*Aitana Martos Sánchez*
Un 25 de noviembre de 1960, las hermanas Mirabal eran asesinadas en República Dominicana, en un intento de acabar con su activismo político contra un régimen represor, por eso fijamos esta fecha en el calendario como Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Desde entonces, en todo el mundo, los 25N se suceden acciones sensibilizadoras para reconocer, denunciar y buscar soluciones para eliminar la violencia machista. Hoy quiero poner el foco en las acciones que tienen lugar en torno a esta efeméride en el municipio de Santa Tecla, en El Salvador.
Si bien en el Norte al que pertenezco no siempre tenemos presente qué historia puso en el calendario el día 25N como fecha contra la violencia machista, aquí, en Santa Tecla, sí lo tienen claro. “Clemen”, técnica de nuestras socias locales Asociación de Mujeres Tecleñas, pone cada año la película de las hermanas Mirabal a las beneficiarias de los proyectos. Pero este 25N será diferente, no habrá película.
Este año, las mujeres de Santa Tecla que participan en nuestro proyecto verán una obra de teatro. La obra se titula La mujer sola, es un monólogo, una mujer sola en el escenario. El agresor nunca aparece, pero se intuye su sombra en las palabras de la actriz, se dibuja en la mente de las mujeres que escuchan con diferentes rostros, rostros que ellas conocen.
Esto me hace pensar que la obra de teatro les pueda sugerir más de su propia historia. Quizás porque la violencia a la que más se enfrentan las mujeres con las que trabajamos no proviene de un mercenario sin nombre ni rostro, como les ocurrió a las hermanas Mirabal, sino que la ejercen unas manos cercanas, las del marido, el padre, el hermano, el abuelo.
VIOLENCIAS COTIDIANAS DE LAS MUJERES TECLEÑAS
En las formaciones de género que tenemos con las mujeres tecleñas, hablamos y comentamos qué ancha es la palabra violencia, cuántas cosas caben en ella. Las mujeres de nuestros proyectos las van reconociendo poco a poco (re-conocer, y no conocer, porque por desgracia llevan siendo una realidad para muchas desde muy temprana edad).
“Mi yerno le gritó a mi hija, le dije que su suegrita le iba a hacer llegar a la policía a la casa suya si se le ocurría volver a hacer algo semejante. Aunque no le haya pegado, eso es violencia“, comparte una de las lideresas comunitarias que participa en la formación en género.
“Es importante que hablemos, que lo contemos, una por pena a veces ni a los mismos familiares les dice, se lo guarda para una”, comenta otra compañera, mientras mira nerviosa el teléfono y la puerta de la entrada. Más tarde nos contará que su expareja lleva varios meses acosándola, pero que ha reunido valor para salir de casa y acudir a la formación, porque sabe que es importante.
Pero en los talleres, en las formaciones, en las propuestas de acción y en las reuniones entre las mujeres tecleñas, además de hablar, uno de los aspectos de los proyectos al que más importancia dan las participantes es la creación de vínculos entre las mujeres de la comunidad, el “acuerparse” unas a otras, ese verbo precioso que he aprendido en este Sur, y que refleja perfectamente la imagen de la otra como apoyo, como pilar y como escudo. Unas a otras se sostienen y se animan a seguir adelante, se dejan caer en las demás para descansar o para levantarse y seguir luchando. Para resistir.
Así que este 25N, como tantos otros días, pero con más conciencia, dentro de las acciones afirmativas del proyecto, además de ver la obra, todas nos reuniremos, beneficiarias y técnicas, para acuerparnos, y para hacer altares en las comunidades. Altares con flores violetas y fotografías, con rostros de aquellas que ya no están con nosotras, de las que no escaparon a tiempo. Y también con velas, con mucha luz, para que las que quedamos veamos claro el camino, el del derecho a una vida libre de violencias, derecho a ser libres, a que el año que viene no haya ninguna fotografía nueva en nuestro altar ni motivos para seguir conmemorando este 25 de noviembre.
*Aitana Martos Sánchez* es parte del equipo de Fad Juventud en El Salvador, donde trabaja coordinando proyectos que contribuyen a que las mujeres locales puedan ejercer su derecho a vivir una vida libre de violencias. Aitana es mediadora cultural especializada en el papel de las narrativas femeninas como herramienta de restauración del tejido social en sociedades postconflicto de Medio Oriente. Además, cuenta con formación especializada en feminismos decoloniales y ha participado en iniciativas que buscan posicionar las memorias de las mujeres en relación con la Guerra Civil de El Salvador.