La mayoría de las reflexiones sobre las y los jóvenes presentan una imagen ya habitual asociada al estereotipo del joven pasivo y desinteresado de todo lo que ocurre fuera del ámbito más inmediato y personal. Por extensión, también ajenos de lo que ocurre en la política convencional, de la acción y del compromiso con la defensa de los intereses colectivos. Tan profusamente ha sido señalada esta imagen que parece haberse convertido en una de las señas de identidad de la juventud contemporánea. Los datos que nos ofrece el Barómetro Juvenil 2019: Participación política y activismo vienen a ampliar esta mirada, desde la opinión de las y los propios protagonistas.
La política convencional aparece, efectivamente, en el orden de elementos que menos interesan la población joven, fruto en parte de la notable falta de confianza en las instituciones representativas del sistema establecido. En el barómetro sobre diversos temas de juventud realizado en el mes de abril de este mismo año a una muestra de 1.223 jóvenes entre los 15 y 29 años por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la FAD (CRS/FAD) comprobamos, una vez más, la escasa identificación con instituciones que se suponen garantiza en buena medida el funcionamiento del sistema social establecido. La pregunta, común a muchos estudios sobre esta temática, planteaba el grado de confianza que las y los jóvenes depositan en diferentes instituciones, en una escala de 1-10, donde 1 es “ninguna confianza” y 10 “total confianza”; fijándonos en las diferentes instituciones encontramos que en el tramo de “aprobado”, a partir del 5 de la escala, se situarían la Policía (6,11), las FFAA (5,68) la UE (5,38) y las ONG (5,26). Rozan el ‘aprobado’ el sistema judicial (4,71) y los medios de comunicación por internet (4,62). Con puntuaciones más bajas estarían el resto de instituciones como los sindicatos (4,33), los medios convencionales de comunicación (4,08), el sistema parlamentario (4,04) y, absolutamente alejados de las y los jóvenes, las instituciones religiosas (2,54) y los partidos políticos (2,44 de nota media).
La desafección o, directamente, el escepticismo acerca de la validez de buena parte de instituciones representativas del estado social de derecho queda reafirmada con la escasa satisfacción en el sistema democrático del país. En una escala de 0, absoluta insatisfacción a 10, absoluta satisfacción, la nota de satisfacción otorgada no pasa de 5 puntos de media (4,69) en la escala señalada, situación que evidencia el cuestionamiento y llamada de atención al sistema democrático actual.
Ahora bien, esta desvinculación del sistema se puede entender como una consecuencia, entre otras causas, del escaso interés que la política convencional parece prestar a la situación de las y los jóvenes. En el año 2019 el 17,5% de jóvenes sostienen esta afirmación.
Entre los años 2017 y 2019 la percepción sobre el desinterés de los políticos por la población joven crece ligeramente (15,5% a 17,5%). Este tema no preocupa, evidentemente, tanto como otros temas tan cadentes en la actualidad como el paro, la precariedad laboral, los bajos salarios, señalados como los principales problemas de actualidad entre los jóvenes con mayores porcentajes de apoyo respecto al año 2017.
Evidentemente, la difícil situación que le está tocando vivir a la actual generación de jóvenes, con problemas tan acusados como las elevadas tasas de desempleo y precariedad laboral, genera un clima de inseguridad, la percepción de un futuro que se define como inestable e incierto y la crítica, o cuanto menos la suspicacia, respecto al papel de los gobernantes y de las instituciones con responsabilidades en la gestión de la situación actual.
Sin embargo, no puede afirmarse de manera categórica que las y los jóvenes estén absolutamente “desconectados” de lo social y político, de lo participativo. Por lo menos, y seguramente al hilo de la última crisis en España, de la que todavía notamos sus efectos, una parte significativa de jóvenes ha virado hacia actitudes más proactivas, más implicados/as o más dispuestos/as a implicarse en lo colectivo.
