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El ‘sexting’ y sus peligros en la adolescencia

¿Qué es el sexting? 

El sexting es una palabra inglesa que une los términos “sex” (sexo) y “texting” (envío de mensajes de texto desde teléfonos móviles). Consiste en el envío de contenidos de tipo sexual, como fotografías, vídeos o mensajes sexuales, de uno mismo a otras personas a través del teléfono móvil u otro dispositivo electrónico. Estos contenidos pueden enviarse a parejas, amigos y amigas o a personas que solo se conocen a través de internet. El riesgo que se produce es la utilización que hagan de estos contenidos las personas que lo reciben. Un contenido de carácter sexual que se genera de manera voluntaria pero que al pasar a manos de una tercera persona no sabemos el uso que va a hacer de ello, pudiendo llegar al envío masivo multiplicándose su difusión.

El uso de los teléfonos móviles es ya una realidad en nuestra sociedad, y en especial en la vida de los y las adolescentes y jóvenes. En España, la edad media en la que un menor tiene un Smartphone propio oscila entre los 10 y los 12 años. El 69,5% de la población entre 10 y 15 años tiene un teléfono móvil y el 68% de niñas y niños menores de entre 10 y 12 años que disponen de uno, tiene perfiles de acceso a redes sociales. Aunque la Ley de Protección de Datos determina que la edad mínima para poder acceder y registrarse en redes sociales son 14 años, no siempre se cumple. Además, el 40,3% de los y las jóvenes reconoce que nadie les ha enseñado a cómo comportarse en Internet.

Por eso, la precocidad en el uso de estos dispositivos y el desconocimiento de cómo comportarte en internet, representa una evidencia preocupante, ya que supone un riesgo que favorece situaciones como el sexting, el ciberacoso o el acceso a contenidos inapropiados.

¿Por qué lo practican los adolescentes? 

  1. Menor consciencia de los riesgos 

El exceso de confianza y la falta de educación tecnológica hace que los y las adolescentes desconozcan o minimicen los riesgos asociados al envío de contenido propio de carácter sexual.  No son conscientes de la pérdida de control que supone cuando esa información sale del ámbito privado. No dimensionan las variadas formas en que esta imagen privada puede salir del dispositivo: un hurto, un error, una broma, perderlo… o la voluntad del propietario o propietaria.

  1. Identidad digital 

Los y las adolescentes no son conscientes de lo que supone la huella digital, es decir desconocen que los datos, imágenes o vídeos que se comparten a través de redes sociales o mensajería quedan en la red y perdemos el control sobre ellos.

  1. Falta de la cultura de la privacidad 

Los y las menores no perciben que pueda existir una amenaza a su privacidad al compartir contenidos propios de carácter sexual. Confían en que la persona receptora no los difundirá y no son conscientes de las implicaciones que esto tienen desde el punto de vista de la seguridad. Son vulnerables a que estos contenidos se expandan a nivel masivo poniendo en peligro su intimidad e integridad. Desconocen las consecuencias que, para su vida futura, puede llegar a tener el hecho de que esta imagen comprometida sea pública.

  1. Sensación de impunidad y anonimato 

Estas sensaciones son  más intensas en la adolescencia. El ‘anonimato’ que dan las redes sociales por ejemplo les hacen comportarse en muchas ocasiones de una manera que no lo harían en la vida real. Además muchos adolescentes no son conscientes de que compartir una imagen íntima de otra persona es un delito.

  1. Despertar sexual y sexualización precoz de la infancia

La adolescencia y la juventud son etapas en las que surge la necesidad de autoafirmación, definición sexual y pertenencia a un grupo. Por este motivo, los y las adolescentes son más propensos a estas situaciones de sobreexposición en temas sexuales ya que buscan encajar en su grupo de iguales y pertenecer. Además la sexualización precoz de la infancia hace referencia a la tendencia que existe por adelantar cada vez a edades más tempranas la adolescencia y el hecho de que los y las menores adopten conductas sexuales inapropiadas.

Algunos datos sobre el sexting 

El 36,5% de los y las jóvenes en España comparte contenido sexual con sus parejas o ligues. Además, 1 de cada 5 lo sube a sus redes sociales o plataformas online para recibir comentarios positivos (20,5%) o para conseguir beneficios económicas (20,2%). Entre los principales motivos para practicar sexting aparecen en primer lugar los contextos en los que el contacto físico está restringido (como las relaciones a distancia) y en segundo lugar sentirse sexy y atractivo/a y la búsqueda de placer sexual.

A casi la mitad de jóvenes (48,7%) les han enviado fotos de carácter erótico o sexual sin consentimiento, y 1 de cada 5 reconoce compartir imágenes o vídeos eróticos de otras personas sin su consentimiento.

Estas son algunas conclusiones del estudio “Juventud y sexo en la era digital. Sexting y pornografía”, realizado por el Centro Reina Sofía de Fad Juventud a jóvenes de entre 15 y 29 años.

¿Cuáles son los peligros para los y las adolescentes?

  1. Extorsión o chantaje

El contenido sexual propio compartido a través de la red puede utilizarse como herramienta de chantaje. El destinatario de las imágenes ya sea menor o mayor de edad puede utilizar esos contenidos para obtener algo de la víctima, amenazando con su publicación. Ante esa situación el o la adolescente pueden acceder al chantaje que normalmente es seguir enviando este tipo de contenido.

También puede producirse ciberbullying o ciberacoso en forma de insultos, humillaciones, vejaciones o amenazas.

  1. Acoso sexual 

El grooming o acoso sexual es el acercamiento de adultos a menores con intenciones sexuales ganandose su confianza a través de Internet con el fin último de obtener concesiones de índole sexual. Esto puede estar ligado con la sextorsión que comentamos en el apartado anterior.

  1. Riesgos físicos y psicológicos

El envío de este tipo de contenidos puede suponer graves riesgos físicos para los y las menores ya que pueden llegarse a conocer su localización, su centro de estudios o donde viven con el peligro que eso supone. Los riesgos psicológicos de la distribución de este tipo de imágenes y vídeos puede desencadenar en graves trastornos emocionales y sociales: ansiedad, depresión, pérdida de autoestima, humillaciones, rechazo, aislamiento social y hasta conductas autolesivas.

La clave es una buena educación sexoafectiva 

Las familias y los y las educadores tienen la tarea muy importante de  enseñar y guiar a los menores para que puedan conocer más sobre su sexualidad  y tener una educación sexoafectiva responsable, diversa, realista e inclusiva, que les permita gestionar sus relaciones sexuales de forma segura y respetuosa, minimizando los riesgos del ‘sexting’ y el consumo de pornografía.

Es importante que los padres, madres y educadores sean capaces de trasladar a los menores la confianza suficiente como para que, ante una situación como las descritas recurran a la opinión experta de una persona adulta.

Estas son algunas reflexiones que podemos utilizar con los y las adolescentes:

Hay que hacerles entender que lo que se publica online o sale de nuestro teléfono móvil se convierte en un contenido sobre el cual ya no tenemos control. Hay que pensar dos veces antes de enviar cualquier contenido a través de internet ya que se convierte en irrecuperable.

La pornografía infantil es un delito cuando se crea, se posee o se distribuye. Se considera pornografía infantil la protagonizada por menores de 18 años. Si te llegan este tipo de imágenes, borra la foto y ponlo en conocimiento de una persona adulta que podrá orientarte.

La imagen de alguien no puede ser utilizada sin el consentimiento de la persona implicada. Recibir una imagen no te da derecho a distribuirla.

No participes en este tipo de acoso colectivo ya sea de manera activa o por omisión.