Resulta innegable que los y las jóvenes en España se emancipan a una edad que está bastante por encima de la media europea. En 2017, Eurostat fijaba la media de emancipación en España en los 29 años, tres años por encima de la media de la UE. La brecha sigue aumentando, y el Índice sintético juvenil comparado del ProyectoScopio del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud muestra cómo, en 2018, el índice de emancipación coloca a España a la cola de los países de la Unión Europea (UE-28).
Con un índice de emancipación de 0,13 (en una escala de 0 a 1, donde 1 representaría la tasa máxima en la que todas las personas jóvenes estarían emancipadas), España se ubica muy por detrás de la media europea de 0,40. Mientras que la media europea sube desde el 0,35 en 2009, la española baja desde el 0,20 ese mismo año. Así, España ocupa el quinto puesto por la cola (sólo por encima de Malta, Croacia, Italia y Eslovaquia), en una clasificación que lideran Luxemburgo, Dinamarca, Finlandia y Suecia.
Fuente: Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud. Proyectoscopio, ISDJC-2018.
Ya en el estudio Jóvenes y emancipación en España (Ballesteros, J.C; Rodríguez, E; Megías, I. 2012. FAD) se concluía que el retraso comparativo de los y las jóvenes españoles en emanciparse con respecto a la media europea, tiene que ver con el gran peso que adquieren los factores culturales, que se añaden a los puramente estructurales y económicos (carestía de la vivienda tanto en compra como en alquiler, inclinación mayoritaria por la compra frente al alquiler, precarización del empleo, etc.). Relaciones familiares que resultan tan importantes como las económicas a la hora de generar y consolidar las expectativas en torno a la emancipación.
Las características de la emancipación en Europa, en base a factores culturales y a la preminencia del Estado, el mercado y la familia, sitúan en un lugar claramente diferencial al modelo mediterráneo (que encarnaría España, junto a países como Italia o Grecia), caracterizado por una emancipación tardía, una alta dependencia familiar, la búsqueda de la estabilidad y el poder adquisitivo como factores previos al abandono del hogar familiar, e incluso formar una familia propia como motivo de mayor peso a la hora de afrontar la emancipación. Situación en el hogar familiar que se significa desde el bienestar personal, emocional y material, y que tiende a explicarse desde la sensación de satisfacción y la vivencia de comodidad y altas dosis de autonomía personal; elementos que desactivan la “prisa” por emanciparse.
Frente a este modelo mediterráneo, otros primarían la autonomía personal e independencia económica tempranas (anglosajón), las ayudas familiares a la emancipación temprana (continental), o las ayudas institucionalizadas a la salida del hogar familiar (nórdico). Evidentemente, junto a estos factores socioculturales, las características del mercado de trabajo y la vivienda acentúan las diferencias; y no es necesario realizar grandes estudios ni reflexiones para saber que la situación del mercado laboral y del acceso a la vivienda en España añade enormes dificultades a la pretensión de emanciparse.
La situación es compleja para las y los jóvenes que quieren salir del hogar familiar, y afrontar un punto de inflexión que resulta tan importante en términos de identidad, madurez y transición a la vida adulta, se constituye en un auténtico quebradero de cabeza. El Barómetro de abril de 2017 constata como la dificultad para emanciparse se constituye en una de las mayores preocupaciones de los y las jóvenes de 15 a 29 años, tras todas aquellas que tienen que ver con el mercado laboral (bajos salarios, precariedad, paro), que son señaladas por una proporción cercana o superior al 40%. Cuestiones que, por otro lado, son las que principalmente generan las mayores dificultades para poder emanciparse, además de para la mera subsistencia e integración social, y por ello es natural que ocupen un destacado primer puesto entre las preocupaciones.
