*Anna Sanmartín
Es increíble tener que decir que “la ciencia necesita a las mujeres”. Pensemos en lo absurdo que sería afirmar que “la ciencia necesita a los hombres”. Y aun así es parte de un lema de la propia UNESCO que proclama: “El mundo necesita la ciencia y la ciencia necesita a las mujeres”, una realidad de la que se hace eco la celebración del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.
Como investigadora dedicada a las ciencias sociales no me planteé al inicio de mi carrera las dificultades de ser mujer e investigadora. Una vida dedicada a la investigación ya es de por sí una carrera de obstáculos y de incertidumbres, de prisas, requisitos, baremos y plazos. Así que aprovecho la oportunidad de escribir en este blog para frenar, recapacitar y compartir qué significa para mí celebrar el 11 de febrero y por qué es importante reivindicarlo.
Para describir la profesión de investigadora, lo primero que me viene a la cabeza son términos como el rigor, la precisión o la paciencia, y mucho tiempo dedicado a la lectura, la escritura, las citas o los indicadores. E inmediatamente me asaltan otros, si se quiere más íntimos, que tienen que ver con un disfrute inmenso, con la invención, la creación, los hallazgos. Ser investigadora es en gran parte ser inventora y arqueóloga y, si se tiene la suerte de la que yo disfruto y el equipo y la institución lo posibilitan, es también despertar la curiosidad de los demás al compartir tus resultados, dar información útil, nueva, medible, que pueda incidir en la realidad y, en definitiva, contribuir al cambio social.
Tomar el pulso a la realidad social, interpretarla y transferir esos conocimientos es la secuencia que acompaña a la tarea investigadora. Así que, ¿cómo no reivindicar la importancia de contar con voces femeninas en este relato? ¿Cómo no apostar por la presencia de las mujeres en la producción de sentido? ¿Cómo no tener que visibilizar el trabajo de tantas y tantas mujeres que copan las universidades pero que a medida que avanzan en la carrera investigadora van quedando relegadas a un segundo plano y desapareciendo gradualmente de los espacios de visibilidad y poder? Nos lo debemos a nosotras mismas, se lo debemos a las niñas y los niños que se miran en las personas adultas, y se lo debe imponer la sociedad en su conjunto como una tarea irrenunciable en la lucha contra la desigualdad.
*Anna Sanmartín Ortí es subdirectora del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de Fad. Doctora en Sociología, ha volcado su saber hacer y saber pensar en investigación social en el campo de los estudios de juventud. Además, es madre a tiempo completo y muy fan del artista 360º Guillermo Rayo.