Los datos sobre el grado de vinculación de las y los jóvenes confirman una marcada tendencia a un discreto nivel de asociacionismo, con dos excepciones; las organizaciones de solidaridad social o de voluntariado (ONG) y los grupos deportivos o culturales. Para las primeras, un 56,8% de jóvenes declara participar de forma más o menos activa o querer pertenecer a las mismas (aunque ahora no lo haga). Algo parecido, aunque con porcentaje algo menor, ocurre con los grupos deportivos, culturales o de ocio; sumados los afiliados activos y pasivos y los que declaran que pertenecen o desearían pertenecer a los mismos, representan el 47.5% de jóvenes.
Muchos menos, aunque los porcentajes no son excepcionalmente bajos, aquellos que participan o quieren participar en sindicatos o asociaciones estudiantiles (28.8%), organizaciones fuera del sistema político convencional (23.3%) o incluso a las organizaciones más representativas del sistema político, los partidos (22.4%). En una buena parte, estos datos confirman la tendencia sobre asociacionismo que se viene observando entre los y las jóvenes españoles desde hace mucho tiempo: desafección mayoritaria hacia las organizaciones más politizadas (partidos políticos y sindicatos), en correspondencia con el desapego hacia la política tradicional, y vinculaciones más fuertes con entidades del tercer sector o relacionadas con los intereses personales (deportivas, etc.).
Pero esta tendencia parece estar en rumbo de cierta transformación, al menos con los datos de este último barómetro del año 2019. Desde el año 2017, los porcentajes de vinculación hacia diversos grupos asociativos se han incrementado, el mayor hacia las ONG, que pasan del 47.6% de vinculados al 56.8% de 2019, casi 10 puntos porcentuales de subida.
Pero también la proporción de jóvenes que declaran interés en la participación política “formal” (mediante los partidos políticos) experimenta un sensible crecimiento, pues los vinculados se incrementan en algo más de 8 puntos porcentuales; del 14.2% al 22,4% de este año 2019. También los sindicatos o asociaciones estudiantiles, que pasan del 24.5% al 28.8%. Y los que participan o desean participar en instituciones de tipo participativo/asambleario (asambleas, plataformas, etc.), que suben del 19.7% al 23.3%. No están reñidos estos datos con una enorme desafección hacia las instituciones y, especialmente, a los partidos políticos y sus representantes, a los que se les responsabiliza de no saber dar respuesta las necesidades de la población general, y a los problemas de la juventud en particular.
Más aún, lejos de estar poco implicados con la acción colectiva, una buena proporción de los y las jóvenes demuestran, al menos en lo declarativo, una mayor proactividad o, cuando menos, un cierto interés con la idea de la acción y el compromiso con lo colectivo. En este sentido, en este barómetro de 2019, también se preguntó a las y los jóvenes hasta qué punto merecía la pena implicarse en determinadas acciones.
3 de cada 4 jóvenes cree que merece la pena votar (74,8%) y cerca del 60% el firmar una petición, denuncia o texto de apoyo a alguien (58,9%) y una proporción parecida, secundar una huelga (56,9%). Un 53% acudir a manifestaciones y un 51% sumarse a alguna causa empleando internet.
Menos apoyos, pero significativos, para el debate político con otras personas (37,0%) e incluso para actos como la ocupación de casas o edificios (36.6%) o participar en asambleas ciudadanas (34,9%). Más minoritarios actos como la ocupación de espacios públicos (19.9%), escraches (19,7%), participar en foros políticos en internet (17,3%) o el boicot o pintadas en edificios institucionales o privados (9,4%).
No pueden extraerse de estos datos afirmaciones absolutamente concluyentes acerca de la implicación social de la población joven, pero cuando menos se puede afirmar que una buena parte de los mismos demuestra una cierta sensibilidad social y una cierta capacidad de acción, que seguramente ha experimentado un impulso extraordinario gracias al uso de internet y a la habilidad para mezclar lo online y lo offline, en este caso, el asociacionismo tradicional con el activismo digital.