Autor: Gema Calderón Aguado
18 abril, 2018

Seguramente, si no perteneces a una de las generaciones que ha nacido con un móvil debajo del brazo, te quedes en blanco al hablar de sexting. Por aclarar: el sexting consiste en compartir electrónicamente material sexualmente explícito. Aunque puede parecernos que no es algo muy habitual, desde el año 2009, esta práctica se ha incrementado exponencialmente y un número considerable de jóvenes menores de 18 años participan o han participado en prácticas de sexting en algún momento; en concreto uno de cada siete (15%) ha enviado material sensible (mensajes de contenido sexual, eróticos o pornográficos) y uno de cada cuatro (27%) los ha recibido. Estos y otros datos los encontramos en este artículo publicado hace algunas semanas en El País.

Lo que debe llamarnos a la reflexión no es la práctica del sexting que implique a menores en sí, sino los riesgos que esta puede traer a nuestros y nuestras adolescentes y, más concretamente, a los y las preadolescentes (menores de 10-12 años). Uno de los mayores riesgos que podemos encontrar a la hora de practicarlo es lo que se conoce como sextorsión online o sexteo no consentido: cuando a través de la Red se intentan conseguir imágenes o vídeos de connotación sexual en los que aparezcan menores, mediante la extorsión o el chantaje. En estos casos, no se trata de una práctica voluntaria, sino coaccionada por otra persona que no busca una relación horizontal, sino sacar provecho de la misma.

La prevención debe centrarse en que los y las menores sean capaces de protegerse y que conozcan que existen personas en Internet que pueden no ser quienes dicen ser, que pueden llegar hasta ellos con perfiles falsos y así conseguir fotos y vídeos sexuales e incluso obtener un beneficio económico. En todo este proceso los progenitores juegan un papel fundamental, ya que deben hablar acerca de todos estos temas con sus hijos e hijas por muy complicado que les pueda resultar y así educar a una ciudadanía digital responsable. También es imprescindible que las personas adultas demos ejemplo y, en este sentido, tenemos mucho que mejorar ya que subimos fotografías de cualquiera, incluidos nuestros hijos, sin consentimiento.

Para evitar la sextorsión online y el sexteo no consentido existe una campaña para la prevención de la extorsión sexual, ¡Di No! que incide en esta idea que de todo lo que digitalizamos deja nuestra huella y es susceptible de que sea encontrado en un contexto no previsto. Internet como medio de comunicación, información y entretenimiento no es el problema, es un entorno más en el que los y las menores deben aprender a desenvolverse con seguridad y responsabilidad. Según mencionan algunos expertos como Jorge Flores Fernández, no hay una edad más adecuada que otra para comprarles el primer teléfono (datos recientes del INE indican que con 11 años más de la mitad de los niños y niñas disponen ya de un móvil)  sino que se trata más de una cuestión de madurez y habilidades. Teniendo en cuenta esto, podrían existir prácticas de sexting consentidas que impliquen menores, hechas desde la conciencia de lo que se está haciendo, y por lo que concluimos que no se trata de lo que hacemos, sino sobre el cómo y por qué lo hacemos. Y que estos porqués y procesos sean siempre conscientes y no perjudiquen a ninguna de las partes.