El objetivo principal de este análisis es relacionar ciertos indicadores de educación y empleo, observar sus resultados y enfocar los mismos en las distintas Comunidades Autónomas, en un intento de descubrir ciertas pautas, si las hubiera. El marco general teórico del análisis está basado en la supuesta y muchas veces estudiada correlación positiva que existe entre los niveles de formación y empleo, ya que se supone que todos los incrementos formativos redundan en una mejora de la empleabilidad de los y las jóvenes.
Los indicadores disponibles de educación tienen datos de tres años (2005, 2009 y 2013), mientras que los de empleo son de 2009 y 2014, lo cual supone que la comparación debe ser de carácter evolutivo más que transversal (coyuntural). Por supuesto que el estudio de estos indicadores no presupone que existan entre ellos correlaciones de causalidad únicas, puesto que entran en juego otros factores.
En cuanto a la educación, existen tres indicadores a analizar del índice sintético: el primero, la tasa de participación en educación a los 18 años, es decir, la proporción de población de esa edad que continúa sus estudios más allá de la enseñanza obligatoria, con respecto a la población total de esa edad.
Hay dos periodos a analizar en cuanto a las cifras del indicador, por cuanto representan tendencias muy diferenciadas; el primero se da entre los años 2005-2009, ciclo en el que destaca sobre todo la pequeña variación de los datos (gráfico 1).
Hasta ese año 2005, el conjunto de población de 18 años que continuaba sus estudios superado el ciclo básico se sitúa globalmente en porcentajes cercanos al 70% (69.6%), algo menos de 9 puntos porcentuales por debajo de la media UE (78,6%). Sin embargo, existían fuertes diferencias entre Comunidades Autónomas; Navarra, Cantabria, Galicia, Asturias, País Vasco, Castilla y León y Madrid se situaban por encima de la media española, e incluso estas tres últimas por encima de la europea. Un grupo intermedio, con proporciones similares a la media nacional, con Andalucía, Canarias, Cataluña, Comunidad Valenciana, Extremadura y Murcia. Por otro lado, las Autonomías con la participación más baja de jóvenes que permanecen en la educación a los 18 años, como Baleares, Castilla La Mancha, La Rioja, Murcia, Ceuta y Melilla. Para el 2009 las cosas apenas cambian, mostrando el indicador una marcada tendencia a la estabilidad, cuando no algunos decrementos, aún ligeros, en algunas comunidades.
Es en el periodo entre los años 2009 y 2013 cuando se registra un fuerte aumento de la población de esas edades que continúa estudiando, que para el conjunto del país alcanza el 80,2%, incremento de más de 10 puntos porcentuales con respecto al año 2009 (69.6%). Un buen número de Comunidades Autónomas experimentan crecimientos por encima de la media europea y de la nacional (10,5%) como, Madrid, Ceuta, Cataluña, Andalucía, Comunidad Valenciana, La Rioja, Aragón y Murcia. El gráfico 2 presenta la variación porcentual en ese periodo y el dato referido al año 2013.
*El dato del País Vasco es negativo; 1,66
Con las excepciones de Madrid y Cataluña, las Comunidades Autónomas que experimentan los mayores incrementos en el indicador son aquellas que en el 2009 presentaban las tasas más bajas de jóvenes de 18 años que continuaban estudiando, algo bastante lógico desde el punto desde donde partían estas regiones y con bastante relación con las expectativas de los y las jóvenes sobre su formación como factor de empleabilidad a medida que las condiciones laborales empeoraban. No cabe duda del fuerte impulso de los y las jóvenes a permanecer en ciclos formativos que se da especialmente en este periodo, que coincide con las fases más agudas de la crisis económica y laboral por la que el país ha pasado en esta última década.
En conexión con los datos anteriores, el indicador de abandono escolar temprano, es decir, los y las jóvenes entre 18 y 25 años que abandonan los estudios al finalizar el ciclo formativo obligatorio, se reducen mucho también a nivel global y por CCAA, en el periodo considerado entre los años 2009 y 2013. Mientras que en el periodo del 2005 al 2009 el indicador se mantenía estable, con un porcentaje a nivel global de jóvenes que abandonaba de forma temprana la educación del 30,9% -e incluso mostraba leves alzas en algunas CCAA- el tránsito hasta el año 2014 presenta una fuerte inflexión. Para ese año, la proporción total de jóvenes que abandonan los estudios desciende globalmente hasta el 21.9%, lo que supone exactamente 9 puntos porcentuales de caída. Si bien en varias CCAA es todavía más intenso que la media nacional, como Ceuta y Melilla, Murcia, Castilla La Mancha, Extremadura, Cantabria, Cataluña y Andalucía (gráfico 3).
