Autor: Gema Calderón Aguado
28 marzo, 2018

Cometer actos delictivos durante la edad adulta es raro, pero es normal hacerlo durante la adolescencia. Así se deduce de algunos estudios recogidos en este artículo publicado en El País, que nos hacen pararnos a reflexionar acerca de las penas que se imponen a los actos delictivos en esta etapa adolescente y cómo esto puede llegar a repercutir en el desarrollo futuro de las personas simplemente por una mala decisión tomada en la juventud, que en la mayoría de los casos desaparecerá a medida que se va madurando.

Según menciona la investigadora Terrie Moffitt de la Universidad de Duke, más del 90% de los adolescentes varones cometen actos ilegales. Este comportamiento antisocial, se corrige casi siempre con el paso del tiempo. La edad del crimen comienza entre los 8 y los 14 años, alcanza su cumbre entre los 15 y los 19 años y se acaba progresivamente entre los 20 y los 29.  La adolescencia es la etapa con mayor potencial, pues presenta muchos riesgos, especialmente para los chicos. Podemos hablar de dos tipos de jóvenes delincuentes: una mayoría que solo lo será en la adolescencia y una minoría que lo seguirá siendo durante muchos años. Gran parte de estos individuos comparten una influencia marcada por los abusos y la falta de atención por parte de padres y cuidadores.

Santiago Redondo, profesor de criminología y psicología de la Universidad de Barcelona, dice que “en la mayoría de los casos, los jóvenes dejan de delinquir de manera natural por la maduración cerebral, entre los 18 y los 22 años”. Esto nos hace preguntarnos por el sistema de justicia y si se podría hacer una distinción entre los adolescentes de mayor riesgo, tratando de identificarlos desde una edad temprana para trata de aplicar intervenciones desde antes de ir a la escuela, y los que no, evitando así medidas que podrían convertir en delincuentes crónicos a jóvenes que abandonarían dicho comportamiento de forma natural.

Si hacemos una distinción por género, encontramos que menos de un 1% de las adolescentes llegan a convertirse en delincuentes a largo plazo. En el caso de los jóvenes, para cada chica que participa en infracciones no tan graves, lo hacen 5 chicos. Tal como menciona Redondo, las razones en la diferencia de la participación delictiva son muy variadas, desde elementos socioculturales a elementos psicobiológicos. En la adolescencia los varones tienden más a explorar el ambiente del barrio, los grupos de chicos realizan mayores desplazamientos y muchas veces se delinque por estar expuestos a una oportunidad.

El trabajo de Moffitt o Redondo trata de comprender los orígenes del comportamiento antisocial, fundamentalmente en la adolescencia, con la aspiración de influir en la creación de una mejor justicia para la sociedad y para los individuos. Podemos preguntarnos si frente a actos delictivos de cualquier magnitud ¿es siempre bueno el castigo o hay otros modos de llevar a las personas por el camino correcto?