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El nivel de desarrollo económico de la juventud española alcanza niveles pre pandemia

Foro Jóvenes en Perspectiva de Fad en la CEOE

 

Según los datos del Índice de Capacidades Económicas 2018-2023, la juventud española ha recuperado el nivel de desarrollo económico alcanzado antes de la pandemia debido sobre todo a la mejora en indicadores que tienen que ver con el empleo (menor tasa de desempleo juvenil (22,4%), menor tasa de población joven subempleada (14,3%), menor tasa de temporalidad (45,5%) y menor tasa de parcialidad involuntaria (49,1%)).

Un optimismo que ellos y ellas mismos parecen sentir: si en 2018 no llegaba al 35% el porcentaje de jóvenes que consideraba que han mejorado las oportunidades laborales con respecto a las de sus padres, en 2023 este porcentaje aumenta hasta el 41%. 

Y aunque existe margen para una visión positiva de las tendencias -basándonos sobre todo en datos relativos a empleo- sigue habiendo porcentajes preocupantes relativos a su situación económica como la tasa de población joven en riesgo de pobreza y exclusión (27,3% del total de jóvenes) o los porcentajes de desempleo (22,4%) que doblan la media europea (11,3%). Y en cuestiones como la tasa de temporalidad o de parcialidad involuntaria España sigue estando en los primeros puestos de Europa.

Por otra parte, se evidencia una vez más que la brecha de género en cuestiones económicas sigue siendo muy acusada: en todos los valores del índice las mujeres están por debajo de los hombres.

Estas son algunos de los principales hallazgos del Índice de Capacidades Económicas 2018-2023 elaborado por el Centro Reina Sofía de Fad Juventud, gracias al apoyo de Banco Santander y Telefónica, y que ha sido presentado hoy en Madrid gracias a la colaboración de la CEOE y la consultora de Comunicación LLYC.

Los datos se han presentado en el marco del “Foro Jóvenes en Perspectiva” en el que diferentes expertos han reflexionado sobre el presente y el futuro de temas fundamentales para el desarrollo juvenil en el ámbito económico, como la precariedad laboral, la empleabilidad o la brecha de género, entre otros muchos temas (Acceso a la grabación del evento: https://www.youtube.com/watch?v=wNoc-v9dcLI )

La jornada ha sido inaugurada por la vicepresidenta de la CEOE, Mª Helena Antolín, acompañada por el presidente de Fad Juventud, Ignacio Bayón; y el director general de LLYC en Madrid y director académico de los programas de liderazgo de la CEOE, Iñaki Ortega

También ha intervenido el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, quien ha abordado en conferencia magistral el tema de “La educación como motor de crecimiento y reducción de la desigualdad. Retos de futuro”

Tras la conferencia de Hernández de Cos, se han presentado los datos del Índice de Capacidades Económicas 2018-2023 que ha corrido a cargo de la profesora titular del Departamento de Derecho del Estado y Sociología de la Universidad de Málaga, Verónica de Miguel; y de la doctora en Sociología y directora del Centro Reina Sofía de Fad Juventud, Anna Sanmartín.

A continuación se ha celebrado la mesa redonda “La visión de la juventud” en la que han participado la directora general del INJUVE, Margarita Guerrero; la presidenta del Consejo de la Juventud, Andrea Glez. Henry; el presidente de CEAJE, Fermín Albaladejo.

Finalmente la jornada ha sido clausurada por la ministra de Juventud e Infancia, Sira Rego, que ha mantenido un conversatorio con la directora general de Fad Juventud, Beatriz Martín Padura

CAPACIDADES ECONÓMICAS JUVENILES 2018-2023, LECTURA DEL PERIODO

El Índice de Capacidades Económicas 2018-2023 se ha construido a partir de 16 indicadores socioeconómicos y laborales, que se han valorado positiva o negativamente en función del papel y del peso que se le ha atribuido en el desarrollo juvenil, inspirados en el modelo conceptual y teórico de Martha Nussbaum, un modelo similar al utilizado por Naciones Unidas y el PNUD, y a partir del criterio de diferentes expertos.

El índice permite estimar el grado de desarrollo que alcanzan las y los jóvenes en la obtención de capacidades económicas vitales en su proceso de integración social, además de aportar un análisis longitudinal de dicho desarrollo y una mirada a las diferencias de género.

