Autor: Fad Juventud
3 diciembre, 2019

“Te odio”, “sois lo peor”, “ojalá no hubiera nacido”… estas y otras muchas son las frases que dirigen los y las adolescentes a sus padres. La mayoría de nosotros caeríamos en la banalización y pensaríamos que se trata de algo propio de la rebeldía adolescente. Pero desde la perspectiva de los progenitores, se puede asumir este comportamiento con frustración, ira o lo que es peor: con miedo.

Ángel Peralbo, psicólogo clínico especializado en el área de intervención familiar y en adolescentes, insiste en la importancia de educar sin miedo a nuestros hijos e hijas. “Hay mucho miedo de los padres a esa sensación de de culpa, de no hacerlo bien. Muchas veces ese miedo anticipatorio hace que prácticamente lo veamos todo desde una cierta temeridad”, explica el psicólogo. El miedo, según el experto, se puede traducir en contraataque, sobreprotección o presión excesiva a la hora de tratar con los y las  adolescentes: y estos elementos son negativos tanto para los hijos e hijas como para los padres. “En el rol educativo, educar desde el miedo supondría educar desde el contagio. Educar desde estar más pendientes de no cometer fallos que de la ilusión de conseguir evolucionar y aprender”, afirma el experto.

Ángel Peralbo durante su ponencia “Educar sin miedo”, en Fad .
Fuente: Fad.

Si nos centramos en el conocido “te odio”, Peralbo insiste en que “la gente que nos odia, no nos lo suele decir, más bien expresas ese odio con métodos más sutiles”, comenta el psicólogo. Con ello, el experto alenta a los padre y mantiene que “aunque duele oír estas palabras”, lo importante cuando suceden estas situaciones es que “los padres no muestren miedo o frustración a sus hijos e hijas”, pues ante una situación de vulnerabilidad, los y las adolescentes podrían aprovechar para manipular a sus progenitores.

La adolescencia es una etapa que abarcan a todo el ser de la persona.  En ella se producen grandes cambios a nivel biológico (la pubertad); social (la importancia de la amistad y de los grupos de amigos); académico/profesional (en la adolescencia tiene lugar la toma de decisiones académicas y profesionales muy importantes) y por supuesto, a nivel psicológico. A este último, el experto se siente sorprendido por la falta seguridad que comienza a observar en la juventud: “es propio encontrarse a jóvenes con una preparación académica excelente, pero que a la hora de la verdad se siente fracasados o fracasadas”, afirmaba Peralbo. El psicólogo destaca la baja autoestima con la que él se encuentra a muchos de sus pacientes como posible consecuencia de esta educación recibida desde el miedo. Si un o una  adolescente crece con esta sensación de frustración, acabará por no observará en sí mismo o en sí misma ninguna fortaleza.

Los y las adolescentes necesitan de una escucha activa y de una atención que les ayude a solventar los problemas propios de la pubertad. Puede parecer paradójico, ya que los adolescentes y las adolescentes parece que ansían cierta libertad lejos de toda supervisión y control, pero precisamente en esta etapa es donde surge la necesidad de mantener un equilibrio por parte de los progenitores. Se requiere que los padres abran canales de comunicación con sus hijos e hijas (lejos del temor)  y a la par, que no dejen de establecer límites y disciplina desde una postura de liderazgo.

“Educar sin miedo”, ponencia realizada en Fad por Ángel Peralbo. Fuente: Fad.

Podría parecer que la educar adolescentes es una auténtica odisea. Sin embargo, Peralbo insiste en que los padres deben vivir esta etapa con “placer”. Efectivamente, ésta no es la palabra que más define la experiencia de los padres, pero el experto convierte este término en un acrónimo que aporta las calves de la educación con adolescentes.

La “p” de “placer”, se convierte en proporcionar. Proporcionar a nuestros adolescentes las herramientas para la conformación de su personalidad; proporcionarles el apoyo y el espacio necesario y como se establece a continuación, proporcionarles límites. Y éste es el siguiente término con la “l”: límites. “El poner límites, el establecer normas no es compatible con el miedo”, mantiene Peralbo. Según el psicólogo: “cuando los y las adolescentes reciben esos límites puede que protesten, que se quejen o que lo confronten, pero se regulan. Ellos y ellas también necesitan que alguien siga ejerciendo ese rol de educador o educadora”.

Pasamos ahora a la “a” de afecto. En un ambiente de afecto y cariño, los y las adolescentes tienen más posibilidades de crecer seguros y con una autoestima más alta. El propio experto dice que “el afecto es como ese ungüento que no debe de faltar en las relaciones familiares y que hay que ser capaces de dosificar”.

La “c” es comunicación. Imprescindible si queremos ayudar a los hijos e hijas. Los y las adolescentes, aunque se aíslan habitualmente, también desean hablar y ser escuchados y escuchadas. Según Peralbo, “si les escuchamos, nos escucharán a nosotros”. Peralbo también mantiene que cuando hablemos con los hijos e hijas adolescentes, lo hagamos con sinceridad. “No hay nada que agradezca más un adolescente: que les digan la verdad”.

El psicólogo añade que la comunicación también debe ir ligada a una observación regular del comportamiento (o cambios de comportamiento) de los y las adolescentes.

Con la “e”  se conforma “emociones”. No reforzar, en la medida de lo posible, las emociones negativas en el hogar y enseñar a los y las adolescentes a sobrellevarlas cuando son inevitables. Además, Perealbo mantiene la importancia de gestionar el enfado. En primer lugar, para que no se convierta en una espiral sin retorno (si los padres se enfadan, el o la adolescente se enfada aún más) y  en segundo lugar, para prevenir que el adolescente o la adolescente observe en ese enfado una fisura de vulnerabilidad que pueda aprovechar.

La “r” son respuestas. “Los padres deben seguir dando respuestas a sus hijos e hijas”, defiende Peralbo. Los padres ofrecen respuestas a sus hijas e hijos constantemente cuando son niñas y niños, y sin embargo, parece que cuando son adolescentes ya no las necesitan, pero ¡nada más lejos de la realidad! La adolescencia es un mundo lleno de incertidumbres y es necesario que los adultos respondan adecuadamente.

Pero, ¿cuál es el mayor reto en la educación con los y las adolescentes?, según Peralbo: “el mayor reto es conseguir que hagan propios esos valores que durante mucho tiempo nos hemos encargado de inculcarles. Verles capaces de consolidar su espíritu crítico y su autonomía” establece el psicólogo. “Esto se consigue a largo plazo: cada adolescente necesita su propio proceso, pero esa madurez y esa responsabilidad acaba llegando”.