Las TRICO (Tecnologías de la Información, la Relación, la Información, la Comunicación y el Ocio) se han convertido en un espacio fundamental de la socialización adolescente y juvenil. Un espacio de enormes posibilidades donde pueden ejercer sus derechos -algunos tan importantes como la participación, la relación, la educación o el acceso a la información- pero cuyo uso conlleva riesgos innegables.
Riesgos de los que son conscientes y les preocupan, como por ejemplo, el ser víctima de estafas, timos o fraudes (37,7%), la difusión de fotos o vídeos comprometidos sin permiso (37,4%) o la suplantación de la identidad (30,6%). Riesgos que viven en su día a día: en el último año casi el 20% ha tenido que bloquear con bastante frecuencia perfiles en redes sociales por insultos o acoso.
También son conscientes de la sobreexposición existente (más de la mitad considera que pasa demasiado tiempo en Internet) y de que las TRICO les restan tiempo para otras actividades (sobre todo para dormir y estudiar).
El estudio también indica que un alto porcentaje de adolescentes y jóvenes de 15 a 29 años afrontan en solitario su socialización digital: un tercio no habla con nadie de lo que hace en Internet, y el 40,3% no recibió recomendación de nadie de su entorno sobre cómo mejorar su seguridad o comportarse en internet.
Cuando tienen problemas con Internet o con el uso de dispositivos tecnológicos, acuden principalmente a sus amistades (27,5%), a la pareja (18,9%) y después a familiares y docentes. Siendo un 18,9% quienes resuelven los problemas por su cuenta. Conocen los peligros, pero piden ayuda a sus iguales, no a los adultos. Muestran resistencia a buscar esa ayuda entre sus mayores, lo que plantea desafíos en términos de orientación y apoyo.
Para la directora general de Fad Juventud, Beatriz Martín Padura: “En pleno debate social sobre la protección de niños, niñas y adolescentes ante los riesgos digitales, es muy preocupante que un 40% afirme que no recibe ningún tipo de formación sobre cómo afrontarlos. Paliar este déficit de información debería ser nuestra prioridad. Y es una responsabilidad compartida entre las familias, docentes, plataformas tecnológicas, administraciones, instituciones, creadores de contenido… Es un desafío complejo, pero no podemos conformarnos con soluciones simplistas. Cuanto antes y mejor ejerzamos nuestra responsabilidad como agentes activos y comprometidos de alfabetización mediática, menos vulnerables serán nuestros adolescentes y jóvenes a los riesgos digitales”.
Estos son algunos de los principales hallazgos de la investigación “Desde el lado oscuro de los hábitos tecnológicos: riesgos asociados a los usos juveniles de las TIC”, una investigación realizada por el Centro Reina Sofía de Fad Juventud gracias al apoyo de la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas. En el estudio se analiza y profundiza en las experiencias y percepciones de adolescentes y jóvenes (15-29 años) sobre los riesgos de sus prácticas digitales. Lo que ellos y ellas opinan de su propia experiencia.
Los datos han sido presentados por la directora general de Fad Juventud, Beatriz Martín Padura, y el investigador del Centro Reina Sofía de Fad Juventud y coautor del estudio, Alejandro Gómez Miguel, acompañados por el delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, Joan R. Villalbí.
Los y las jóvenes españoles de 15 a 29 años emplean las TRICO (Tecnologías de la Relación, la Información, la Comunicación y el Ocio) sobre todo para llevar a cabo actividades relacionadas con la comunicación y el entretenimiento. El 82,9% reconoce que chatea todos los días; ven vídeos online diariamente (77,6%); escuchan música en el móvil u otros dispositivos (75,8%) y utilizan redes sociales (68,4%). Una tecnología que valoran de forma positiva en sus vidas, resaltando los beneficios frente a unos potenciales problemas derivados de un uso inadecuado.
Gestionar y mantener esas redes sociales, por ejemplo, les genera sensaciones positivas, vinculadas a la diversión (40,9%) y a la alegría (32,2%). Las negativas están asociadas más con el agobio y el estrés (13,1%) y la inseguridad (11,1%), siendo uno de cada cuatro jóvenes el que reconoce que se ha sentido mal a veces por no participar en las redes sociales en las que interactúa su círculo de amistad, por un 16,3% que ha tenido esa sensación con bastante o mucha frecuencia.
