Autor: Fad Juventud
7 marzo, 2013

Según la investigación “Mismas drogas, distintos riesgos. Un ensayo de tipología de jóvenes consumidores” realizada por la FAD, Obra Social Caja Madrid y el PNsD 

El abandono precoz de los estudios y no trabajar, factores que, combinados, agravan los riesgos de los consumos de drogas juveniles 

  • Esta es una de las principales conclusiones que se extrae de la investigación “Mismas drogas, distintos riesgos. Un ensayo de tipología de jóvenes consumidores”.
  • La investigación analiza, a través de una metodología cuantitativa, los perfiles de consumidores habituales  de drogas en función de sus actitudes, el riesgo que están dispuestos a asumir y sus hábitos de consumo. Es decir, las características y diferencias en el consumo en un colectivo muy específico: consumidores habituales de drogas de 18 a 25 años.
  • El estudio está realizado por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), Obra Social Caja Madrid y la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas. 

(Madrid, 8  de marzo de 2013).-  Cuando el nivel de estudios es menor, cuando se han abandonado éstos de manera prematura y cuando se está en una situación en la que ni se estudia ni se trabaja, incluso cuando sólo se trabaja esporádicamente, tienden a aumentar los consumos de drogas, solos o combinados, con mayores frecuencias y con mayores problemas. Esta es una de las principales conclusiones de la investigación “Mismas drogas, distintos riesgos. Un ensayo de tipología de jóvenes consumidores”, realizada por la FAD, Obra Social Caja Madrid y la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas que se ha presentado hoy en Madrid por el delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, Francisco de Asís Babín; el director general de la Fundación Especial Caja Madrid, José Guirao; el director general de la FAD, Ignacio Calderón. Los datos de la investigación han sido expuestos por Eusebio Megías, director técnico de la FAD y coordinador del estudio.

La investigación analiza los perfiles de consumidores de drogas habituales en función de sus actitudes, el riesgo que están dispuestos a asumir y sus hábitos de consumo. Es decir, las características y diferencias en el consumo en un colectivo muy específico: consumidores habituales de drogas de 18 a 25 años.Dados los objetivos de la investigación la muestra con la que se ha trabajado es una muestra intencional, referida a un colectivo de grandes consumidores de alcohol y otras drogas, que en modo alguno es representativa de los jóvenes de esa edad.

Se ha considerado que un joven es consumidor habitual cuando reúne al menos dos de las siguientes características:

–        Haberse emborrachado al menos dos veces en el último mes.

–        Haber consumido cannabis en la última semana.

–        Haber consumido cocaína, éxtasis o alucinógenos o anfetaminas en el último mes.

La investigación recoge una serie de conclusiones que revisten importancia práctica de cara a las estrategias de prevención y a la necesidad de adaptarlas de cara a trabajar más teniendo en cuenta todo ese conjunto de factores actitudinales y sociales:

  1.  Los consumos de drogas no se distribuyen homogéneamente entre los jóvenes:
    –       No todos los jóvenes consumen drogas, ni todos los jóvenes que consumen drogas lo hacen de la misma manera.
    –       Los consumos habituales se concentran en un colectivo particular de jóvenes que hace un consumo abusivo de alcohol y frecuenta las drogas ilegales mucho más que la media.
  2.  Ese colectivo, que consume mucho y a lo largo de los años, presenta un volumen significativo de problemas de todo tipo y una buena parte de ellos (alrededor de uno de cada cinco) espera tener más en el futuro. Pero ello no modifica su disposición a consumir.
  3.  El conjunto de problemas, pese a todo, parece ser menos que el que la percepción social atribuye y espera de consumidores de esa naturaleza e intensidad.
  4.  Pese a que el intenso consumo parecería aglutinar al grupo, éste se compone de subgrupos muy distintos en función de sus valores, actitudes y posturas vitales.
  5.  Cada uno de esos perfiles diferenciados se relaciona con distintos conjuntos de problemas, con una gravedad distinta de esos problemas y con una proyección de futuro más o menos conflictiva. Es decir, hay distintos niveles de riesgo dentro del colectivo.
  6.  La vivencia del riesgo es una variable fundamental pero no única de cara a los consumos. Pueden ser igual o más importantes la búsqueda de la experimentación o el deseo de integración.
  7.  Los mayores riesgos (consumos y problemas) parecen corresponder con actitudes “pasotas”,  desresponsabilizadas; con sujetos con actitudes vitales marcadas por el egotismo, la despreocupación por todo lo exterior y la fantasía de instalarse en una forma de vida parecida a “una fiesta perpetua”, sin dificultades ni compromisos.
  8.  En los consumos más normalizados (alcohol, cánnabis) parece tener un peso importante la fantasía de integración, la presión identitaria. Se consume, pese a que se haga con cierto temor, para “ser normal”.
  9.  Al margen de los complejos de actitudes y valores, las únicas variables sociodemográficas que actúan de forma independiente aumentando riesgos serían:
    –       El sexo: Los hombres son más proclives a consumos más habituales y arriesgados.
    –       El abandono precoz de los estudios (sobre todo combinado con paro).
  10.  Es absolutamente preciso diversificar las estrategias preventivas (fomento de valores prosociales y la responsabilidad, crítica de las expectativas de beneficios, capacidad de cuestionar la norma, etc).

