Autor: Alicia Avilés Pozo
23 marzo, 2018

Cristina López Navascristinalopeznavas

Con motivo del seminario “Identidades de género en la juventud, ¿hay cambio” realizamos un repaso por las artistas pioneras

La profesora Máriam Martínez-Bascuñán desvela las dos estrategias en las que el arte femenino ha ido consiguiendo pequeños retos

Judy Chicago, Guerrilla Girls, Esther Ferrer, Alice Guy o Ashley Armitage son solo algunas de las que han allanado el camino de la igualdad

Marzo se ha convertido ya en el mes de las mujeres. Aunque sobra decir que debería serlo durante todo el año, el camino recorrido hasta ahora en defensa de la igualdad tiene un antes y un después del pasado 8 de marzo, cuando cientos de miles de mujeres desbordaron todas las previsiones en manifestaciones sin precedentes en toda España. Pero, ¿cuál es el camino ahora? Está claro. Medidas concretas y muchísima más visibilización en todos los frentes donde la mujer sigue estando en la sombra de la sociedad patriarcal. En esas protestas había miles de jóvenes, y es imprescindible que sigamos realizando una labor didáctica encaminada a la igualdad. Así se ha puesto de manifiesto en una de las numerosas conclusiones del reciente seminario “Identidades de género en la web, ¿hay cambio?” organizado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud con Fad Juventud. Y de este evento queremos extraer uno de sus numerosas reflexiones: la del arte hecho por mujeres, el arte feminista, que lo es mismo que decir, casi siempre, el arte olvidado.

Al margen de las más conocidas como Frida Kahlo, Camille Claudel, Lavinia Fontana, Artemisia Gentileschi, Angélica Kauffman, Georgia O’Keefe o Ouka Leele, existen desde principios del siglo XX, cuando comenzaron las primeras luchas obreras y después con las sufragistas británicas, cientos de movimientos que comenzaron a recopilar las obras de pintura, arquitectura, cine, escultura y demás ramas, que las mujeres ya habían empezado a proyectar hacia el público. Un público receloso y todavía tremendamente masculinizado, es cierto, pero fue el primer paso gracias al cual hoy podemos hablar de miles de plataformas artísticas dedicadas, no solo a rescatar el arte en femenino sino también en generar conciencia entre los jóvenes. En Planeta Joven, hemos recopilado una parte muy pequeña de este legado. El de sus creadoras. Y hay mucho más (casi todo) por descubrir.

Contra la opresión de la mujer, una desigualdad que todavía hoy se resiste a morir, ha liderado este movimiento Margaret Harrison. Medio siglo de lucha lleva a sus espaldas esta artista británica, quien además ha conseguido traspasar las propias fronteras del arte con una obra llena de símbolos y objetos. Funde el feminismo con la desobediencia civil y la denuncia de la opresión, promoviendo parte del movimiento que impulsó la incorporación de las mujeres a la práctica del arte.

En su obra ha sido fundamental su denuncia de la concepción de la mujer como mero objeto sexual, utilizando para ello iconos del arte pop al estilo de Andy Warhol, como los héroes de la Marvel Capitán América o Wonder Woman, y de Disney, como Micky Mouse. Posteriormente amplió su mirada artística crítica a la situación social de explotación laboral que padecían las mujeres en Gran Bretaña y a la violencia sexual de la que han sido objeto a lo largo de la historia por parte del hombres. Esa “inversión de la mirada” abrió la espita. Desde entonces, otras muchas se han subido al barco de la liberación. 

Precisamente, en el mencionado seminario, Máriam Martínez-Bascuñán, profesora de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid y columnista de El País, nos cuenta las dos principales estrategias de las que fueron pioneras estas mujeres:

La profesora menciona a Judy Chicago con mucha razón. Pintora, escultora y educadora, es prácticamente la homóloga de Harrison en Estados Unidos. En los 70 se unió a una década llena de rupturas con su obra ‘The Dinner Party’, la recreación artística de una cena imaginaria para mujeres célebres que habían influido en su carrera y que se fraguó dentro de su emblemático Taller de Estudios Feministas. Previamente había montado el proyecto Womanhouse en Los Ángeles, donde recreaba una veintena de ambientes en los que se hacía referencia a la discriminación que sufrían las mujeres en el ámbito doméstico.

El relevo de estas dos grandes artistas ha seguido utilizando esa forma de provocación, muchas veces la única manera que romper con la tradición machista. Es el caso del movimiento anónimo Guerrilla Girls y sus máscaras de gorila que en los años 80 pusieron negro sobre blanco respecto a las grandes exposiciones del MoMa (todas de hombres). Comenzaron desplegando pósters en las calles de Nueva York para denunciar el desequilibrio de género y racial, y después expandieron su activismo a Hollywood y a la industria del cine. Porque, sí, pese a ser el arte más moderno, el género cinematográfico nació con la misma etiqueta masculina.

