Autor: Fad Juventud
10 diciembre, 2021

“Todos humanos, todos iguales” es el lema que este año propone Naciones Unidas para conmemorar el Día de los Derechos Humanos, que se celebra cada 10 de diciembre desde que, en 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH). Este documento proclama los derechos inalienables que ostentan todas y cada una de las personas del planeta sea cual sea su raza, color, religión, sexo, idioma, opinión política o de otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. Está disponible en más de 500 lenguas y es el documento que más se ha traducido en todo el mundo.

Como es lógico, este año la ONU pone el foco de esta efeméride en frenar el aumento de la desigualdad que está produciendo la pandemia. Cuanto mayor sea esta brecha, mayor riesgo corren las personas más vulnerables de perder el libre ejercicio de sus derechos fundamentales.

Desde Fad no podemos estar más de acuerdo con este planteamiento ya que creemos que es de vital importancia promover el cumplimiento de los Derechos Humanos a partir de retos como:

  • Construir una economía basada en los DDHH que sea capaz de reducir e incluso romper ciclos de pobreza.
  • Promover un nuevo contrato social que favorezca la empleabilidad de los colectivos más desfavorecidos.
  • Generar igualdad de oportunidades para los y las jóvenes.
  • Rectificar la desigualdad y la injusticia en la vacunación frente a la COVID-19
  • Avanzar en el camino del derecho a un medioambiente sano y a la justicia climática.

Pero, a pesar del apremio a la hora de abordar el impacto de la pandemia, también creemos que, a la hora de velar por los Derechos Humanos, es fundamental combatir la discriminación que determinados colectivos sufren por razones étnicas, por su orientación sexual, por su lugar de procedencia o, simplemente, por su manera de pensar.

En este sentido, parece que últimamente proliferan determinadas manifestaciones de los discursos de odio, especialmente en plataformas digitales como las redes sociales, a raíz del anonimato que estas proporcionan.

Incluso muchas personas caen en el error de confundir la libertad de expresión con los discursos de odio. Básicamente, la distinción entre estos conceptos totalmente opuestos es muy sencilla: “la libertad de expresión implica que puedes decir lo que quieras siempre que no suponga un perjuicio para otra persona o colectivo”. Sin embargo, a la hora de establecer los baremos del discurso de odio, surgen dificultades en ámbitos como el humorístico. La normalización de determinados estereotipos o el uso habitual de lenguaje discriminatorio tampoco son de ninguna ayuda. Nuestro compañero e investigador Stríbor Kuric, reflexiona sobre ello en este breve vídeo:

Según nuestras investigaciones, los prejuicios siguen estando muy presentes en la sociedad en general y en la juventud en particular. En concreto, el 80% de los y las jóvenes es consciente de emitir prejuicios y el 94% afirma recibirlos o haberlo recibido. Las tres causas más frecuentes son la ideología política, el feminismo y el racismo o xenofobia. En este otro vídeo puedes ampliar información y confirmar que aún queda mucho por hacer:

Según decía Eleanor Roosevelt y reseña Naciones Unidas en su web, los Derechos Humanos empiezan “en pequeños lugares, cerca de casa; en lugares tan próximos y tan pequeños que no aparecen en ningún mapa. […] Si esos derechos no significan nada en estos lugares, tampoco significan nada en ninguna otra parte”.

No podemos estar más de acuerdo con ella y con el lema “Todos humanos, todos iguales”, porque, además de ser sujeto de los Derechos Humanos, todas las personas tenemos el compromiso de favorecer y promover su cumplimiento tanto a nivel individual como colectivo. ¿Te sumas a la causa?