Más allá de esa perspectiva favorable, amable, son conscientes de que la exposición a riesgos es una realidad innegable, de que en ocasiones existen problemas en el acceso y utilización de estas tecnologías. Y esa percepción juvenil, la identificación o no de esos riesgos y su valoración se convierten en aspectos claves a tener en cuenta en la elaboración de programas y campañas de prevención para acompañar, educar y ayudar a los adolescentes y jóvenes.
Cuando se les pregunta sobre posibles efectos negativos del uso de Internet, los identifican y son conscientes de ellos. Destacan que “Internet ha hecho que las relaciones sociales sean más superficiales” (58,7%), seguido de la idea de que aumenta la dificultad para concentrarse en estudiar o trabajar (53,3%) y que, con su uso, te aíslas más (52,2%).
Por otra parte, entre cinco y seis de cada diez jóvenes se muestra de acuerdo en “en Internet es imposible proteger tu privacidad” (5,79 de media) y motiva que “las relaciones sociales sean más complicadas” (5,61). Mencionando, por último, la sensación de tener que estar siempre disponible en Internet (5,17).
La preocupación por algunas circunstancias que implican riesgos en Internet es elevada. De las diferentes situaciones que pueden darse en internet y que implican riesgos y problemas, les preocupa por encima del resto: el ser víctima de estafas, timos o fraudes (37,7%), la difusión de fotos o vídeos comprometidos sin permiso (37,4%) y la suplantación de la identidad (30,6%). Lo que menos les inquieta, pero con menciones reseñables: que les controlen o les sigan otras personas (18,9%), que les persigan por opiniones, actitudes o comportamientos (15,6%) y engancharse a juegos y apuestas online con dinero (15,2%).
Analizando esas preocupaciones en función del género, se observan diferencias, ya que a las mujeres les preocupa más la difusión de fotos o vídeos comprometidos, el acoso sexual y los mensajes de odio, mientras que a los hombres les inquieta más la adicción a juegos de apuestas (19,7% frente al 11,1% de las mujeres). En cambio, si nos fijamos en la edad, tanto la suplantación de identidad online, como ser víctima de fraudes y estafas, son las inquietudes que crecen según avanza la edad (un 39,4% y un 42,9%, respectivamente, entre los 25 a 29 años).
Acerca de las situaciones que perciben que se producen a su alrededor, son elevados los porcentajes de jóvenes que consideran que determinadas situaciones de riesgo se dan con mucha o bastante frecuencia: un 52,8% cree que con bastante o mucha frecuencia circulan mensajes de odio (racistas, homófobos, antifeministas, etc.). Cercano al 50% es el porcentaje que también percibe problemas como el “acoso entre compañeros/as a través de redes sociales y otros espacios online (WhatsApp, juegos online, foros…)” (47,2%), así como el “envío de imágenes privadas y comprometidas (íntimas, de contenido sexual) sin consentimiento de las partes implicadas” (45,7%). En menor medida, señalan el “acoso de personas adultas a menores” (42,9%).
Las mujeres son las que, en términos generales, evidencian una postura más crítica, mostrando una percepción significativamente mayor de esos riesgos.
Al preguntarles qué situaciones de riesgo han vivido con bastante o mucha frecuencia en el último año, lo más mencionado es “bloquear perfiles en sus redes sociales por insultos o acoso” (19,6%), “recibir mensajes/vídeos de carácter sexual sin consentimiento” (18,3%), “evitar subir contenidos por miedo al acoso o insulto” (16,5%) o “haber sido objeto de mensajes de odio” (14,8%), y “haber recibido insultos o acoso de personas desconocidas” (14,4%).
