Autor: Alicia Avilés Pozo
12 agosto, 2020

Los mensajes contra la irresponsabilidad generalizada de los jóvenes en cuanto a las medidas sanitarias contra la pandemia inundan medios y redes, pero ¿son la mayoría?

Con motivo del Día Internacional de la Juventud, hablamos con varios de ellos y ellas para que nos comenten su situación y su percepción del problema

El Consejo de la Juventud de España llama a frenar los estereotipos y estigmas. “Criminalizarlos acentúa la fractura social y generacional”, afirma la socióloga Idoya Jiménez

Cuando arrancó la desescalada en España tras el confinamiento por la pandemia de coronavirus, comenzaron a llenarse las calles de niños y jóvenes. Aparte, por supuesto, de las víctimas, de sus familias y del personal sanitario y esencial, eran uno de los colectivos que había vivido de manera más dura la cuarentena. A los y las adolescentes esto les pasó a nivel educativo y social, en una etapa crucial de sus vidas, en plena construcción de la personalidad y de las relaciones. Semanas después, se han convertido en la diana de aquellos que buscan un solo culpable de los progresivos brotes de la COVID-19 en España. Muchos han salido, han hecho botellones, han acudido a fiestas masivas, no usan la mascarilla y no guardan la distancia de seguridad. Es cierto. Pero, ¿son la mayoría? ¿Todos son culpables? ¿Son los únicos?

 


 

Poco después de instaurarse en España la nueva normalidad, desde el Gobierno y varios organismos y administraciones se multiplicaron las llamadas a la responsabilidad de la juventud. El presidente, Pedro Sánchez, les pidió que pensaran en sus mayores. La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirmó que “a medida que los jóvenes vuelvan a reintegrarse a la sociedad, está claro que pueden ser un modo de transmisión”. Y muchos ayuntamientos y gobiernos autonómicos han lanzado campañas multimedia impactantes, dirigidas a las generaciones más jóvenes, para alertarles del peligro del incumplimiento de las medidas sanitarias.

Con todo ello, toda una generación lleva casi dos meses en el punto de mira. ¿Qué piensan ellos y ellas? ¿Se identifican con la alarma generada? ¿Conocen las medidas? ¿Están intentando adaptarse o pasan de todo, como muchos adultos no se cansan de repetir? ¿Es una mezcla de todo?

“Nos han criminalizado injustamente. Yo hice bien la cuarentena, salí cuando tenía que salir, y ahora llevo mi mascarilla y me lavo las manos. Sé que puedo contagiarme y contagiar a otros, y a personas mayores. Y sé que a lo mejor ni siquiera me entero porque no he tenido síntomas, pero con todo eso he notado que nos miraban mal en la calle por ir en grupo de cinco o seis amigos llevando todos las mascarillas. Es que no me parece justo”, comenta Andrea, de 21 años.

“SIEMPRE PASA LO MISMO”

Pero es Cristina, de 18 años, quien opina sobre las causas. “Siempre pasa lo mismo. Estamos aquí jodidos, con una EVAU que hicimos asfixiados y casi sin poder prepararnos bien, sin saber lo que va a pasar con las clases de la universidad, pero luego tenemos la culpa de todo. ¡Pero si ni siquiera sé si podré trabajar en el futuro, porque toda la economía mundial va a seguir cayendo! Encima, cumplo las normas y luego leo y veo que todos nosotros tenemos la culpa. Es que es increíble”.

Samuel, de 15 años, reconoce que estando con sus amigos se ha quitado la mascarilla, pero siempre vigilando que estén en un sitio al aire libre y que no pasen personas al lado. “A lo mejor debería llevarla siempre, y de hecho en los últimos días, viendo que vuelve a haber muchos contagios, la llevo ya casi siempre. Pero, vamos, es que creo que no he puesto a nadie en peligro. Y si lo he hecho, puedo pedir perdón o lo que sea, pero no veo a todos los jóvenes comportándose como cabras, como están diciendo en todas partes”.

Alguno de ellos también reconoce haber estado en uno o dos botellones pero no haber vuelto “por miedo”. Es el caso de Lucía, de 17 años. Dice haber estado en uno con mucha gente y luego sentirse “súper culpable”. En octubre empieza la universidad y reconoce que no pensó en ello, en que podía enfermar o que enfermaran sus padres o sus abuelos. “Ahora ya sí lo tengo claro. Es una mierda pasar así el verano, bueno, y la vida. Pero es lo que hay, tampoco podemos hacer nada, solo esperar que pase y aguantarnos”. Añade además que espera que el hecho de que los brotes se estén multiplicando ya por otros motivos, ayude a quitarles ese “sambenito”.