Sea como fuere, el 28,4% de los y las jóvenes señala que la dificultad para emanciparse se constituye en uno de sus problemas más importantes, por un 23,1% que afirma que es uno de los problemas que más le afecta. A partir de los 25 años, entre quienes tienen estudios universitarios, y entre quienes e posicionan en una clase social alta, se señala en mayor medida que las dificultades para emanciparse es uno de los problemas más importantes, algo que ocurre menos entre quienes están en paro (que probablemente ni se plantean la posibilidad), y quienes viven solos/as (que ya lo han conseguido).
En relación a quienes consideran que es uno de los problemas que más les afectan, también se menciona más entre las y los mayores de 25 años y quienes tienen estudios universitarios; pero sucede lo mismo con quienes viven solos/as, algo que indica las dificultades de un mercado de la vivienda difícilmente accesible, y que instala a muchos y muchas jóvenes en una continua percepción de inestabilidad y precariedad. Elementos que precisamente no ofrecen la seguridad que necesitan para asentar su emancipación.
En la misma línea, aunque en menor medida (seguramente porque son circunstancias a las que muchos de ellos y ellas no se han enfrentado), el 13,3% de las y los jóvenes afirma que uno de los problemas que más les afecta es la dificultad para comprarse una casa (más entre universitarios/as, mayores de 25 años y quienes viven solos/as o en pareja), por un 11% que señala que el problema que más les afecta es la dificultad para alquilar una casa (más entre universitarios/as, jóvenes que trabajan y quienes viven solos/as o en pareja). El 10,6% considera que la dificultad para comprar una casa es uno de los problemas más importantes en general (más entre hombres, mayores de 25 años, trabajadores y de clase media y media-baja), y baja hasta el 6,9% la proporción de quienes consideran que uno de los problemas más importantes es la dificultad para alquilar una casa (algo que señalan más también en clases medias y medias-bajas, mayores de 25 años, quienes trabajan o están en paro, y quienes viven solos/as o en pareja). En definitiva, cuestiones que señalan en mayor medida los y las jóvenes cuyas circunstancias personales y vitales provocan que se hayan tenido que enfrentar a ello, algo más en relación a la compra de vivienda que al alquiler (la proporción y preferencia por la compra sigue siendo suprior al alquiler en España, al contrario de lo que ocurre en buena parte de Europa), y con mayor conciencia de la existencia de un problema entre las clases menos acomodadas, con independencia de que se hayan enfrentado directamente a tal circunstancia.
De igual forma que emanciparse es un problema con aristas muy diversas (económicas, culturales, estructurales, familiares…), el propio término engloba cuestiones que quizás no son entendidas de la misma manera por todo el mundo. De hecho, resulta significativo que en 2014 el 16,5% de los y las jóvenes de 15 a 29 años manifestaba no saber qué significa “emancipación” (Ballesteros y Sanmartín, 2017), proporción que en 2010 alcanzaba un destacadísimo 44% entre los y las jóvenes de 15 a 19 años, y un 21% de quienes tenían entre 20 y 24 años (González Anleo, J. y González, P., 2010) [1].
Entre quienes sí manifiestan entender algo concreto por emanciparse, cerca del 40% señalaba en 2014 que es “vivir solo/a, irte de casa de tus padres”, por un 23% que afirmaba que es “ser independiente económicamente”. Desde una perspectiva temporal, resulta interesante observar cómo la proporción de quienes consideran que emanciparse es irse del hogar familiar ha crecido desde 2007, mientras la de quienes afirman que significa tener una independencia económica ha bajado. Es decir, que en tiempos de crisis y precariedad laboral, salir del hogar familiar no significa necesariamente ser económicamente independiente o, al menos, contar con la estabilidad económica necesaria, destacando en este sentido el papel de las familias, que en no pocos casos siguen ayudando y sustentando aún en la distancia.