Analizando el periodo 2018-2023 vemos que el “Índice de Capacidades Económicas” fue mejorando de 2018 a 2020, para mostrar un fuerte retroceso en 2021, sin duda relacionado con la crisis sociosanitaria del año anterior, apuntar un inicio de recuperación en 2022 y consolidarlo en 2023.

Vemos también que la mejora de los indicadores económicos principales hasta la pandemia es oscilante y poco significativa, señal evidente de la difícil y tardía recuperación de la situación de los y las jóvenes tras la gran crisis de 2008. La tasa global de población joven activa y los niveles de empleo apenas cambian y la precariedad laboral mejora escasamente.

 

Con la pandemia y la paralización brusca de la actividad económica, los indicadores básicos para el total de la población juvenil caen todavía más, hasta 51,47% la población activa y 36,44% la tasa global de empleo. 

A partir de ese punto, un grupo de indicadores de la Encuesta de Población Activa van mejorando en los años sucesivos.  Concretamente el indicador con más peso específico, el de “población activa” no logra aún alcanzar las tasas prepandemia pero la tendencia de recuperación es bastante clara, al menos para ellos, ya que la brecha de género en este sentido se ha agrandado con respecto a 2018.

Además, aparecen bajadas en unos indicadores que muestran el aumento de fórmulas de trabajo indicativas de un dinámica positiva; así, la “tasa de población joven subempleada”, la de “población joven sobrecualificada”, la de “temporalidad” o la de “parcialidad involuntaria”. 

 

 

 

Para completar el marco global del empleo juvenil hay otros indicadores que, por la escasa relevancia de sus tasas, tienen un impacto menor en la construcción del índice. Es el caso de la tasa de “jóvenes con empleados a su cargo” o la de “jóvenes en puestos directivos”: son porcentajes muy bajos, en torno al 1%, que además se reducen de año en año y que se prestan a escasas interpretaciones. 

Más significativa es la tasa de “jóvenes que trabajan por cuenta propia”, que va descendiendo de 2017 (7,14%) a 2019 (5,71%), para presentar un pequeño repunte con la crisis; claramente como reacción defensiva ante la caída del empleo, pero que en 2023 (5,38%) es más baja que en 2018 (6,51%). También es muy clarificadora la evolución de la tasa de “jóvenes que teletrabajan”; una tasa casi marginal, apenas creciente en los tres primeros años de la serie analizada y que se triplica en 2020 (12,1%) al hilo del confinamiento, subiendo aún algo más en 2021 (12,8%) y descendiendo levemente en 2023 (9,4%). 

UNO DE CADA CUATRO JÓVENES EN RIESGO DE POBREZA Y EXCLUSIÓN

Si en cuestiones de empleo es posible hacer una lectura relativamente optimista dada la evolución de los datos desde 2018 a 2023, en cuanto a la situación económica los y las jóvenes siguen siendo un colectivo claramente vulnerable. 

Especialmente preocupantes son las tasas de población joven en riesgo de pobreza y exclusión, que aunque ha disminuido desde 2018 -con algunas fluctuaciones- en 2023 se sitúa en un alarmante 27,3%; y el porcentaje de población joven con capacidad alta de ahorro, que en 2023 se ha desplomado 8 puntos porcentuales.

Esta vulnerabilidad económica restringe su capacidad para independizarse. Los costes asociados con el alquiler o compra de una vivienda, junto con otros gastos de vida independiente, se convierten en inasequibles para muchos y muchas jóvenes, obligándolos a permanecer en el hogar familiar. Esto no solo afecta a su autonomía, sino que también puede influir en su bienestar emocional y desarrollo personal.

La inestabilidad económica también afecta la capacidad de planificar y construir un futuro a largo plazo, incluyendo aspectos como el ahorro para la jubilación o la inversión en bienes raíces. La incertidumbre financiera puede llevar a la postergación de decisiones importantes, como formar una familia o emprender proyectos personales y profesionales, lo que retarda la transición a la vida adulta en el sentido más amplio.

En resumen, una mala situación económica no solo limita las oportunidades inmediatas de los y las jóvenes, sino que también tiene un impacto profundo en su capacidad para establecer las bases de una vida adulta plena, independiente y segura. La falta de recursos financieros se convierte así en una barrera fundamental que afecta su transición hacia la autonomía y la realización de sus proyectos de vida.

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