Muchas madres y padres se preocupan en exceso porque desconocen cómo ayudar y orientar a sus hijos respecto al consumo de cannabis, o por el contrario, piensan que sus hijos/as nunca tendrán ese problema y retrasan la posibilidad de prevenir en edades tempranas, e intervienen cuando ya existe un problema. Ya hemos mencionado anteriormente lo importante que es la prevención desde edades tempranas.

¿Qué podemos hacer como padres/madres para prevenir?

  • Conocer y practicar habilidades que nos permitan prevenir el consumo. Ayudarles a que tengan seguridad y confianza para que sepan tomar decisiones de manera responsable.
  • Enseñar a los hijos a adoptar una postura crítica frente a las drogas y a contrastar opiniones, ya que habitualmente tienen falsas creencias en relación al consumo, minimizando los riesgos por lo general. Es importante conocer los mitos más frecuentes relacionados con el cannabis para debatir con los/as  hijos/as y rebatir con argumentos fiables los comentarios más usuales entre los jóvenes acerca de la ausencia de peligro al consumir esta sustancia.
  • Conocer la etapa evolutiva de la adolescencia, para no confundir ésta con algún síntoma físico o comportamental relacionado con los consumos de drogas.
  • Informarse para poder transmitir a los hijos información clara y objetiva respecto a los efectos y riesgos del consumo de cannabis: qué es, cómo se consume, qué daños ocasiona su consumo y qué dice la legislación vigente en relación a esta droga. Existen cursos de formación presenciales u online que nos permitirán desarrollar las habilidades parentales para la prevención.

¿Qué podemos hacer como padres/madres para detectar el consumo esporádico?

El consumo de cannabis produce una serie de cambios físicos, cambios en la conducta e incluso en el estado emocional del adolescente, que pueden dar la señal de alerta y ayudar a las madres y padres a ponerse en marcha para buscar estrategias de actuación.

Algunos de los síntomas físicos inmediatos que podemos detectar, son: ojos rojos, irritados y brillantes; olor en la ropa a cannabis (como el olor de la marihuana es tan evidente, a veces los consumidores hacen lo que sea para ocultarlo y usan colonias, caramelos de menta, etc.); mareos; problemas de coordinación que pueden manifestarse en acciones habituales, como caminar; risa fácil; o dificultades para expresarse con claridad.

CAMBIOS EN LA CONDUCTA A MEDIO/LARGO PLAZO
Los cambios que puede producir un consumo más frecuente de cannabis son:Cambios bruscos del estado de ánimo, irritabilidad.Tendencia al aislamiento.Desmotivación hacia los estudios.Desinterés hacia temas que no les afectan directamente a ellos.Pasividad e indiferencia ante situaciones que son objetivamente importantes.

En cualquier caso, las madres y padres deben tener en cuenta que la adolescencia es una etapa de grandes cambios que generan cierta inestabilidad emocional. La escucha activa y el diálogo abierto con ellos son esenciales para no sacar conclusiones precipitadas.

¿Qué podemos hacer los padres/madres ante la detección de un consumo?

A menudo nuestra primera reacción cuando descubrimos que nuestro hijo ha consumido es de rabia o de angustia. En estos casos, es preferible no dejarnos llevar por la urgencia y es mejor que posterguemos el diálogo el tiempo suficiente hasta que estemos calmados.

Lo primero que debemos hacer es hablar con el adolescente para conocer las razones que le han llevado a consumir, para saber de qué tipo de consumo se trata (puntual, de experimentación, de fin de semana,…), y ver cómo valora los riesgos que comporta su actuación. Comprobar, al menos, si conoce los riesgos a corto y a largo plazo del consumo de cannabis y detectar las falsas creencias sobre esta sustancia, con el fin de desmitificar los beneficios con información clara y real.

Para que las conversaciones preventivas de consumos con los adolescentes sean eficaces, debemos evitar mostrar una actitud recriminatoria. Preguntar, escuchar y mostrar interés por las razones que los hijos manifiestan como causa del consumo, para buscar con ellos conductas alternativas al consumo y habilidades personales con las que puedan conseguir los mismos objetivos buscados (diversión, facilidad para relacionarse, integración en el grupo,…).

Es importante que no nos alarmemos injustificadamente. Una mala experiencia puede ser positiva si saben sacarse conclusiones de la misma.

En cualquier caso, un profesional puede ayudarnos a valorar de manera más efectiva su consumo y determinar las pautas que deben seguirse ante las distintas situaciones.