De nuevo, las Comunidades donde más se reduce la tasa de abandono temprano son las que más alto tenían este indicador en el 2009. Por último, entre los indicadores de educación más pertinentes al análisis, se dispone de la tasa de población de 22 años que están cursando niveles de educación superior. La tasa de universitarios de 22 años sobre la población total de esa edad en el año 2009 está reflejada en el gráfico 4.
En el año 2009, la proporción de estudiantes superiores en la edad de 22 años presentaba fuertes diferencias, con algunas CCAA muy por encima de la media nacional (Madrid, Castilla y León, Navarra, País vasco, Galicia y la Comunidad Valenciana) y otras muy por debajo, como el grupo formado por Baleares, Castilla la Mancha, La Rioja, Cantabria y Extremadura. La evolución de la tasa de universitarios de 22 años de 2009 hasta el 2013 muestra algunos cambios relevantes (gráfico 5).
Todas las CCAA muestran saldos evolutivos favorables, es decir, se incrementa la proporción de estudiantes universitarios en los 22 años. Incluso el aumento nacional medio (5.98%) es superior a la media europea (4.34%). Donde más se percibe, donde más crece la tasa por encima de la media nacional, como venimos observado transversalmente en todos los indicadores, es en las Comunidades que en el 2009 tenían los porcentajes más bajos. La Rioja experimenta el mayor aumento y, en menor medida, Aragón o Murcia. Queda por mostrar aquellas comunidades donde, pese a que se partiera de tasas bajas con respecto a la proporción nacional, no experimentan aumentos notables, comparativamente hablando; en este grupo se sitúa Baleares, que crece “solo” un 2,28%, Extremadura, un 1.8% o Castilla La Mancha, que lo hace en un 3,15%. Por cierto que estas tres últimas presentaban ya un bajo porcentaje de universitarios en 2009. Madrid es caso aparte, pues si bien ya en 2009 mostraba una alta tasa comparativamente hablando con respecto a la media nacional, es la que experimenta el segundo mayor aumento en el periodo, un 8.5%.
Pese a las irregularidades en las proporciones entre la distintas CCAA, parece que existe una cierta inercia de los jóvenes hacia el regreso o permanencia en las aulas, especialmente en algunas regiones y bastante menos en otras, aunque, como se decía en la entrada anterior a esta, el número de estudiantes universitarios todavía no ha recuperado hasta la fecha los niveles previos a la crisis
Podemos interpretar a priori que esta recuperación del impulso educativo suceda como reflejo directo de la aguda crisis laboral, que se ha alargado casi una década, con especial incidencia entre los y las jóvenes. En este sentido, y para cotejar estas impresiones y su relación probable con la situación del empleo, es necesario explicar inicialmente, aún de manera sucinta, la evolución del mercado laboral en esos años.
Para el periodo considerado las cifras de desempleo de la población entre los 15 y 29 años experimentan un notable aumento desde el año 2009 y 2014, en el que la tasa de paro juvenil nacional crece del 28.5%, hasta el 39,6% en el año 2014, algo más de 11 puntos porcentuales en el quinquenio. Ahora bien, el reparto tanto de las cifras de paro como de los incrementos en el periodo, muestran fuertes diferencias por Comunidades Autónomas (gráfico 6).
*excluidas Ceuta, Melilla y La Rioja por su pequeño tamaño muestral que puede dar lugar a una inexactitud de los datos
Entre las comunidades con más altos índices de paro en el 2014 -por encima de la media nacional del 39.6%- se encuentran la Comunidad Valenciana, Canarias, Andalucía, Extremadura y Castilla La Mancha. Observando los datos globales, no parece existir relación entre la tasa de paro del 2014 y el incremento de la misma desde el 2009, siendo su distribución bastante irregular. Existen CCAA con datos altos de paro ya en el 2009 y que a su vez experimentan fuertes aumentos de la tasa, como Andalucía, Canarias, Extremadura y la Comunidad Valenciana. Pero también fuertes aumentos en regiones donde la tasa del 2009 era comparativamente baja a la media nacional, como Navarra o Madrid. Pero es necesario leer estos datos teniendo en cuenta que precisamente en ese año 2014 la economía comienza a dar algunos síntomas de recuperación, frenándose, aún de manera leve y paulatina, los espectaculares ritmos de destrucción de empleo de años anteriores.
