Autor: Fad Juventud
30 enero, 2023

Tres son las efemérides que nos han llevado este mes de enero a escribir esta entrada: el Día de la Educación (24 de enero), el Día de la Educación Ambiental (26 de enero) y el Día Escolar de la Paz y la No Violencia, que es hoy, 30 de enero. Todas son propuestas desde la UNESCO y ponen el foco en asuntos concretos según el año. Este 2023 nos han invitado a exigir la educación de las chicas en Afganistán, a reflexionar sobre el origen de los conflictos y sobre lo que tiene que ver la crisis climática en ellos. Vamos a intentar relacionar todo esto, concluyendo que la construcción de la paz, la justicia y la igualdad en el país asiático pasa por la necesidad de un acto de contrición global sobre nuestra contribución a la crisis climática y por el papel constructivo y reivindicativo de la juventud.

A estas alturas de la película, ya sabemos que el de Afganistán no es solo un conflicto religioso, sino que la crisis de refugiados que atraviesa el país viene de lejos y que no es causa solo del régimen de los talibanes y del abandono internacional, que también, indudablemente, sino que es un conflicto politizado y en el que juega un papel importantísimo la pobreza, y también el enclave en el que desarrolla. Pero confesémoslo: todas y todos hemos simplificado en nuestra cabeza lo que ocurre y le hemos echado la culpa a unos (talibanes) u a otros (estadounidenses). Pero tenemos que recodarnos que hay más, que las condiciones geopolíticas han determinado mucho o todo. Más ahora, que la crisis climática se ensaña más con quienes más débiles están.

La geopolítica

Si miramos imágenes del país en cualquier banco de fotografías, podemos apreciar paisajes áridos, con amplios desiertos, pero también montañas, sobre todo en las fronteras orientales, desde las que nacen ríos que abastecen a los países limítrofes y cuyas sequías afectan a inmensas cantidades de población. También sabemos que sus temperaturas oscilan mucho dependiendo de la zona del país, como es lógico (estamos hablando de una extensión que es 1’3 veces la de España). Por ejemplo, si ahora mismo ponemos las noticias, nos cuentan que la ola de frío está azotando a gentes y a sus bienes, que mueren por las bajas temperaturas. O sea, es un país de extremos, en todos los sentidos.

El cambio climático está agravando la situación. De hecho, en un país donde entre el 75% y el 80% es población rural que depende de la agricultura, la gestión de los recursos y de los desastres naturales es imprescindible, y ni los regímenes dictatoriales ni los protagonizados por EE. UU. han sabido llevarla a cabo, en un tira y afloja de responsabilidades. La deforestación y la falta de políticas hidrográficas hace que las familias no tengan tierra que les permita obtener alimento para comer ni espacio para trabajar. De hecho, la falta de seguridad alimentaria afecta a uno de cada dos menores de cinco años, que padecen desnutrición aguda. Este panorama nos urge a pedir justicia climática para todos los pueblos.

La juventud

Y no podemos hablar de Afganistán, de lo que allí pasa, sin hablar de ellas, de las mujeres, y de la eliminación de su papel social, desde abajo, privándoles de educación cuando son niñas, y hacia arriba, privándoles de todas las garantías fundamentales. En un país donde la mayoría tiene poco, ellas tienen menos. En un país donde los niños crecen contaminados por ideas fundamentalistas en la escuela, las niñas ni siquiera tienen acceso a las ideas, tampoco sus hermanas mayores ni sus madres. Generaciones enteras se ven afectadas por la imposición de un borrado progresivo y de la desaparición de la vida y de los derechos públicos, y relegadas al ámbito de lo privado, renunciando a sueños y trayectorias. Prácticamente la mitad de la población (hay más o menos 50/50 de hombres y de mujeres) quiere ser eliminada del mapa humano. En un país gobernado por hombres parece imposible recuperar derechos para las mujeres…

Sin embargo, la pirámide de población afgana, ensanchadísima en la base, nos devuelve la esperanza. Según datos de 2021 del Banco Mundial, en Afganistán hay alrededor de 40 millones de habitantes y la media de edad es de 19 años. Aproximadamente, el 40% tiene 14 o menos, así que nos atrevemos a afirmar que la clave del cambio está en la juventud.  Ellas y ellos son quienes están articulando la ayuda extraoficial que brota en situaciones tan críticas y quienes pueden alzar la voz por la opresión y por la vuelta de las niñas a las escuelas y a las universidades.La educación es la base de todo, es la piedra angular para el cambio, siempre y cuando esté en las manos adecuadas, y así se ha demostrado con la creación de centros educativos clandestinos para adolescentes.

Ojalá esta revolución joven desde dentro detone un gran cambio en Afganistán. Creemos que la paz es posible desde ellas y ellos, desde esa mayoría inmensa que ocupan en la sociedad y que se hace oír desde las posiciones que ocupa, por muy oprimidas que estén. Y desde esta confianza, nos retamos también a nosotros y a nosotras mismas a seguir sus pistas, dentro y fuera de Afganistán, a que 2023 no vuelva a ser un año en el que nos olvidemos de todo lo que está allí pasando. En España es difícil tener un vecino o vecina afgana porque pocos y pocas han llegado a nuestras fronteras, pero podemos informarnos, entender la complejidad, firmar peticiones, acumular conocimiento, visitar sus paisajes en exposiciones o en la web y ponerles cara a través de los medios de comunicación. Podemos, debemos y se lo debemos, su justicia es también la nuestra y su paz es nuestra paz.