Fuente: Ballesteros, J.C; Sanmartin, A; (2017) [2]
En mucha menor medida se señalan cuestiones como “hacer lo que quieras; ser libre”, “adquirir responsabilidades; tomar decisiones” o “tener tu propia familia; tener hijos/as”, circunstancia que da idea de lo consolidado de la perspectiva más económica y material de la emancipación, más allá de otros procesos que tienen que ver con el crecimiento y la madurez.
Desde la primera de las perspectivas (emanciparse como “vivir solo/a; irte de casa de tus padres”), en 2017 sólo el 32% de las y los jóvenes de 15 a 29 años no vivía con sus padres/madres u otros familiares. Entre quienes sí se habían emancipado, el 21% lo había hecho con su pareja, el 8% compartía piso, y el 3% vivía solo/a. Atendiendo al sexo, resulta destacable que las mujeres son quienes, en mayor proporción, viven con sus parejas (llegan al 26%, once puntos más que ellos), mientras que los chicos comparten más piso y también viven más por su cuenta, pero con diferencias muy pequeñas y poco destacables respecto a las mujeres.
Fuente: Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud. Barómetro General 2017.
Fuente: Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud. Indicadores de Emancipación
Atendiendo a las diferentes Comunidades Autónomas, Cataluña es aquélla donde más población joven hay emancipada, tanto en el tramo 25-29 años (49%) como en el tramo 20-24 años (13%). En el tramo 25-29 años también destacan Baleares (47%), La Rioja (46%) y Navarra (45%), mientras en el tramo 20-24 años a Cataluña le siguen Navarra (también 13%), Madrid (12%) y Cantabria y Canarias (11%). Los datos del Barómetro de 2017 también indican que las comunidades donde existe mayor diferencia entre la emancipación de mujeres y hombres en el tramo 25-29 años son Baleares y Navarra, en ambos casos con diferencias algo superiores a veinte puntos, mientras las menores diferencias se dan en Madrid, Cantabria, Murcia y La Rioja, donde no llegan a los diez puntos (tasas siempre superiores para las mujeres).
Fuente: Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud. Indicadores de Emancipación
Notas: En 2013, para el rango de edad 25-29, los datos de Melilla y los datos de los hombres de Ceuta deben ser tomados con precaución debido al pequeño tamaño de la muestra; Para el rango de edad 20-24 los datos de Ceuta, Melilla, La Rioja y Cantabria; y los datos de los hombres de Andalucía, Asturias y Navarra deben ser tomados con precaución debido al pequeño tamaño de la muestra.
Desde una perspectiva temporal se comprueba que sólo la Comunidad Foral de Navarra ha crecido en cuanto a las tasas de emancipación en los tramos 25-29 y 20-24 años, en el periodo 2009-2017. Del resto de Comunidades, Aragón, Extremadura, Galicia y La Rioja han crecido en el tramo 25-29 años, mientras que Asturias, Cantabria y Castilla La Mancha lo han hecho en el tramo 20-24 años. La Comunidad Valenciana destaca por descender sus tasas de emancipación en ambos tramos desde 2009, y otras Comunidades donde se han producido descensos significativos en algunos tramos de edad han sido Aragón (tramo 20-24 años), Asturias (25-29 años) o Murcia (20-24 años). Cataluña, Comunidad de Madrid y País Vasco, siendo algunas de las zonas con tasas de emancipación por encima de la media española (en algunos casos, como Cataluña, muy por encima), presentan en 2017 tasas de emancipación inferiores a 2009, dando muestra de las dificultades y la huella que ha dejado la crisis en el conjunto del país.
Fijando la vista en Europa, la media de emancipación de la UE es del 30% en el tramo 20 a 24 años y del 59% en el tramo 25 a 29 años. Esto supone, respectivamente, 22 puntos más y 21 puntos más que la media en España, datos que dejan bien clara la enorme diferencia de nuestro país, situado a la cola de Europa en este sentido.