Estas discordancias o bajas correlaciones entre los indicadores de empleo y regiones, parecen trasladarse, aun de manera irregular, a las relaciones entre educación y desempleo. La hipótesis de partida es que cuanto más crece el desempleo, más fuertes deberían ser las inercias de regreso o mantenimiento en los ciclos formativos por parte de los y las jóvenes, para lo cual relacionamos los indicadores pertinentes, por ejemplo, la tasa de paro de 2014 y el incremento entre los años 2009 y 2013 de los jóvenes (22 años) que cursan estudios superiores (gráfico 7)
*excluidas Ceuta, Melilla y La Rioja por su pequeño tamaño muestral
Los datos apuntan a una relación, aunque ligera, entre el porcentaje de jóvenes con 22 años en educación superior y la tasa de desempleo en el 2014. No podemos decir que exista una relación de causalidad directa entre ambas variables, pero sí que los datos apuntan a que cuanto mayor es el porcentaje de universitarios de 22 años en una CCAA determinada, menor tiende a ser la tasa de paro, lo que abona la idea de que la especialización en competencias formativas funciona como recurso de empleabilidad, al menos en cierta medida y como señala la línea de tendencia punteada. Pero esta tesis parece más cierta o se refuerza en Comunidades que siempre han mostrado altos porcentajes de estudiantes universitarios, como Madrid, País Vasco o Cataluña, Navarra o Castilla y León.
Otros indicadores sobre formación y empleo distan de ser tan claros como el anterior; por ejemplo, la proporción de jóvenes hasta los 18 años que permanecen en ciclos formativos una vez concluido el ciclo de enseñanza obligatoria -el comportamiento contrario se denomina abandono temprano- y la tasa de paro en el año 2014. Esta vez, el supuesto de partida sería que, a mayor tasa de paro en una Comunidad Autónoma, menos jóvenes optan por abandonar sus estudios una vez terminado el ciclo formativo básico, evidentemente por la menor expectativa de incorporarse al mercado laboral (gráfico 8).
*excluidas Ceuta, Melilla y La Rioja por su pequeño tamaño muestral que puede dar lugar a una inexactitud de los datos
Las cifras apuntan a ciertos hechos, pero no muestran comportamientos regulares o estructurales; en determinadas CCAA con similar o mayor tasa de paro que la media nacional como Murcia, Comunidad Valenciana, Extremadura, Castilla La Mancha, Canarias o Andalucía, las reducciones del porcentaje de jóvenes de 18 años que no siguen estudiando son muy desiguales. En Extremadura (11,2%), Murcia (12,7%) y Castilla La Mancha (12,4%) sí se presentan disminuciones significativas de jóvenes que no siguen estudiando después del ciclo obligatorio, pero no ocurre en la misma medida en el resto de este grupo (Canarias, Andalucía o la Comunidad Valenciana). Otras autonomías con menores niveles de desempleo joven sí presentan fuertes reducciones, como Cantabria (donde los jóvenes que abandonan tempranamente la formación se reducen un 14,5% desde el 2009), pero es la excepción en este grupo. Es decir, la expectativa de continuar con la formación no parece depender, por lo menos a la vista de estos datos, directamente del desempleo en las CCAA. Sin olvidar las fuertes diferencias de partida en la proporción de jóvenes que abandonan tempranamente sus estudios, como veíamos anteriormente.
Algo más evidente que lo anterior es la relación entre formación y temporalidad y su distribución entre las CCAA. En el gráfico 9 se ponen en relación los indicadores de temporalidad en el 2014 y la tasa de universitarios a los 22 años hasta el año 2013.
