro lado están los profesores linterna, les interesa más que sus alumnos se enteren, adquieran y aprendan sus explicaciones que su propio ego y terminan la clase con la preocupación de si alguno de sus estudiantes no ha comprendido bien el tema. Son como linternas porque de por sí no brillan, pero son capaces de iluminar el camino para los demás.

De los primeros, los fluorescentes, seguro que todos hemos conocido alguno, no guardamos gratos recuerdos. Puedo llegar incluso a entender que después de muchos años de explicar siempre lo mismo puedan aparecer signos de cansancio, hastío o falta de ilusión, pero eso no es excusa para  quien elige una profesión que es de las más vocacionales de cuantas conozco. Aburren, cansan, desmotivan y, aunque seguro que sin querer, aportan un granito de arena en el platillo de la balanza del abandono escolar y académico. 

SÉ UN PROFE LINTERNA

Los segundos, los profesores y profesoras linterna, son capaces de motivar, estimular, ilusionar y enganchar al estudiante incluso en las asignaturas más arduas o secas, bien con una anécdota, con una curiosidad o con un chascarrillo sobre el tema, incluso con el tono de voz empleado. Miran a la cara a sus alumnos y son capaces de ver en todo momento si les siguen en sus explicaciones o tienen que hacer un receso y repetir frases y conceptos para que sus estudiantes no se pierdan. Son tan “influencers” que alguno hasta hemos intentado seguir sus pasos. Seguro que todos hemos conocido a más de uno.   

¡Más linternas y menos fluorescentes! Deberíamos haber gritado y exigido en nuestra época de estudiantes a las puertas de colegios, institutos y facultades. ¡Más linternas y menos fluorescentes! Nos deberían gritar y exigir ahora a nosotros para, así, contribuir a disminuir el abandono académico y con ello disminuir también la probabilidad de que las y los jóvenes puedan caer en adicciones de complicada salida.

*Manuel Pérez Moreno es farmacéutico y doctor en Ciencias de la Salud. Profesor de universidad, padre y filántropo, cree en la juventud como etapa de la vida en la que hay que tomar conciencia de los riesgos.