Fuente: Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud. Indicadores de Emancipación
Luxemburgo destaca por tener emancipada a prácticamente toda sus población joven (99% en todo el tramo 20-29 años). Con esa referencia, en el tramo 25 a 29 años destacan las tasas de emancipación de Dinamarca (96%), Estonia (88%), Países Bajos (84%), Alemania (81%), Francia (81%), y Reino Unido (79%), mientras que en el tramo 20 a 24 destacan Dinamarca (76%), Estonia (63%), Lituania (55%), Reino Unido (50%), Alemania (47%), Países Bajos (45%) y Francia (42%). En el extremo contrario, sólo Italia y Malta presentan peores tasas globales que España (Grecia compensa con las tasas del tramo 20-24 las bajas tasas del tramo 25-29, y Eslovaquia presenta resultados similares a España). En definitiva, modelos de emancipación mediterráneos que se muestran tremendamente distintos y alejados de los continentales, nórdicos y anglosajones.
En relación al segundo de los aspectos que determina lo que las y los jóvenes entienden por emancipación, que es el tener independencia económica, el Barómetro de 2017 muestra como sólo el 28,7% de ellos y ellas afirman poder pagar todos los gastos (suyos y/o de su pareja), incluyendo los de vivienda y alimentación; algo que sucede en mayor medida entre quienes tienen más de 25 años, las personas universitarias, quienes viven solos/as, quienes trabajan, y aquellos y aquellas que se autoposicionan en una clase social alta o media-alta. Es decir, jóvenes que ya se han enfrentado a la necesidad de ser autosuficientes, y que cuentan con posibilidad de ello por tener un trabajo, o por partir de una condición social y familiar más acomodada.
Frente al 32,8% que tiene como fuente de ingresos de un trabajo regular, el 32,5% no tiene ninguna fuente de ingresos, mientras un 15% cuenta con trabajos esporádicos. Datos que nos sitúan ante la realidad de la precariedad laboral, y ante la constatación de que ni siquiera contar con un empleo (aunque sea regular) asegura estar en disposición de afrontar la totalidad de los gastos básicos de subsistencia para una parte de los y las jóvenes. No en vano, el Índice de empleo del ProyectoScopio es de 0,44 en el caso de España (atendiendo a indicadores como empleo, desempleo, temporalidad, parcialidad o inactividad), para una media europea de 0,68. Por todo ello, a pesar de que la concepción genérica de la emancipación pasa por la independencia económica, los datos en España resaltan, en muchos casos, que independizarse no es ser independiente.
Es evidente que los datos y el contexto no invitan al optimismo, y en este sentido se manifiestan los y las jóvenes en España (Barómetro 2017): en un futuro próximo, el 40,6% espera tener dificultades para encontrar trabajo, o estar en paro; un 36,1% espera tener un trabajo peor del que esperaba; el 24,8% espera no llegar a fin de mes; un 21% tener peores condiciones de trabajo; el 17% prevé un bajada de su salario o su poder adquisitivo; y el 15,3% tiene la expectativa de tener que recortar gastos en cosas básicas (alimentación, etc.). Con estas expectativas vitales, parece lógico que lograr emanciparse entre, para muchos y muchas jóvenes, en el terreno de lo meramente deseable, más desde la utopía que desde la esperanza.
NOTAS:
[1] Gonzáles Anleo, J. y Gonzáles, P. (2010). Jóvenes españoles 2010. Fundación SM. Ballesteros, J.C; Sanmartin, A; (2017) Emancipación en tiempos de crisis, en Jóvenes y vivienda, Revista de Estudios de Juventud, Nº 116, Injuve.
[2] Ballesteros, J.C; Sanmartin, A; (2017) Emancipación en tiempos de crisis, en Jóvenes y vivienda, Revista de Estudios de Juventud, Nº 116, Injuve. Datos del Sondeo Jóvenes y Personas Mayores, Relaciones Familiares e Igualdad de Género (CIS, 2007a) y de la encuesta Jóvenes, Relaciones Familiares e Igualdad de género (CIS, 2014c).