En lo que coinciden todos es en que, al igual que la sociedad repite sin cesar que la juventud tiene la culpa de los brotes, también podrían ponerse sobre la mesa los problemas que se encontrarán a corto plazo como sus estudios, su futuro laboral y las condiciones económicas en las que tendrán que vivir. “Esto es traumático para nosotros. Yo pienso en los mayores, claro que sí, pero también en que el futuro por delante… más negro imposible”, añade Samuel.     

 

Manuel Ramos, presidente del Consejo de la Juventud de España

Es un mensaje prácticamente idéntico al que el Consejo de la Juventud de España (CJE) quiere que prevalezca. “Nos preocupa la criminalización, el señalamiento y como mínimo la magnificación de una actitud que no negamos que pueda existir: hay jóvenes que no están siendo responsables, pero habrá otras muchas personas que sí lo sean y pensamos que son mayoría”, comenta Manuel Ramos de la Rosa, presidente del Consejo. Recuerda que en todos los grupos de edad hay personas que cumplen y otras que no.

Por ese motivo, pide “quitarnos de encima el estereotipo y el estigma” de responsabilizar a la juventud, porque de no ser así, avisa, se acabarán regulando medidas “sobre un tópico y no sobre la realidad”. Hace referencia a los datos que el Ministerio de Sanidad aportó sobre los contagios: el 45% se habían producido en reencuentros familiares, por lo que “no sabemos cómo de masiva o de significativa es la acción del ocio juvenil”.

Al final, lamenta que impere una generalización que “nos impide hacer un análisis más profundo” sobre otras cuestiones, como la situación actual de jóvenes y adolescentes. Hace referencia así a los estudios que constatan cómo ha afectado la pandemia a la juventud desde todos los puntos de vista: laboral y emocional. “Están estresados, tienen mucha ansiedad y mucha preocupación, y eso no coincide con el cuadro de una juventud irresponsable y despreocupada. Se preocupan por sus lazos familiares y al mismo tiempo conocen la inestabilidad laboral a la que se enfrentan”.

Refuerza este argumento la socióloga Idoya Jiménez, experta en Juventud y técnica local de Participación y Dinamización Comunitaria. Asegura que la responsabilidad es colectiva y que esta “estrategia tradicional” de culpabilizar a un grupo suele ocurrir en situaciones de crisis. Es un recurso fácil y  “la forma como se trata a los jóvenes en los medios de comunicación, en las conversaciones más cotidianas, no ayuda a la unidad que se necesita ante la crisis actual”.

“LA IRRESPONSABILIDAD TAMBIÉN LA COMETEN LOS ADULTOS”

También rechaza las generalizaciones cuando se habla de que los jóvenes hacen esto o aquello. “¿Qué jóvenes? Hay jóvenes que hacen un uso irresponsable de las mascarillas y nuevas medidas de prevención, pero también hay jóvenes que hacen un uso responsable. Y esta misma situación se encuentra entre los adultos”. Está convencida por tanto de que cualquier simplificación de la realidad se crea para facilitar la compresión sobre lo que está ocurriendo, debido a la necesidad que tiene la ciudadanía en estos momentos por saber por qué no paran de aumentar los contagios.

Otro factor que señala Idoya Jiménez es que en España, y más en estos meses, las interacciones familiares y con los amigos están más presentes en el día a día frente a un mayor individualismo en otros países europeos. Para la adaptación a esta “nueva normalidad” se necesita un tiempo: “Es difícil cambiar las relaciones sociales y nuestra forma de vida de un día para otro. La gravedad de la situación actual hace que no se cuente con ese tiempo, se va a contrarreloj”.

Para algunos jóvenes, así como para cualquier otro ciudadano, “es más fácil adaptarse a la nueva normalidad dependiendo de sus estrategias y recursos personales, sociales y materiales”. Es decir, el hecho de que jóvenes y adolescentes hagan uso del espacio público para reunirse muestra la falta de opciones de ocio cultural y nocturno gratuito o a precios accesibles que existen para ellos. “No se puede pretender que los jóvenes continúen confinados, o comparar la vida y acciones diarias de un joven y un adulto porque cada grupo tiene sus necesidades y demandas”.

 

De igual forma critica que la acción de criminalizar a los jóvenes “acentúa la fractura social y generacional”, por lo que pide “trabajar por la responsabilidad conjunta, sin señalar”. Y por último considera que para ello son necesarios referentes en los que confiar y concienciar sobre el uso de la mascarilla, así como de las otras medidas de prevención. “Cuando algunos padres organizan las barbacoas con ciertos comportamientos de irresponsabilidad, no son un ejemplo para estos jóvenes. Si en determinados espacios de ocio y hostelería se levanta la mano, se es permisivo ante las medidas de la nueva normalidad, que no se exija y culpabilice sólo a los jóvenes”.