CARACTERÍSTICAS DE LA MUESTRA

A la hora de señalar la importancia que se concede a determinados aspectos de la vida entre los jóvenes consumidores habituales, los valores o principios que sin duda destacan del resto son, por este orden, la amistad, la familia y la libertad (ésta incluso puntúa por encima de la familia si en lugar de considerar las puntuaciones medias consideramos la suma de las categorías “bastante” y “muy importante”). Es una tríada que no dista mucho de la que suele encabezar la jerarquía de valores para el conjunto de la sociedad y para los jóvenes en concreto.

Pero, tras las posiciones iniciales, la muestra de jóvenes consumidores y consumidoras de drogas sí puntúa algo más que la población general algunos elementos relacionados con el disfrute y el hedonismo (sexo, tiempo libre/ocio), y relativiza otros como la importancia de la salud o los riesgos que afectan a la misma.

Al hablar de los daños que los consumos han ocasionado, la mayoría de los jóvenes consumidores habituales (34%) señalan que ninguno. Tras esta opción se sitúan los que señalan problemas económicos (28,1%), conflictos familiares (19,7%), de pareja (14%) o con los amigos (11,2%), y problemas legales (10,4%). Además, problemas escolares (25% faltan a clase y un 8% va mal en los estudios), de salud (16,8%), accidentes (8.1%) y problemas psicológicos (7,6%) o laborables (6%). A la hora de matizar estos problemas asociados al consumo existen dos variables que resultan fundamentales, la ocupación y la formación: quienes no estudian, o han abandonado los estudios de forma temprana, suelen reconocer más problemas que los y las estudiantes; además, a igual edad, quienes cursan estudios superiores reconocen menos problemas que quienes cursan estudios de ESO o Bachillerato. No sorprende observar que consumir mayor número de sustancias implica mayor reconocimiento de problemas relacionados con ese consumo, y que las combinaciones basadas fundamentalmente en el alcohol y el cánnabis se asocian con menores tasas de conflictos.

Resulta destacable que los encuestados consideran que los posibles problemas futuros por su consumo son más y más graves que los que ya han experimentado. Poco más del 14% de la muestra asegura que en el último año, a causa de su consumo, ha tenido problemas graves o muy graves; ese porcentaje sube al 21% si la respuesta se refiere a los problemas que se tendrán en el futuro.

En definitiva, una visión relativamente benévola de los problemas asociados al consumo, tanto reconocidos como esperados, que se complementa con que uno de cada cuatro sujetos de la muestra encuentra muchas ventajas en consumir. Por el contrario un 38% considera que el consumo no tiene ninguna o tiene pocas ventajas, lo que lleva a interrogarse sobre las razones por las que, pese a ello, consumen.

Por su parte, coherentemente con la naturaleza de la muestra, las consideraciones sobre las drogas en general encajan con la tónica de la predisposición general a la experimentación: drogas como un bien de consumo más, respecto al cual se tiende a naturalizar la relación, y que se asume como un elemento cotidiano más, en una sociedad que debe ser estimulante y en la que la gratificación se busca en un contexto de riesgo global.

Así, algo más del 60% de los encuestados está bastante o muy de acuerdo con la idea de que “se pueden usar drogas, pero hay que tener cuidado con ellas”; también existen acuerdos altos (entre el 30 y el 40%) respecto a que “las drogas tienen riesgos, como todo lo que merece la pena en la vida”, a que “los riesgos de consumir drogas se pueden controlar” y a que “en la vida hay que probar de todo, también drogas”. No obstante también es alto el porcentaje (alrededor de uno de cada tres) de adhesión a “usar drogas tiene demasiados riesgos, es preferible evitarlas”; lo que no deja de ser sorprendente.