*excluidas Ceuta y Melilla por su pequeño tamaño muestral, que puede dar lugar a una inexactitud de los datos
Una simple observación del gráfico parece contarnos que existe cierta relación entre ambos indicadores, pues cuanto mayor es la tasa de temporalidad, menor es la proporción de jóvenes de 22 años que está cursando estudios de ciclo superior, tal y como señala la línea de tendencia punteada. En Comunidades como Castilla La Mancha y Baleares, esta relación se invierte, pues son las dos regiones con menor proporción de universitarios en 2013 pero que, a su vez, tienen una tasa de temporalidad inferior a la media.
Las reflexiones sobre todo lo visto hasta ahora no pueden más que constatar que, en efecto, en los años considerados están produciéndose movimientos entre los jóvenes de permanencia o regreso a las aulas y que, sin duda, la aguda situación del mercado laboral es un factor altamente motivante para ello. Ahora bien, las relaciones e implicaciones entre formación y empleo varían bastante entre las distintas CCAA.
Pese a que la situación formativa mejora en todas las CCAA desde el año 2009 , los incrementos no se reparten de manera similar; hay Comunidades, pese a las comparativamente hablando altísimas cifras de paro, donde los y las jóvenes no muestran el mismo interés en mantenerse o regresar a ciclos formativos, al menos en los superiores, para mejorar su potencial de empleabilidad; este grupo está formado por el “núcleo duro” de Canarias, Extremadura y Castilla La Mancha, donde pese a la recuperación de alumnos en los niveles formativos analizados, estos incrementos no se han manifestado con la misma intensidad que en otras regiones. Las razones para ello pueden deberse a la baja expectativa de los y las jóvenes sobre su futuro, dado los altos índices de paro en esas zonas, que desanima a tomar esta opción. Sin embargo, a este razonamiento escapan en cierta medida casos como el de Andalucía o el de la Comunidad Valenciana, que han experimentado un ciertamente elevado aumento de los indicadores de educación, pese a que también soportan unas muy elevadas cifras de desempleo.
Otro caso llamativo en cuanto a la relación entre formación y empleo es el de Baleares, donde el supuesto de que una mayor formación incide en menores tasas de desempleo no parece funcionar. Esta Comunidad, una de las peor posicionadas en los indicadores educativos (en población de 18 que continúa en la educación o en la tasa de estudiantes universitarios total y con 22 años), tendría que tener unas elevadas cifras de desempleo, pero éstas no son excesivamente altas comparada con la media nacional en el 2014. Es más, parecería que la tasa de empleo y temporalidad no guardan relación alguna con los indicadores de formación en esta Comunidad. Quizás las causas de este desajuste son debidas, al menos en este caso particular, a que los jóvenes no continúan su formación en niveles superiores a los estudios obligatorios dadas las oportunidades de trabajo existentes, suponemos que en gran medida por el fuerte peso del sector turístico.
Castilla-La Mancha es otro caso peculiar dentro del conjunto nacional. Combina unas altas tasas de paro juvenil y, a su vez, unos indicadores educativos más débiles que la media española. Es decir, hay un bajo número de universitarios a la vez que es una de las regiones donde la escolarización a partir de los 18 años es más baja. Parecería que en esta comunidad los jóvenes tienen muchas dificultades en incorporarse al mercado laboral pero ese factor no les impulsa, al menos al nivel de otras comunidades, al retorno o mantenimiento en las aulas.
Otras Comunidades son casos donde la relación entre formación y empleo se percibe en su máxima expresión positiva, por ejemplo, Madrid, Cataluña, Navarra y el País Vasco, con las proporciones de estudiantes más altas en todos los niveles y las cifras de paro más bajas del conjunto de regiones. El resto de Comunidades transita por la senda de relaciones tibias entre estos indicadores. Y a nivel general, tras la visión que nos ofrecen los indicadores expuestos en este análisis, hacemos nuestra la reflexión del Colectivo Luzuriaga que señala en su “Documento sobre el fracaso escolar en la España de las Autonomías” (2012) que:
“las diferencias entre las distintas CCAA pueden ser atribuibles a la tradición de una España más alfabetizada que otra, pero también a las diferentes estructuras del empleo en unas y otras comunidades. Es imposible que una estructura de empleo basada en la agricultura y el sector servicios aparejado al turismo, la hostelería y la construcción incentive el éxito escolar en el nivel obligatorio de la enseñanza y motive al alumnado a continuar sus estudios”.