Hoy en día, hay múltiples herederas de las Guerrilla Girls que siguen reivindicando más visibilización de la mujer creadora, en varias ocasiones aliadas con Femen.

Pero en un aspecto menos provocador nos encontramos también con creadoras que han sabido convertir el arte feminista en algo íntimo, naturalista y cotidiano. Es el caso de Ashley Armitage, una de las artistas más reconocidas en la fotografía hecha por mujeres. Sus obras nos ofrecen todo aquello que la historia ha convertido en tabú y que ha hecho que el género femenino se rinda a otro tipo de dictadura: la de la estética. Las marcas del embarazo, la depilación, el maquillaje o la menstruación son ejemplos de esa resignificación estética que menciona la profesora Martínez-Bascuñán.

Es un ingrediente que también ha buscado en todas sus obras la historietista y dibujante iraní Marjane Satrapi. Su novela gráfica ‘Persépolis’ se ha convertido en uno de los mejores cómics de todos los tiempos, todo un tratado sobre la liberación de la mujer árabe y la ruptura de las tradiciones. En el caso occidental, en Alison Bechdel encontramos uno de los mejores exponentes contra los estereotipos afectivo-sexuales y las estructuras familiares más convencionales en ‘Fun Home’.

¿Y en España? Esther Ferrer es probablemente una de las mejores artistas del país. Su obra no solo reivindica un nuevo rol del cuerpo femenino sino que ha sabido asentarse en la mirada de la sociedad del siglo XXI. Su Taller de Libre Expresión fue uno de los primeros proyectos españoles de este tipo que, no sin ciertas dificultades, se abrió paso durante la dictadura franquista. Las obras y ‘performances’ de Ferrer siguen hoy en día poniendo a prueba los estereotipos y tabúes sociales, al tiempo que nos demuestran que el objetivo de la reivindicación feminista en el arte todavía tiene un largo camino por recorrer.

En nuestro país existen asimismo cientos de plataformas como www.artisteras.com. En este caso, se trata de un colectivo que busca visibilizar y difundir el trabajo creativo de artistas feministas. Recogen proyectos artísticos que incluyan en su formación al menos a una mujer y/o incorporen en sus expresiones artísticas planteamientos transformadores hacia la actual estructura de sexo-género. Mantiene un amplio catálogo de artistas audiovisuales, contadoras de cuentos,escultoras, fotógrafas, grafiteras, músicas, actrices y poetas. Esta plataforma colabora a su vez con Píkara Magazine, uno de los blogs feministas más importantes del país, en el que dedican un importante espacio al arte femenino, reservando incluso un espacio a las creadoras para darse a conocer.

Precisamente, en la poesía joven española reside parte de la esperanza de las nuevas generaciones. Irene X, Loreto Sesma, Ana Pérez Cañamares o Elvira Sastre son en España algunos exponentes de esa puerta  que abrió para siempre, desde el otro lado del Atlántico, Alejandra Pizarnik. Antes contribuyeron a ello desde Simone de Beauvoir, Anaïs Nin, Emily Brontë, George Eliot (Mary Anne Evans), Sor Juana Inés de la Cruz, Virginia Woolf, Gabriela Mistral, Emilia Pardo Bazán, Rosalía de Castro o Carson McCullers. Después, la creación literaria feminista adquiriría un grado más con Gloria Fuertes, Almudena Grandes, Alfonsina Storni, Alice Munro, Lucia Berlin, Margaret Atwood o Rosa Montero.

No olvidamos tampoco el séptimo arte, aunque igualmente en este caso necesitaríamos toda una genealogía. Alice Gay fue la primera en ponerse detrás de una cámara en un mundo rodeado del star-system y de esa concepción de la mujer-objeto. Después la han seguido infinidad de herederas como Sofia Coppola, Kathryn Bigelow, y más recientemente Greta Gerwig; o en España, Pilar Miró, Isabel Coixet, Icíar Bollaín, Paula Ortiz, Carla Simón o Leticia Dolera.

Afortunadamente, hoy en día es una la lista ya casi interminable. Estas últimas son las más conocidas, las que han conseguido hacerse un hueco en la historia pero a base de un esfuerzo doble como creadoras, y en muchas ocasiones ensombrecidas por los grandes árboles de la hegemonía masculina como ocurrió con Las sin Sombrero de la Generación del 27. Ellas, por ser las más pioneras, las que primero dieron el paso, merecen estar mencionadas. Pero ahora quedan por encender los focos sobre todas aquellas que esperan su oportunidad en (confiamos) la construcción de un mundo nuevo.