Tenemos, en definitiva, en nuestro colectivo, una imagen favorable al consumo, y no sólo al protagonizado por los y las jóvenes (la idea de que el consumo de drogas es “cosa de jóvenes” es la menos valorada de todas). En este sentido, igual que ocurre respecto a las consideraciones sobre los riesgos, el consumo de drogas parece contemplarse como una opción personal consciente.

En líneas generales y recapitulando, podemos afirmar que estamos ante un colectivo que representa una postura diferenciada (y minoritaria, no olvidemos) dentro del conjunto de los y las jóvenes en España: personas que aceptan en mayor medida (y en muchos casos de buena gana) el riesgo asociado no sólo al consumo de drogas, sino a muy diversos aspectos de su vida; riesgo que observan como oportunidad (necesaria) para el disfrute; necesidad de experimentación que en muchos casos infravalora las consecuencias negativas (que se asumen pero se tienden a proyectar sobre otros) y sublima las positivas; y tendencia a naturalizar la relación con unas drogas que aceptan como un bien de consumo más, desde una perspectiva utilitaria mediada por el hedonismo y el presentismo.

TIPOS: DESPREOCUPADOS, EXPERIMENTADORES Y PRECAVIDOS

Pese a las características generales que hemos descrito y que comparte, el colectivo de consumidores habituales dista mucho de ser homogéneo. Según la investigación podemos hablar de tres tipos que representarían las posturas fundamentales de los jóvenes consumidores habituales de drogas:

  • Tipo 1: “Despreocupados de prácticamente todo y aplazando responsabilidades”:

Este grupo representa alrededor el 29.5%. Son indiferentes y “pasotas”: Desinteresados por casi todo y descomprometidos con lo público (con el barrio, el medioambiente, la política, la cultura, la paz, etc.) pero también con elementos de la esfera privada y emocional (familia, amistad, libertad, salud). Además de mostrarse tendentes a aceptar los riesgos de las drogas (y en general) como parte de esa despreocupación y banalización, y no como una postura meditada. Este tipo es el que consume más regular y frecuentemente las drogas menos normalizadas (cocaína, éxtasis, anfetaminas o alucinógenos) y los que experimentan más problemas (psicológicos, familiares, con los amigos y económicos). Este grupo también se caracteriza por sobrerepresentar a los jóvenes que no estudian ni trabajan.

  • Tipo 2: “Experimentadores: por la normalización de la relación con las drogas, y el disfrute”:

Este grupo aglutina al 32% y está definido por una tendencia clara a aceptar el riesgo, no sólo en relación al consumo de drogas sino en la vida en general. Una aceptación del riesgo que se sustenta en la defensa de la experimentación, el disfrute, el hedonismo y el presentismo. Priman los valores sintónicos con la experimentación y la libertad: sexo, disfrute, descubrimiento… y defienden los elementos positivos del riesgo desde posturas vitales más que desde posiciones de identidad generacional. En relación a las drogas, creen en la posibilidad de control, en el “buen uso” de las drogas y realizan un consumo muy variado, “de picoteo”. En cuanto a los problemas reconocidos en torno a su consumo de drogas, destacan los que tienen que ver con faltar a clase. En este grupo están sobrerepresentados los estudiantes (sobre todo de estudios superiores).

  • Tipo 3: “Precavidos: hacia un consumo integrado e integrador”

El tercer tipo es el más numeroso (38,4%). Tienen una visión más normativa y crítica de los consumos y realizan un uso habitual fundamentalmente de alcohol y cannabis, las sustancias más normalizadas. Se trata de un grupo más interesado por lo colectivo, que enfatiza los valores normativos y los valores integradores y el que tiene un mayor rechazo (al menos formal) del riesgo y la experimentación.

Los “Precavidos” presentan una visión más crítica de los consumos y subrayan los riesgos de las drogas. Consumen lo más normalizado (borracheras y cánnabis). Sociodemográficamente no presentan un perfil definido, de igual manera que no destacan en el señalamiento de ningún problema asociado al consumo. Muy al contrario, son el grupo que señala más que los otros que su consumo de drogas no les provoca ningún problema.

Las características de los grupos y los elementos que conforman los distintos conjuntos de riesgos abonan la necesidad de articular diferentes y más específicas estrategias de prevención de los consumos de drogas. Ése es el desafío que pone en marcha la investigación “Mismas drogas, distintos riesgos. Un ensayo de tipología de jóvenes consumidores”.