Casi la mitad (48%) de los y las jóvenes españoles de 15 a 29 años tiene la sensación habitual de que pasa demasiado tiempo en internet, y también en redes sociales (48,6%). El 53,2% dice que usa demasiado el smartphone. La gran mayoría reconoce que vive con cierto descontrol y dependencia ese uso de las redes sociales: el 70,8% está de acuerdo con la premisa de que no es consciente de todo el tiempo que pasa en ellas y el 64,3% con que quiere ver esas redes sociales en todo momento. Entre quienes juegan habitualmente a videojuegos, el 26,5% tiene la sensación frecuente de que lo hace demasiado (y el 30,1% a veces); y entre quien juega a juegos y apuestas online, el 22% cree con bastante o mucha frecuencia lo hace demasiado (por un 24,5% que tiene esa sensación a veces). Los hombres son más conscientes de estas problemáticas.
Además, 3 de cada 10 jóvenes ve importante para su autoestima obtener reacciones positivas (28,4% hombres y 31,1% mujeres), al mismo tiempo que les preocupa obtener reacciones negativas por su aspecto físico (23,9% hombres y 35,2% mujeres).
Precisamente, por esa relevancia que le dan a lograr reacciones positivas, cerca de la mitad de la población joven retoca con alguna frecuencia las fotos que sube a redes sociales: 24,3% a veces y el 20,2% con bastante o mucha frecuencia. Algo que hacen más a medida que aumenta la edad y para quienes sus perfiles son públicos. Llama la atención que el género no es estadísticamente significativo en esta variable.
Por ese tiempo invertido en Internet y redes sociales, tienen la sensación de que en ocasiones desatienden otras actividades importantes; frente a un 13,2% que no cree haber descuidado otro aspecto de su vida por haber estado en Internet. Lo que más desatienden es dormir (42,5%) y estudiar (40,5%), seguido de practicar deporte (30,1%), leer (29,5%) y estar con amigos/as (22,6%). Precisamente dormir, estudiar y leer son las actividades que dejan de hacer bastante más las mujeres respecto a los hombres.
Hasta el punto de que la mayoría de los y las jóvenes encuestados han sentido en el último año saturación o hartazgo y necesitan “desconectarse”: un 30,1% con bastante o mucha frecuencia y un 35,4% a veces. Y es que casi la mitad de la muestra (47,4%) está bastante o muy de acuerdo con que se siente obligado a llevar el móvil siempre encima, el 40,8% siente la necesidad de mirar constantemente si tiene notificaciones y el 32,9% usa el teléfono en lugares o situaciones donde no es apropiado. En los dos primeros casos las mujeres lo reconocen en mayor medida que los hombres.
La juventud es consciente de la sobreexposición existente y de que las TRICO les restan tiempo. De los riesgos y desafíos a los que tienen que hacer frente al usar las nuevas tecnologías. Se ven hábiles digitalmente, pero, al mismo tiempo, reconocen que no siempre contrastan la información que consumen. La autopercepción juvenil sobre su destreza digital es alta: no llega a un cuarto de la muestra la proporción de quienes consideran que tienen un nivel bajo de destreza. Se ven mejor preparados para la búsqueda y gestión de información y datos, y para la comunicación y colaboración a través de tecnologías digitales; actividades respecto a las que la mitad considera que tiene un nivel alto o muy alto (50,5% y 47%, respectivamente).
Las brechas referentes a esas capacidades en el manejo de las TIC tienen que ver con tener mayor o menor formación, con trabajar o con la situación económica (las destrezas son siempre mayores entre quienes tienen más estudios, entre quienes trabajan y menores entre quienes tienen carencias materiales).
Casi la mitad (48,9%) cree que, con bastante o mucha frecuencia, ve contenidos falsos o dudosos en Internet. Y, a pesar de ello, solo un 42,3% contrasta habitualmente lo que considera cuestionable, llegando el 45,2% a compartir o reenviar alguna noticia que luego ha sabido que era falsa.
Dos de cada diez personas, nunca o casi nunca contrasta aquello que considera dudoso o falso. Siendo las personas más jóvenes las que adoptan las posturas de mayor exposición y riesgo: una de cada cuatro personas de entre 15-19 años, y también una de cada cuatro de quienes tienen estudios hasta secundaria obligatoria, no verifica nunca o casi nunca los contenidos dudosos. ¿Y qué alegan para no hacerlo? La confianza en su propia capacidad para identificar qué contenidos son fiables y cuáles no (27,2%) y la pereza (25,6%), bastante por encima del reconocimiento de la incapacidad para hacerlo (14,4%).
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